jueves, 30 de junio de 2005

La antipoeta Teresa

A sus jóvenes cuatro décadas Teresa Calderón (Santiago, 1955) ve publicada en libro su Obra Poética (Al Margen Editores, 2003). El volumen reúne los cinco libros de poesía que en vida ha publicado esta profesora de castellano: Causas perdidas (1983), Género femenino (1989), Imágenes rotas (1995), Aplausos para la memoria (1998) y El Poeta y Otras Maravillas (2003).La lectura de estos poemas demuestra que Teresa Calderón está por momentos excesivamente marcada por la antipoesía de Nicanor Parra. La única diferencia reside en la óptica, la de un profesor de física de mediados del siglo XX en el caso de Parra, y la de una profesora de castellano de colegio fino en los albores del XXI, en el caso de Calderón. Ya varias décadas separan ambas obras, décadas en las que en el ambiente literario chileno, especialmente en la poesía, se ha arraigado la convicción que Parra es el padre literario a matar, la influencia a superar. Amén de las obvias proporciones que hay que guardar al comparar estas dos poesías. Son claramente distinguibles los recursos calcados de la antipoesía que ha utilizado Teresa Calderón, el uso del humor fino, a veces trivial, la frase popular a la que están asociados recursos festivos. No señalaremos acá que hay un acento original, pues ése es un atributo que solamente pudo ser utilizado en su momento para referirse a la obra de Nicanor Parra, y que al hacerlo efectivamente, está totalmente agotado, nace y muere en Parra. En cuanto a técnicas formales, absolutamente ninguna novedad.Lo novedoso está en la temática, muy opacada por el uso de un expediente demasiado añejo como la antipoesía. Teresa Calderón entrega una obra poética que recorre un camino, desde la acidez del discurso femenino, pasando por el recuerdo de infancia, la visión de la vida y la muerte hasta rematar en la última etapa de su poesía, en una mirada liviana (por el uso y abuso de la mentada antipoesía, el lenguaje coloquial, y la cultura pop, casi como tic) del poeta y su labor. El extenso recorrido por la poesía de Calderón entrega también momentos valiosos. Estos son precisamente en los que la palabra está totalmente desembarazada de “femme fatalismos” –propios de ese invento antojadizo, artificial, medial y mentecato llamado “guerra de los sexos”-, referencias menores y antipoesía trasnochada, que tiene, con todo, momentos amenos, como en “Celos que matan pero no tanto”, poema quizás precursor de una línea que retomaría a ultranza Elizabeth Neira y su libro “Abyecta”. Pasa esto en poemas como “Infancia” del libro Causas perdidas, que entrega interesantes imágenes y atmósferas bien delineadas, con sugerencia y profundidad: “¿Qué niño se escabulle/ por la vieja cerradura de la casa/ y en qué espejo se hunde? (...) La espada es sólo el sueño/ de la piedra en otro tiempo./ El pasado nada más todo el olvido”. Comparar poemas como el anterior con los muy descartables e inferiores del último libro del compendio (“ESTOY RODEADO/ de viejos vinagres, todo a mi alrededor”) también revela que Teresa Calderón ha involucionado, pasando de unas entregas llamativas y promisorias en "Causas perdidas" o "Imágenes rotas" a una casi impresentable en "El poeta y otras maravillas". El título debió quedarse en “El poeta”, porque maravillas no hay muchas, sí un lenguaje desgastado, plagado de giros coloquiales que pretenden otorgar frescura, soltura y humor al poema, pero que fracasan inapelablemente, y repeticiones de tópicos en desuso como el rimbauldiano “Yo es otro”.Al final, luego de la lectura de esta antología poética de Teresa Calderón surge la duda de qué habría sido mejor, si editar este grueso volumen, que deja a la vista del lector los evidentes contrastes entre unos libros y otros (lo que hace cojear al conjunto completo), o bien haber incursionado en la segura y feliz reedición (ya que están de moda las reediciones) de los puntos altos de la obra de esta poeta, esposa de poeta, hija de poeta y madre de poeta, a saber "Causas perdidas" o "Imágenes rotas". Pero no se sabrá, es tarde ya.

Teresa Calderón
“Obra poética”
Al Margen editores, Santiago, 2003, 260 págs.

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