viernes, 19 de octubre de 2007

Un mexicano iluminado

Desde hace algunos años, el periodista y escritor mexicano Juan Villoro (1956) es sindicado como uno de los tres o cuatro narradores que están abriendo territorios nuevos en la literatura en lengua castellana. Reverenciado por miles (e imitado por otros tantos, entre ellos algunos chilenos, cómo no), este escritor, ganador del prestigioso Premio Herralde de novela, con su libro “El testigo”, se ha instalado, sin darle codazos a nadie, en el centro del escenario literario, especialmente del cuento, formato al que ha impuesto un sello personalísimo y contundente, que ha hecho brillar a este mexicano con colores propios entre los cuentistas de esta parte del mundo. Al menos en cuento, Villoro brilla como sus compatriotas Sergio Pitol en la novela, y José Emilio Pacheco en poesía.
Pero la edición del conjunto de ensayos “De eso se trata” (Ediciones UDP, 2007) nos entrega más evidencia de que no sólo estamos ante un escritor que se las arregla para imponer su ritmo y marcar la pauta con literatura de factura acabadísima y original, sino también ante un dignísimo heredero de la tradición intelectual mexicana, que aportó en gran medida al aggiornamento de la literatura y cultura del siglo XX latinoamericano, de la mano de intelectos como Alfonso Reyes, Carlos Monsiváis u Octavio Paz.
Esta recolección de ensayos, que abarcan un período generoso y amplio, desde el Renacimiento hasta nuestros días, es a todas luces un aporte; un libro que rompe también cierta tónica que tenía el sello literario de la UDP de concentrarse en diarios y cuadernos testimoniales. No es que estas ediciones hayan sido equivocadas, lo que sucede es que esta de Villoro es tremendamente importante y de un alcance muchísimo mayor que, por ejemplo, el detalle calendarizado de la jocosa y productiva cachondez (en términos literarios, entiéndase) de Claudio Bertoni.
Matías Rivas, quien según cuenta el propio Villoro en la noticia bibliográfica del libro, invitó al escritor a materializar este libro, junto al inquieto y hacendoso Andrés Braithwaite, editor del conjunto, también merecen algo del crédito, pues han contribuido a formar el corpus literario que seguramente se revisará acá por un buen tiempo en aulas y bibliotecas (a no olvidar el libro que la misma UDP editó del crítico español Ignacio Echevarría), y, esperemos, también más allá de las fronteras chilenas, pues sépase que este libro no tiene nada que envidiar a los del mediático y ultramanoseado crítico estadounidense Harold Bloom.
Este meritorio volumen quizás habría merecido el bombo y rimbombancia que muchos libros de escasa monta reciben en la Feria Internacional del Libro de Santiago (aunque ahí se corre el riesgo de su farandulización… en fin), y aunque ya destaca en la escena literaria criolla (según trascendidos de los que se ha enterado quien suscribe), es de esperar que permee algo más que el diminuto espectro literario chileno. De eso se trata.


Juan Villoro
“De eso se trata. Ensayos literarios”
Ediciones U. Diego Portales, Santiago, 2007, 306 págs.



*Publicado originalmente en El Periodista N° 139, 19 de octubre de 2007

sábado, 6 de octubre de 2007

La obsesión de retratar

“Dios es chileno” es el nombre de un conjunto de crónicas que recientemente ha puesto en el mercado la editorial Planeta. En la presentación del volumen (en el que no participan solamente periodistas), Sergio Gómez, el editor a cargo, sindica a estas crónicas como “ejemplo arbitrario del mejor periodismo literario de la actualidad”, y si bien el libro reúne a plumas connotadas y de moda, que presentan relatos sugestivos y atrapantes, ante esa entusiasta y vehemente aseveración hay que presentar unos cuantos reparos.
Primero, el título, sin mayor asidero, notoriamente antojadizo, arbitrario como señala el editor en sus palabras iniciales. Sin ton ni son, tratando de imitar un argentinismo, que, dicho sea de paso, es un pueblo que sí ha sabido narrar sus vicisitudes, bastante más sabrosas y exitosas que las nuestras. Hay un tufillo a improvisación, visos de apuro, quizás.
Segundo, algo más grave, cuando se señala olímpicamente que este volumen contiene “el mejor periodismo literario del momento”, unas cuantas pifias y fallas, que denotan una edición floja, descuidada y poco digna del “mejor periodismo literario del momento”. Pruebas al canto: en el ensayo (que hasta donde uno sabe es un género literario, no periodístico) del dramaturgo Marco Antonio de la Parra se habla del “Colo Colo de 1972, el que llegó a la final de la Copa Libertadores”, cuando el cuadro albo de Caszely, Véliz, “Chamaco” Valdés y compañía, disputó la final del máximo torneo continental a nivel de clubes contra Independiente de Avellaneda, a mediados de 1973, a escasos dos meses del golpe de Estado que instalaría el horror en Chile. Seguimos con el equipo popular; en la sabrosa crónica del periodista Luis Miranda Valderrama, “El hincha fantasma”, un personaje del relato vocea “steakers del albo campeón”, cuando la palabra correcta es stickers. Steakers sería algo así como “bistequeros” (de bistec, steak en inglés) y no “calcomanía” o “autoadhesivo”.
Las pifias antedichas pueden ser nimias en el papel, pero en efecto no lo son, si con tanta pompa y arrebato se presenta este libro como “el mejor periodismo literario del momento”. Lo cierto que este “mejor periodismo” tuvo una edición que no dio el ancho, y que le hizo un flaco favor a algunos antologados, y, por ende, al conjunto en su totalidad, pues el mejor periodismo debe serlo en fondo, pero también en forma. El libro es un conjunto de sandías caladas, es verdad, pero confiar ciegamente en esto, es una apuesta riesgosa, y que en este caso, Sergio Gómez perdió. Sin querer (esperamos), Sergio Gómez también retrata, en carne propia, la identidad de algunos periodistas nacionales, que no corrigen con exhaustividad, y que de inglés, poco y nada.
Con todo, este libro es un simpático entremés, un dulce masticable que se consume en un par de horas (un viaje en Transantiago o a la espera del dentista, quizás), y que luego comparte el mismo destino de todos los que antes cayeron en la misma tozuda e irresistible obsesión de retratar “lo nacional”, “nuestra idiosincrasia” o “cómo somos los chilenos”. En otras palabras, es muy probable que una vez leído este librito, su destino sea acumular polvo en los estantes, junto con sus parientes mayores, como “La cultura huachaca” de Pablo Huneuus, los libros de Jorge Siasia o los “Pescados capitales” de Fernando Villegas.



“Dios es chileno”
Edición a cargo de Sergio Gómez
Editorial Planeta, Santiago, 244 págs.



*Publicado originalmente en El Periodista N° 138, 5 de octubre de 2007