domingo, 26 de noviembre de 2006

Un homenaje póstumo


El pasado sábado 14 de octubre, el poeta nacional Gonzalo Millán (1947-2006) sucumbió finalmente al cáncer que lo aquejó durante gran parte de su vida. Símbolo de la Generación del 60, y de la poesía chilena, el deceso de Millán sorprendió a todos, dejando un vacío grande en la literatura chilena. Sin proponérselo, la editorial de la Universidad Diego Portales lanzó una reedición de Relación Personal, un libro de juventud de Millán, siendo el inicio de una senda poética, que remate con al uno de los libros fundamentales de la poesía chilena como “La Ciudad” (1979). Hay que señalar que no solamente las trágicas circunstancias del deceso de Millán le dan relevancia a esta edición. Si Millán no hubiera fallecido, el libro tiene el gran valor intrínseco de reeditar uno de las obras más sorprendentes y golpeadoras de la poesía chilena de los años 60, y si más encima es una edición enriquecida. Se podría caer en el cliché de que Gonzalo Millán seguirá vivo en su poesía, pero caer en esta manida sentencia, es también una gran obviedad. El germen de “Relación Personal” fue una novela fallida que fue rechazada por la editorial Zig-Zag por ser “una historia ripiosa”, como señala en el prólogo el escritor y docente Alejandro Zambra (también así se lo expresó a quien escribe en una entrevista publicada en este medio en mayo pasado). Ese lenguaje “ripioso” se transformó en un libro de poemas, cuyas imágenes, representadas con un lenguaje poderoso, y exacto, donde no sobra nada, pero donde pareciera decirse todo. No será la muerte lo que haga que la poesía de Gonzalo Millán perdure, será su calidad encomiable, desprovista de ruido y pirotecnia. Ni tampoco serán nuevos homenajes las reediciones por venir, sino muestras definitivas y perdurables, de por qué Gonzalo Millán fue uno de los mejores poetas chilenos del siglo XX.

Gonzalo Millán
“Relación Personal”
Ediciones U. Diego Portales, Santiago, 2006, 75 págs.

*Publicado originalmente en El Periodista N° 118, 24 de noviembre de 2006

domingo, 5 de noviembre de 2006

Su pasado lo condena



Para nadie es un misterio que Bret Easton Ellis (Los Ángeles, 1964) es un autor de culto, un escritor que caló hondo en casi todo el mundo, y que en Latinoamérica tuvo a unos cuantos émulos. Alberto Fuguet aspiró a ocupar ese sitial, pero perdió la pulseada con Jaime Bayly. Glamour, camionadas de dólares, drogas por montón, sexo en todas sus variedades, son los ingredientes que construyeron la imagen de Ellis como enfant terrible de la literatura norteamericana, con best sellers como Menos que cero, y la archi famosa American Psycho.
Recientemente llegó al mercado hispanoparlante Lunar Park (Ed. Random House, 2006), la última novela de este tumultuoso escritor. Ellis empieza con casi un olímpico centenar de páginas donde resume su vertiginosa carrera escritural, nos hace un repaso de sus grandes éxitos y sin asco detalla su saison en enfer, la fiesta interminable (donde fue compañero de juerga de Bono y Bruce Springsteen), las bajezas de ser un escritor del llamado Brat pack, y los detalles escabrosos del éxito comercial de sus grandes novelas.
Un gran juego para empezar, un aparente mea culpa por su alcoholismo y drogadicción, que más allá de ser verdad o no, es una nueva prueba de que Ellis maneja el efectismo brutal con un singular talento. Páginas que parecieran estar de más, pero que, unidas con el resto del argumento, tienen una razón de ser. Easton Ellis entrega un reporte de una veracidad incuestionable en el papel, y que une luego con un delirante cuento de terror posmoderno construido con pinceladas del cine de horror ochentero (sin ir más lejos, el autor ha confesado la influencia de Stephen King), si se quiere, que no puede estar más alejado de la realidad, donde hay un narrador que se llama Bret Easton Ellis, que escribió las novelas del autor, pero que a fin de cuentas opera como una comedia, efecto último que, conociendo a Ellis, claramente es intencional. Nada está dejado al azar, tampoco este juego de espejos, que produce múltiples reflejos del personaje-autor.
Ellis-autor hace un cambio de giro, ya que Lunar Park contiene una cantidad mucho menor de reventón que sus novelas anteriores. Ellis intenta reinventarse como padre y esposo, viviendo en un suburbio tranquilo, donde hasta parece pedir disculpas por American Psycho, lo que no es suficiente para frenar a un pasado que viene a pasarle la factura a Ellis-personaje. Este giro deliberadamente forzado, igualmente hace que Lunar Park sea una novela muy entretenida, aunque tenga muchos menos gramos de cocaína y litros de vodka que las obras anteriores de Easton Ellis, una especie de happening que no deja insatisfecho tanto al seguidor empedernido de la parranda monumental del padre de Patrick Bateman, así como a quien se interna por primera vez al universo Ellis.


Bret Easton Ellis
“Lunar Park”
Ed. Random House Mondadori, Barcelona, 2006, 380 págs.



*Publicado originalmente en El Periodista N° 117, 10 de noviembre de 2006