martes, 13 de marzo de 2007

Blusero porteño


Carlos Henrickson (Santiago, 1974) es un poeta poco conocido en el medio chileno, mas no por ello inactivo. Su palmarés, reproducido en una solapa donde además se incluye una poco favorable foto del autor, cuenta con unos cuantos logros en el plano editorial, como libros y plaquettes propios, además de la preparación de una antología de poetas de Valparaíso (sin ir más lejos ocupó –u ocupa- el cargo de secretario del capítulo porteño de la SECH) y la traducción de poemas de Tristan Corbière.

Harto más acá del puerto, Ediciones del Temple lanza al ruedo “An Old Blues Songbook”, un conjunto de 53 poemas más que correctos, donde la palabra fluye con un ritmo poco acompasado, pero no sin una densidad que permita la “licencia” de descuidar la cadencia. Sin caer en una prosa poética grandilocuente y hueca, el autor logra plasmar un lenguaje bien adornado, aunque por momentos tropieza ya sea por la falta de ritmo, o por cierta imprecisa colocación de algunos versos, o bien por una descuidada puntuación (exceso de comas, básicamente) en ciertos poemas, que atentan contra el denso discurso que Carlos Henrickson transmite.

Sin embargo, el autor nos entrega un conjunto de poemas donde la referencia musical del título, y las múltiples referencias a la poesía que hay en el texto son una suerte de excusa, un medio para graficar todo un desagarrado sentimiento que pareciera incubarse mientras se escucha el rasgueo contundente de una guitarra blusera. Lo señala claramente el propio autor “(..)no hay/ consideraciones estéticas, música ni poesía en esto”. La nostalgia, el desamparo citadino y el desgarro del hombre son el escenario en el que el blues es una adecuada música de fondo.

Con todo, hay que prestar atención a este libro, que a pesar de sus pifias, ilustra la voz potente de un autor que tiene todo un cancionero que verter sobre él mismo y sus circunstancias. Lo ha hecho acá, con un rasgueo llamativo, interesante, y a pesar de desafinar en algunas ocasiones, hay que estar al pendiente de la próxima tonada que nos regale el blusero porteño, Carlos Henrickson.


*Publicado originalmente en El Periodista N° 123, 9 de marzo de 2007

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