viernes, 13 de abril de 2007

Un río interminable y caudaloso


Hace un tiempo, quien suscribe tuvo la oportunidad de comentar otro libro del singular poeta Héctor Hernández Montecinos (Santiago, 1979), “El barro lírico de los mundos interiores más oscuros que la luz” (Contrabando del bando en contra, 2003), y en esa ocasión se señalaron unas cuantas cosas que podrían servir al lector para armar un identikit del autor. Como la idea no es dejar en penumbras al lector, pero tampoco repetir al pie de la letra lo ya escrito, vayan unos highlights de la crítica previa. Leer a este poeta es una experiencia en sí misma, y estar desprovisto de algunos referentes no es lo más recomendable. Segundo, que su escritura es de una singularidad que la distingue del resto de la lírica joven chilena, y que, pasado el tiempo, hace que hoy unos cuantos jóvenes que hacen sus primeras armas en poesía sigan las formas de Hernández. Tercero, Hernández mantiene intactas tanto su capacidad literaria así como su sapiencia lingüística.
Vamos ahora a [Coma] (MANTRA editorial, 2006), libro que es parte de una saga que Hernández inició hace años con “Este libro se llama como el que yo una vez escribí”, prosiguió con “El barro…” y supuestamente culmina con el presente volumen. Mencionemos primero algunas encomiables mejoras en la edición; uno: páginas numeradas (su ausencia era inexcusable) dos: una edición cuidada, con una tipografía y tipo de papel que hace de MANTRA el escalón superior a “Contrabando…” tres: índice, lo que finalmente hace notar que las ediciones de Héctor Hernández al fin se pusieron pantalones largos, y le hacen un servicio a su propia poesía, antes que un autogol.
Luego, el texto. Un sello indeleble de que este libro se parece a los dos anteriores es la presencia copiosa de esa expresión desbocada, brutal e interior que plasma el autor en un gran porcentaje del volumen. Claramente Hernández es su propia escritura, y lo hace saber al lector. Y, hay que decirlo, tras leer cerca de mil (!) páginas de escritura parecida, ya cae algo pesada. Pero bien se ha dicho por ahí (de boca de Raúl Zurita, si la memoria no traiciona) que la obra de los poetas se salva por un puñado de poemas de gran calidad, lo que queda refrendado en este libro, específicamente en la sección “La aparición del día”. Acá es posible ver a un Héctor Hernández que puede superar ese relato verborreico, desesperado y violento de su yo, su literatura y sus circunstancias (solapa de este libro incluida) y saca a la luz poesía de alto vuelo, invencible al tiempo, galvanizada de una pátina de suficiencia que es perfectamente capaz de llegar e impactar al “gran público”. Esos versos de alto vuelo que asomaron en los volúmenes anteriores, hoy encuentran más espacio y un fulgor y calidad también mayores, en vez de rizar el rizo del discurso personal y delirante.
Lo anterior se suma a otra gran cualidad de esta poesía, y de la de muchos a los poetas que en la actualidad escriben o editan: la acuciosa revisión y reescritura de la poesía chilena del siglo XX. Hernández Montecinos tiene por delante un futuro escritural ajetreado, pues es una de las plumas más movidas, abundantes e inquietas de la poesía actual. Con él no nos quedaremos cortos de versos, y si se mantiene la tendencia, más pepitas de oro quedarán luego de lavar ese río interminable y caudaloso que es la poesía de Héctor Hernández Montecinos.



Héctor Hernández Montecinos
“[Coma]”
MANTRA Editorial, Santiago, 2006, 379 págs.


*Publicado originalmente en El Periodista N° 125, 5 de abril de 2007

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