viernes, 6 de junio de 2008

Inteligencia emocional

Comparar las narrativas chilena y argentina es lo mismo que parangonar ambos países en fútbol. Los del Atlántico nos dan cancha, tiro y lado. “Pero, ¿y Bolaño?”, podrá aducirse… pues bien, incluso el autor de “Los Detectives Salvajes” es una golondrina que no hace verano. Como el balompié trasandino tuvo un Diego Armando Maradona, las letras argentinas tuvieron un Jorge Luis Borges. Así de simple. En poesía la cosa cambia, pero eso ya es materia de otra discusión.
Esta poco halagüeña comparación literaria entre Chile y Argentina sirve de introducción al comentario de otro gran exponente de la narrativa de allende los Andes, Juan Forn (Buenos Aires, 1959) cuya última novela “María Domecq” (Emecé, 2008) ya está circulando por nuestras librerías. Esta última entrega del fértil antologador y periodista de Página/12 y editor de Emecé y Planeta, merece un detenido análisis. Primeramente, Forn utiliza en esta novela un expediente medio manoseado, ya utilizado, y ante el que más de un crítico literario frunce el ceño, el incluirse como un personaje dentro del libro. La técnica no es nueva, y la forma en que Forn la aplica es muy similar a otras que ya hemos visto, incluso recientemente, como “Lunar Park”, de Bret Easton Ellis. Tal como el reventado autor de “American Psycho”, Forn se deshace de apodos, alter egos y heterónimos para meterse con nombre y apellido en la trama. Al academicismo sesudo y con más tiempo le cabrá discutir sobre la validez de esta técnica, no a este apurado comentarista.
Más allá de que Forn posiblemente nos esté contando un chiste repetido, o haciendo comulgar al lector con una rueda de carreta, lo cierto es que la lectura de esta novela disculpa con creces el manoseo técnico. Forn confirma en este libro que es un escritor eficiente, y por sobre todo, que es un narrador inteligente, concienzudo y que cuenta bien las cosas. Lo concienzudo y lo inteligente son atributos fundamentales para poder mantener en pie un tinglado tan diverso como el que se presenta en “María Domecq”, pues Forn tiene éxito donde otros han fracasado, al mezclar historia y autobiografía. El autor echa mano a elementos tan heterogéneos como la ópera Madama Butterfly, la Guerra Ruso-Japonesa, las agitadas primeras décadas del siglo XX argentino y un ataque de páncreas, todas piezas que forman parte de un dantesco embrollo que vincula al protagonista del libro, el almirante Manuel Domecq García, bisabuelo de Forn, con la obra magna del compositor italiano Giacomo Puccini, pasando por matanzas civiles, hijos perdidos y personajes que tienen los días contados. Forn logra con maestría mantener arriba todos estos elementos y crear un libro al que no le sobra una sola página.
Un casi ridículamente simple pero irrefutable indicador de la calidad de una novela es si es entretenida (con esa palabra desdeñada por la intelectualidad) o no. Pues bien, Juan Forn ha creado un relato que también es gozosamente entretenido, del aquellos que no se pueden soltar y se leen de un tirón. Casi para libro playero, si esta novela hubiese aparecido con la antelación suficiente, pero con la felicísima salvedad de que es una novela dosificadamente inteligente, trabajada, “reporteada” si se quiere (pues Forn es también un perspicaz periodista), pues nos podemos entretener con un reality o comiendo comida chatarra, pero poco beneficio quedará para nuestra persona.
Con esta novela, Juan Forn se gana el puesto de titular en esa oncena (que también convoca hoy a los Aira, Cucurto, Fresán, Pauls, Piglia y en el pasado a los Borges, Bioy Casares, Puig, Cortázar, Arlt, Saer, Di Benedetto, et. al.) que hoy golea en todos lados, da cátedra y aporta a la literatura en lengua castellana como ninguna otra narrativa lo hace hoy en Latinoamérica.



Juan Forn
“María Domecq”
Ed. Emecé, Buenos Aires, 2008, 236 págs
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*Publicado originalmente en El Periodista N° 150, 6 de junio de 2008

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