lunes, 25 de diciembre de 2006

¿Lyndon Johnson era gay?

El estadounidense David Foster Wallace (1962) es actualmente el mejor representante de una literatura que, durante el siglo XX tomó la delantera de forma casi indiscutible en el campo del cuento. Desde Faulkner, pasando por Salinger, Capote, los beatniks, hasta llegar a Bret Easton Ellis, desembocamos en este escritor, sindicado como uno de los más talentosos y originales de nuestros días en Estados Unidos. Ya golpeó el mundo editorial yanqui con la monumental y épica novela de más de mil páginas “Broma infinita” (Infinite Jest), que le significó la aclamación general por el agudo retrato de la sociedad norteamericana que describe la obra.
Pero antes, Foster Wallace dio más que llamativos chispazos de su capacidad, con el volumen de relatos “La niña del pelo raro” (Ed. Debolsillo, 2006). En este conjunto Foster Wallace saca a relucir todos los trucos y experimentos que tiene guardados en la chistera, trucos por los que ha sido alabado incondicionalmente, pero también inclementemente fustigado. Con un manejo del lenguaje bastante singular (que si en la traducción logra rescatarse, ni hablar del original), el autor nos interna en el universo de “gente real” como el ex presidente norteamericano Lyndon Johnson, o las personalidades televisivas David Letterman y Alex Trebek (algo así como los Don Francisco locales) mezclados con punks, jóvenes republicanos sociópatas, y de paso salpimenta el volumen con un examen de la literatura contemporánea, manteniendo a raya en buena parte de la obra la pedantería y la autoreferencia, para dar paso a la descripción fluida, al relato que habla por sí solo.
A pesar de que por momentos la “inteligencia” es demasiada, cayendo en lo elitista (eso sucede, por ejemplo, en la novela corta “Hacia el oeste, el avance del imperio continúa”, que pareciera exigir al lector unos cuantos talleres de cuento en el cuerpo para entenderlo a cabalidad), este puñado de cuentos es una buena puerta de entrada al mundo de Foster Wallace (comprendido fundamentalmente en “Broma infinita”), en sí complejo, pero atractivo como pocos, y es también una feliz confirmación de una de las grandes e indiscutibles tradiciones estadounidenses: su narrativa.


David Foster Wallace
“La niña del pelo raro”
Ed. Debolsillo, Buenos Aires, 2006, 477 págs.



*Publicado originalmente en El Periodista N° 120, 22 de diciembre de 2006

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