jueves, 30 de junio de 2005

De madres y carruseles

La poesía de Paula Ilabaca Núñez (Santiago, 1979) no ofrece lugar a dudas. Es un conjunto bien definido, con una palabra que tiene forma delineada, y un tono de voz uniforme, lo que no es poco pedir en los tiempos que corren. “Completa”, editado por la editorial Contrabando del bando en contra, es el estreno en sociedad de esta joven poeta, criada en los fértiles terruños de la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica, junto con otras voces que ya se han hecho escuchar, como la de Héctor Hernández Montecinos, habitual compañero de Ilabaca tanto en talleres literarios, como en actividades ligadas a la performance (con él formó el dúo “Anti-faz”).La lectura de esta opera prima denota cosas. Parcelas temáticas resueltas, y pretensiones estéticas también delimitadas. En cuanto a lo primero, la obra está cruzada por lo maternal -ya sean madres humanas o arácnidas-, Ilabaca se sale de madre, pero bien, para luego “regresar a la virgen”. Y en cuanto a lo segundo, la totalidad del poemario deja bien claro que en estas páginas lo rítmico (que una mala lectura daría la impresión de monotonía) no es algo menor para la autora, y tendrá un papel dominante. En esta ocasión el compás se nos presenta carrusélico, de parque de diversiones, de música repetida en ciclos (como el sonsonete del extinto 141, otrora cifra mágica acerca de la hora y las condiciones atmosféricas), no así de disco rayado, pues el sonido de los versos no se estanca, sino que se mueve.Sus visiones personales respecto a temas específicos como la maternidad, la sexualidad, el hastío y la ciudad, así como su poética y estilo se ven jalonados por el uso que la autora hace tanto de las palabras, para sugerir atmósferas e imágenes, como del ritmo, obstinado y monocorde, para dar un paso continuo y cíclico a su poesía. La elección metafórica se mueve casi siempre hacia la madre truncada, la paridora aterrada en ciernes, la madre de espanto- no del bebé de Rosemary - sino de la poesía de Paula, “la mujer-niña que la encuentran jugando con la muñeca más perversa de porcelana”. La poesía de Paula Ilabaca irremisiblemente conduce al lector a un estado particular. Quien se encuentra con estos versos (“antes leídos, recitados, susurrados múltiples veces en infinitos registros, poses y balbuceos de decibeles distintos”) puede rasgar sus vestiduras y exclamar ¡horror!, o bien abrirse al juego que la poeta aquí propone, de entrada: “voz pareja y constante/ también/ pequeños silencios intermedios/ quizás interferencias delgadas/ sensación de vacío/ de mucho vacío/ y un espacio/ grande/ preferir el tedio y la repetición/ repetir hasta el hartazgo”. Las cualidades no poco interesantes de estos poemas permiten al lector optar por cualquiera de las posibilidades antes insinuadas, o bien, muchas más, según cada quien. Con todo, este libro presenta algunas cortapisas, que tienen que ver con aquello que advirtió la autora en los versos antedichos, la repetición hasta el hartazgo, lo que a veces hace que ciertas imágenes naufraguen injustamente, disipando a ratos las riquezas poéticas de esta escritura. Esta repetición y este fluir imaginativo, de sabor surrealista, por momentos se le escapa a la poeta, causando pequeños y controlables siniestros. Si bien no podemos hablar acá de escritura automática tal y como se la conoce, el texto está construido con premisas que ciertamente no van por el lado de la mesura. La lectura de este libro nos entrega ciertos guiños a la poesía neobarroca, a la vez que estos visos neobarrocos o surrealistas entregan un texto prominente y opíparo, por ello a veces desbordado, lo que hace desear una poda más atendida por parte de la autora. Por suerte, esta no es la tónica del libro, que mantiene su vigor y su propuesta de tapa a tapa. Esto último se ve refrendado –y diestramente superado-, con la aparición en Plagio N° 7 del conjunto de poemas “La niña lucía”, que no fue incluido en “Completa”, lo que es una omisión considerable, teniendo en cuenta de que estos poemas son superiores a muchos de los aparecidos en el libro. Si bien se mantiene el tono y la técnica de los poemas de “Completa”, este conjunto ya entrega versos más aquilatados, seguros de su andar y su decir, lo que denota una vuelta de tuerca más a las composiciones anteriores.El parangón entre “Completa” y “La niña lucía” da como justo ganador al segundo conjunto, por una razón simple, la madurez del verso. “Completa”, dada la metodología que Paula Ilabaca utilizó en su confección (la aludida receta de la reiteración incansable, cíclica y circular) causa momentos opacos en el texto. A lo anterior, se suma que este libro se compone de la recolección de varios textos separados entre sí por un buen espacio temporal, y bien es sabido que la escritura de un tiempo no es igual a la de otro, y muy frecuentemente estas “metamorfosis de pluma” son definitivas, son pasos que se dan de una vez y para siempre. Acontece esto en “Completa”, el conjunto denota un andar, un lapso transcurrido, con las consecuentes modificaciones en el decir de la poeta, siendo entonces el único lazo aglutinador el recurso repetitivo, ya no prenda de garantía incuestionable.“La niña lucía” muestra la madurez de la autora. Por lo mismo se puede apreciar un trabajo más acabado de los textos, que galvanizan la voz poética de Paula Ilabaca. El poemario gana en intensidad, en momentos felices e imágenes notables, “ella me da ganas de morir/ ella y su toalla su rojo su respiración/ ayer vi cómo le brotaban / a ella a él unas alas blancas como su leche”. Viendo esta última muestra de la poesía de Ilabaca, donde ya se ha afinado un oficio y se ha consolidado un estilo que ha superado sus iniciales rémoras, surge en quien lee la inconfundible sensación de estar frente a un texto recio y el interés de que esta poesía dé nuevos y mejores vástagos.Paula Ilabaca ha abierto aquí los fuegos, (“bien encaminada, atenta”, como dijera de su poesía Jessica Atal) de seguro será una llama que arderá por un buen tiempo, seguramente, con nuevas luces, con nuevas chispas, con nuevos juegos, y con otros ritmos (que desde ya son esperados para carear lo que aquí fue dicho y cómo fue dicho). Nos subimos a un carrusel hastiado, impetuoso, constante, casi madre, casi araña, casi pieza de ajedrez. Mañana Paula Ilabaca nos hará sacar boletos nuevamente, para otra atracción de su poética divertilandia.

Paula Ilabaca Núñez,“Completa”Ediciones del Bando en Contra, Santiago, 2003, 140 págs.

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