viernes, 1 de junio de 2007

La edad de la inocencia

Noticias frescas de Violeta Quevedo llegaron, como suele pasar, desde el extranjero, más específicamente de parte del afamado escritor argentino César Aira, quien en su “Diccionario de escritores latinoamericanos” (2001) dedica líneas a una de las plumas más enigmáticas que ha existido en la literatura nacional, Rita Salas Subercaseaux (1882-1965), alias Violeta Quevedo.
Hoy Ediciones B hace un nuevo esfuerzo por dar a conocer a esta desatendida autora (tarea que ya había emprendido antes Eduardo Anguita), cuya obra pareciera destacarse, -y así lo hacen ver quienes prologan este volumen-, no por lo conmovedor que pudiera ser la inocencia con que Violeta Quevedo percibió el mundo en que le tocó vivir, sino por ese sincretismo único, que con el genio de la simpleza, ilustra mejor que las teorías y dogmas más pintados. Y aunque no es difícil confundir esta devoción con superchería, hacerlo sería un error garrafal. Como también lo sería quedarse sólo con el encanto y diversión que estas páginas aportan a quien lee.
“Cuál no sería mi sorpresa…” (Ediciones B, 2007), más que oportuna recopilación de la obra de Violeta Quevedo, cumple la misión que tienen todos los buenos libros: llenar vacíos, y caramba que los hay en la olvidadiza literatura chilena. Eliminar lagunas, refrescar memorias y reflotar páginas olvidadas es uno de los desafíos pendientes (sino el más), y doble es el gusto si es que se hace con dineros públicos.
La agudeza suele mostrase con ropajes originales y sencillos, los que en el caso de Violeta Quevedo ya son casi una quintaesencia; la misma quintaesencia que se puede encontrar en la correspondencia de Boquitas Pintadas, de Manuel Puig. Originalidad y sencillez que no se logran si se proponen, que no se logran a menos que esa sea la materia prima de la que esté hecha nuestra cosmogonía, como sucedía con Violeta Quevedo, para quien todo se basaba en la Providencia y milagros, con salidas y frases (“la torre de Pisa es gótica por dentro e inclinada por fuera”) que encontramos en los niños simpáticos y despiertos, y que hicieron posible que esos escritos fueran publicados en libro, y admirados por Edwards Bello, Anguita y César Aira, y ahora por los chilenos del siglo XXI.


Violeta Quevedo
“Cuál no sería mi sorpresa…”
Ediciones B, Santiago, 2007, 263 págs.




*Publicado originalmente en El Periodista N° 129, 1 de junio de 2007



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