jueves, 30 de junio de 2005

Luego de que ha surgido por ahí la polémica de que en el mundillo de la literatura criolla hay arreglines, arreglos y arreglones, el leer “Poesía sin razón” (Autoedición, 2003) refuerza esta sospecha. ¿Por qué? Porque simplemente es inconcebible que se publique un libro tan malo así como así. Este volumen del muy primerizo e inexperto Hernán Izurieta (Santiago, 1970) hace aguas por donde se le mire. Antes de entrar al texto (lamentablemente hay que hacerlo) unas observaciones a faltas editoriales graves. El libro consta de 251 páginas, de las cuales están inexplicablemente impresas solamente las del costado derecho. Esto es simplemente un insulto, en primer lugar a los ecologistas que se desviven por preservar el bosque chileno y que verán en este libro un vergonzoso derroche de celulosa, y en segundo lugar a todos los poetas jóvenes inéditos, incomparablemente superiores en talento a Izurieta, que perfectamente podrían haber ocupado estas páginas que se muestran en blanco de una forma casi macabra, para publicar sus primeros versos, insisto, de seguro mejores que los que se ven acá. El falso grosor del libro alberga palabras, o frases (que no pueden ser llamados poemas) que demuestran que Izurieta no pasa de ser un aficionado que escribió hace por lo menos década y media sus “pensamientos” o sus “cosas” y que de la noche a la mañana alguna providencia, muy lejos de ser divina, le ofreció poner todo ese amasijo sin razón en un libro mal impreso. El poeta Gustavo Barrera señala en el prólogo -casi en su totalidad rebatible- que: “Antes de entrar en la poesía de Hernán es necesario preguntarse si Hernán escribe poesía, o si es una fuerza poética la que intenta escribir a través de Hernán”, a Barrera una respuesta simple: ni lo uno ni lo otro. Luego, “Hernán restaura la fuerza de palabras gastadas por el uso, recupera las formas de la poesía clásica, la sonoridad y la música de palabras abandonadas por el tiempo”, luego de esta aseveración uno duda seriamente si es que Barrera efectivamente leyó el libro que prologa, pues estas palabras no pueden estar más alejadas de la muy precaria realidad de este libro. Se da precisamente todo lo contrario que indica Barrera, pues no puede haber más redundancia, falta de innovación y pensamientos clichés (en realidad sí pudo haber habido, si se hubieran impreso, como corresponde, todas las páginas). Si Izurieta supuestamente venía a recuperar las formas de la poesía clásica, mejor era dejarla tranquila, intacta, que muy bien estaba.Versos infantiles, cursis, llenos de una inflación que desea ser grandilocuencia, o sentencia filosófica, pero que fracasan estrepitosamente. Izurieta confunde rima con sonsonete, poesía con pensamientos adolescentes de este talante: “qué bello es recordar/ qué lento es madurar/ qué difícil es lograr amar”, ¿esto es recuperación de palabras gastadas por el uso?. Poemas infames como “Me encanta cuando ríes”, “Amor en cristal” simplemente causan risa. El autor trabaja con demasiados signos de exclamación y términos absolutos, “alma”, “luz”, “materia”, “Dios” (sí, Dios), “eternidad”, mejor que desista, pues los manosea y los malgasta de forma terrible. Y como si no fuera suficiente desatino Izurieta pone la guinda de una torta aborrecible con una deleznable y torpe imitación de Neruda: “Hoy podría escribir los poemas más alegres”, impresentable. El libro tiene un precio en librerías cercano a los 9 mil pesos. Sencillamente un precio descomunalmente alto por un cuaderno de croquis, que más encima viene rayado. Lejos el peor gazapo editorial en mucho tiempo.

Hernán Izurieta“Poesía sin razón” Autoedición, Santiago, 2003. 251 págs.

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