jueves, 10 de noviembre de 2005

Demonio conocido




La lectura del libro Demonio de la nada (RIL, 2005) del poeta nacional Andrés Morales (Santiago, 1962) deja claras unas cuantas cosas. La primera y más evidente es la labor celosa de este poeta y profesor universitario, que se las ha arreglado para ofrecer al público lector nuevos volúmenes de poemas con cierta regularidad. Por lo mismo desde 1982, año en que aparece su libro Por ínsulas extrañas, Morales ha nutrido el mercado editorial con su poesía, amén de los provechosos trabajos ensayísticos que ha realizado -donde destacan Altazor de puño y letra (1999) y De palabra y obra (2003)-. También ha descollado por su labor como antologador, donde la impecable Anguitología es una de sus piezas más notables, además de la labor que ha emprendido en dar a conocer la poesía croata, dada la ligazón del poeta con ese país balcánico.Otro rasgo que se jalona con la lectura de este libro, y también de los anteriores del autor, es que ha mantenido un estilo imperturbable durante décadas. Respetuosísimo del ritmo, los libros de Morales están bañados en una mirada permanente y recurrente a tradiciones más señeras de la poesía en lengua castellana, especialmente a la poesía española y con preferencia a la Generación del 27 (lo que se puede comprobar no solamente en la lectura de la obra del autor, sino también quienes han asistido a sus clases pueden darse cuenta de esta deuda). Sin ir más lejos, Demonio de la nada, está antecedido por versos del poeta español Emilio Prados, de los cuales rescata uno para titular su última entrega. Lorca tampoco se queda afuera, y dentro del volumen un poema está dedicado a Federico.Morales es un poeta aplicado, cuidadoso de la métrica, consciente de que su escritura debe llevar un paso constante y seguro, al tiempo que el poema se construye de piezas uniformes que deben ser ubicadas con precisión. “Andrés Morales se instala en lo sonoro de un ritmo perfecto”, escribió Juan Cameron. A un mismo ritmo fluye la poesía de temas recurrentes, y que además son los grandes temas en los cuales Morales ha circundado. Ya sea la muerte, la reflexión acerca del tiempo y la memoria (como lo atestiguan sus últimos libros Réquiem (2001) y Memoria Muerta), Andrés Morales se desplaza con elegancia, cadenciosamente, sin agresividad, por temas de grueso calibre. Como nota aparte, la segunda parte del libro, titulada “Cinco cuerpos del pecado” está basada en cinco fotografías de Cora Requena. Quizás lo ideal habría sido que hayan estado contrastadas con los textos que las inspiraron, y que, como se anuncia, fueron escritos específicamente para esas imágenes.Demonio de la nada da la impresión de ser una continuación de Memoria Muerta, libro editado por LOM hace un par de años. La memoria y las vivencias del autor también juegan un papel importante en este volumen, y que denotan un cambio escritural, que desde su libro Réquiem alargó su aliento, y se alejó de una poesía de singular belleza que roza el haiku y que está agrupada en la antología que la Universidad Diego Portales le editó el 2001 (quizás su mejor libro). Esto no significa que la poesía de Andrés Morales haya perdido calidad por este cambio, por el contrario, Morales se aferra a un estilo y da cuenta de una consecuencia, que mal mirada se consideraría repetición, sonsonete, o fórmula gastada, pero que, vista a la luz de una trayectoria y las credenciales del autor, podemos consignar como oficio, como estilo, como fidelidad a una tradición poética.Demonio de la nada es una nueva estación en la periódica labor poética de Andrés Morales, una labor que al tiempo que ha demostrado una regularidad, también ha mostrado capacidad de mutar, sin traicionar rasgos que la han hecho característica (como la cuestión del ritmo, algo en apariencia intransable para el autor), quizás sea esta estación un antecedente de otro cambio, una nueva variación de un ritmo constante y seguro con el que Andrés Morales ha ilustrado la poesía chilena.


Andrés Morales
“Demonio de la nada”
RIL, Santiago, 2005, 81 págs.