viernes, 25 de julio de 2008

Mortalmente parecidos

En el año 2003, el periodista Pablo Basadre publicó en el diario La Nación, un reportaje titulado “El Salieri de Teillier”, en el que los dardos apuntaron al poeta antologador y docente nacional Francisco Véjar (Viña del Mar, 1967). En el artículo se detalla la devoción que Véjar profesaba por el vate lautarino, a tal punto que, según relatan los entrevistados de la nota, el primero imitaba al segundo hasta en su enfermiza forma de beber. Comentarios como los que se reproducen en la nota fueron, de seguro, el motivo por el cual Francisco Véjar ha optado por mantenerse oculto, silencioso, alejado de un ambiente en el que no poco ruido se hizo en su nombre. Un ejemplo de lo anterior fue la “Antología de poesía joven chilena” de 1999, donde Véjar recibió más de algún palo tanto cuando la publicó y cuando la reeditó años después; pero, cabe señalar, por los mismos motivos que otros compiladores poéticos (como Raúl Zurita o Julio Espinosa Guerra), es decir, criterios de selección, la inclusión de algunos, la exclusión de otros, etcétera.
Más allá que el artículo antes mencionado se desvanecerá con el tiempo, como pasa con toda la chimuchina anecdótica que rodea la vida de los escritores, hoy está “La fiesta y la ceniza” (Ed. Universitaria, 2008) última entrega de Véjar. Antes de entrar al texto, cabe destacar la excelente edición a cargo del tradicional sello y su colección “El poliedro y el mar”, bien cuidada, realizada con excelentes materiales, con una diagramación y tipografía muy agradables a la vista, con orden, sobriedad y calidad.
Pasemos al texto. Si bien no es la idea seguir mentando la cercanía entre Francisco Véjar y Jorge Teillier, la lectura de este libro da más de un ejemplo de que la escritura del autor de “Canciones imposibles” sigue nutriéndose bastante de la poesía de Teillier. El parecido es evidente. Incluso Véjar dedica poemas a los mismos poetas que admiraba Teillier, como René Char y René Guy-Cadou. Hasta el título de este volumen suena parecido al de Teillier, “El Molino y la higuera”. Se habla en literatura del “parricidio”, de “matar” al padre literario, superar sus influencias y sacar la propia voz. Pues bien, varios pasajes de “La fiesta y la ceniza” evidencian que Francisco Véjar aún tiene esa asignatura pendiente. Por otro lado, el libro es prologado con una nota preliminar de Pedro Lastra, que es idéntica a una publicada en la revista “Pluma y Pincel” en abril del 2006 a propósito de “Bitácora del emboscado”, pero en esta ocasión fue reciclada toscamente, reemplazando donde dice “Bitácora del emboscado” por “La fiesta y la ceniza”. Un ejercicio no muy digno que digamos.
Con todo, hay poemas de buena factura, donde un tono melancólico, lento, transitorio, se evidencia con imágenes en las que Véjar escribe, se escribe y se refugia. Su palabra no es grandilocuente, destemplada o enrevesada por símbolos, sino que es la referencia a la simpleza, a lo inmediato, a lo próximo, sensibilidades a la manera de Efraín Barquero y… Jorge Teillier. Todos estos son rasgos que se repiten en las obras pasadas de Véjar, imagen tratada con sutileza, con jazz y playas semivacías; de hecho Véjar recorre sus obras pasadas en este libro, como “El emboscado” y “País insomnio”, convirtiendo a este libro en una especie de antología, si no de poemas, sí de sensibilidades. Una muestra es “Paráfrasis de Jean Tardieu”, también incluido en “Bitácora…”: “Tiemblo al nombrar las cosas/ Pues cada una toma vida/ Y muere en el instante/ En que escribo.// Yo mismo desaparezco/ Como las cosas que señalo/ Dentro de este fuerte tumulto/ De ruidos y gritos”.
La poesía de Francisco Véjar es singular. Tiene referentes claros e identificables, pero avanza con un claro cometido: hacer poesía de lo que nos rodea y nos define, nada más ni nada menos.


Francisco Véjar
“La fiesta y la ceniza”
Ed. Universitaria, Santiago, 2008, 91 págs


*Publicado originalmente en El Periodista N° 153, 25 de julio de 2008

viernes, 4 de julio de 2008

Poesía de baja autoestima

“Higiene” es el título del segundo poemario de Ernesto González Barnert (Temuco, 1978), joven poeta que ha recibido connotados galardones, becas y reconocimientos, poniéndolo como un nombre destacado y más que respetable entre los jóvenes versificadores. Hoy “Higiene” llega a las librerías de la mano de un sello especializado y consolidado en lo que se refiere a poesía joven, Ediciones del Temple, que recientemente ha logrado mantenerse por el sorprendente período de una década publicando poesía. Todo un ejemplo, quizás un récord, de todas maneras encomiable.
Volviendo a “Higiene”, algunas lecturas de los poemas del libro nos dejan cosas en evidencia. La primera de ellas es que el autor domina el lenguaje, echando mano con razonable destreza a un castellano castizo y aparentemente empolvado, de palabras grandes, altisonantes, dando cuenta, al mismo tiempo, de que la poesía joven es diversa y rica en vertientes y formas. Aunque temáticamente González Barnert prueba ser un epígono de Enrique Lihn (como la inmensa mayoría de los vates chilenos jóvenes), el autor hace un esfuerzo de desmarcarse de lo simple o lo vulgar, instalándose idiomáticamente en una zona más cercana a los Rosenmann-Taub, es decir, de trabajo de la palabra y de enriquecimiento del habla de la tribu.
Todo este sustancioso armazón semántico es utilizado por el poeta para transmitirnos el tema que cruza todo el libro, la precariedad, la miseria que encierra la vida del poeta y del ejercicio poético per se. Hay que señalar que el tema no es nada nuevo ni original, pues en nuestra historia poética nacional (Lihn et al.) ya más de uno se ha encargado de poner al bardo en el último nivel del escalafón literario, al mismo rebajándolo a la categoría de ser abandonado a su suerte, que se desvive por un oficio a todas luces inútil, dudoso –y que hace sudar tinta china-, pero irrenunciable, curiosamente.
González Barnert recorre una vez más ese camino, y nos hace llegar un poemario con una autoestima lastimosa, una composición plena de una poesía de alto vuelo, que nos dice que el poeta y su labor no se sostienen en sí mismos, pero que a la vez no es posible “decirle no al ejercicio”. Así, las páginas de “Higiene” nos presentan copiosas referencias a lo anterior, en “sucios legajos”, “erráticas glosas” o “frágiles correrías”, ante las que se ruega disculpar, poniendo al poeta no sólo como un ser frágil, sino que más encima culpable. La construcción de estos versos nos deja claro que el autor demuestra tener dos características esenciales para un feliz desempeño literario: lecturas atentas y dominio sobre la herramienta esencial: el lenguaje, sus múltiples figuras y sus casi infinitas posibilidades.
En este libro hay versos e imágenes de muy buena factura que nos abren el apetito respecto de la futura poesía de Ernesto González Barnert. Si se permite la analogía gastronómica, “Higiene” es como un bistec a lo pobre, bien presentado, bien preparado, con sabrosos ingredientes y aderezos; pero ya sabemos de antemano de qué va el bistec a lo pobre, y si nuestra dieta se compone sólo de bistec a lo pobre, corremos el riesgo de terminar odiando el bistec a lo pobre, lo que sería injusto para con el chef, así como para con el propio bistec a lo pobre.
Solamente hace falta una apertura temática, un nuevo fondo, superar el conocido solipsismo doloroso del poeta que escribe sobre la poesía y sus bemoles, que sienta a la belleza en sus rodillas, la encuentra amarga y la escupe en su texto. Si bien es ya sabido que, tarde o temprano, los poetas caen en la autoevaluación de su oficio y su irresoluto lugar en el mundo, es un estadio que se debe superar, con mayor razón con autores como González Barnert que demuestran pasta y talento para algo grandemente superior que un mero bistec a lo pobre, delicioso, pero bistec a lo pobre al fin y al cabo. Estaremos siguiendo atentamente las próximas entregas del autor, que seguro dará que hablar, y cambiará las “asociaciones” por una “reputación” sólida, pues “la verdad está llena de muchachos sin talento”, pero Ernesto González no es uno de ellos.


Ernesto González Barnert
“Higiene”
Ediciones del Temple, Santiago, 2008, 81 págs.



*Publicado originalmente en El Periodista N° 152, 4 de julio de 2008