viernes, 7 de noviembre de 2008

Adiós, muchacho

Ya que los Premios Nacionales están de moda, dada la reciente entrega del máximo galardón de las letras criollas al poeta Efraín Barquero, bien vale detenerse en el comentario respecto de la obra de otro laureado, el desaparecido Volodia Teitelboim (1916-2008).
Teitelboim se llevó el Premio Nacional en el año 2002, y a partir de eso, la Editorial Universitaria, en su excelente colección “Premios Nacionales”, ha reeditado el primero de los tomos de sus memorias, “Un muchacho del siglo XX” (1997). Hijo de ucranianos, Teitelboim es y será recordado tanto por su carrera política, así como por su literatura. Sufrió todos los avatares que los militantes del PC padecieron durante un siglo XX cuya segunda mitad fue particularmente amarga para los militantes de la hoz y el martillo (desde la Ley Maldita de González Videla hasta el 11 de septiembre de 1973), y en lo personal, mucho se habló del bullado “divorcio” que tuvo de su hijo adoptivo Claudio Bunster, quien decidió cortar contacto públicamente con el poeta y ex senador, cuando se enteró en 2005 que Teitelboim no era su padre biológico.
En literatura (su amante clandestina a espaldas de su mujer legítima, la política, según el mismo Volodia) su aporte fue indiscutible, y se inició con la primera gran polémica literaria del siglo pasado, la edición de la “Antología de poesía chilena nueva” (1935) junto a Eduardo Anguita, que sacó chispas entre los pesos pesados de los versos criollos (la tríada guerrillera Neruda-Huidobro-De Rokha) y que fue el inicio, para ambos, de una vida ligada a la escritura al mismo tiempo que fue el principio de una senda que los llevaría a ganarse un lugar destacado en el panteón de los literatos nacionales.
Porque no fue la poesía lo que más cultivó el chillanejo abogado, periodista y novelista Volodia Teitelboim (no se deben olvidar su labor en Radio Moscú y su novela “Hijo del salitre”, respectivamente), sino que fue la crónica su arma más efectiva, su talento más visible, y la contribución social y cultural que más se le agradece. “Un muchacho del siglo XX”, primer tomo de sus memorias, llamadas “Antes del olvido”, es un complejo tejido, en el que el autor entrelaza sus vivencias personales, el relato del momento del Chile de la juventud de Teitelboim (bajo la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo, luego la fugaz República Socialista de Grove y Dávila y el nacimiento del Frente Popular), y la agudeza visual recogida en sus viajes, que desencadenan las reflexiones muy a lo Sebald o Magris.
El viaje es el tema central del libro, de hecho el autor cierra así la obra (y así se cierra también este comentario): “Muchacho del siglo XX no has viajado en vano. Tienes a tu lado lo que siempre buscaste. Sumérgete en la claridad de la noche, donde el alma y el cuerpo se encuentran en su hora dichosa. Has desembarcado en el muelle de los sueños, en el punto exacto donde el joven hace el descubrimiento del sentido del viaje. El Norte está en el Sur y el amor es su nombre”.


Volodia Teitelboim
“Un muchacho del siglo XX”
Ed. Universitaria, Santiago, 2008, 538 páginas.


*Publicado originalmente en El Periodista N° 160, 24 de noviembre de 2008

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