jueves, 9 de abril de 2009

Dale con Neruda

¿Seguiremos leyendo a Neruda en el futuro? ¿Desaparecerá de los anaqueles? Lanzo un par de preguntas algo ingenuas, querido lector, alimentadas por el hecho de que hoy el busto de Neftalí Reyes fue desbancado de una patada por la juventud libresca chilena, y en su lugar han colocado dos estatuas sagradas: Nicanor Parra y Enrique Lihn, acompañadas por otras estampitas menores. Pareciera que la labor de continuación de los muy extendidos estudios, catastros y loas nerudianos correspondiera a damas y señores de más edad, de otras épocas, de otro Chile en buenas cuentas. ¿Habrá, a estas alturas del partido, jóvenes que lleguen a las editoriales, plenos de esperanza y exaltación, a presentar un proyecto que sea “un libro sobre Neruda”?, improbable es decir poco, quimérico quizás sea más apropiado. Pero respire tranquilo, lector apreciado, no corra, porque Neruda hay en todas partes. Las repisas poéticas de las librerías, en las cuales el vate parralino ocupa, digamos, un 70% del espacio, lo delatan, acercándonos a ese terror que el propio autor tenía de que publicaran hasta sus calcetines. Concentrémonos en eso, amén de hechos palmarios como el que Pablo Neruda es estudiado -gracias a esa apoteosis nerudiana remanente de los profes- en cada aula colegial de este país. Agréguese el año 2004, año del centenario del nacimiento del vate, año en que se produjo la saturación del mercado cultural con el producto Neruda, atracón del cual muchos aún no se recuperan. Queda claro, eso sí, que para los más veteranos es tan difícil desligarse de Neruda, como fácil es para los jóvenes dejarlo acumular polvo en los estantes.
Concentrémonos, de todas maneras, en el libro “Tal vez nunca. Crónicas nerudianas”, un conjunto de artículos compuestos por el Premio Nacional de Literatura 2006 José Miguel Varas (uno de esos antedichos señores de edad), quien en 2008 sopló 80 velitas en su torta de cumpleaños. El volumen es editado por Universitaria, en esa honrosísima colección que este tradicional sello dedica a quienes se han ganado el máximo galardón literario local. Antes una pequeña mención. El libro como objeto ha perdido calidad, la impresión que ha hecho Salesianos se ve extraña, el libro se ve más débil, frágil, las tapas menos gruesas, el encuadernado con menos pegamento; unas solapas que, además de inútiles (están en blanco), pareciera que se van a rasgar por lo delgado de la cubierta. Quizás habría que revisar eso, en vistas a considerar el libro como un bien durable, que perdure más allá de las crisis mundiales.
Digresiones hechas, vamos al texto. Varas es de esos viejos cronistas que resisten y permanecen en el tiempo; esos cronistas, que ya son como leyendas, semidioses de linotipia que escanciaban licores en las noches mágicas en el centro bohemio, mientras se imprimía el diario, en una jarana que ya no existe, pero que seduce tanto y en la que periodistas y escritores venían a ser como lo mismo, perdidos en difusos torbellinos de vino tinto, pipeño o lo que fuera. Ahí se forjó el estilo de estas crónicas, las que están escritas con esa manera impecable y recortada de Varas, que durante toda su vida se ha empeñado en documentar el Chile que le toca vivir.
En esta ocasión, el punto de fuga es la vida del Premio Nobel 1971, pero sólo se queda en eso, en ser un personaje incidental, pues Varas pone a Neruda como excusa para hacer lo que hace mejor: cronicar el mundo, sanísima costumbre. Claro, la ligazón Neruda-Varas la habíamos visto en “Nerudiano” (1999) y “Neruda clandestino” (2003), donde fueron publicadas originalmente estos relatos, y donde Varas recrea el episodio, -elevado a la categoría de épica-, que fue el exilio del poeta. Un ejercicio de tremenda sanidad es no hacer lo que han hecho decenas y centenas de escritores, académicos, poetas, compañeros de ruta, compinches, yuntas y compadres de Neftalí Reyes: ponerlo al centro, instalarlo –aún- en el trono omnipotente. En ese sentido, este libro de Varas es un aporte, porque no se centra en el yo de Neruda -algo que Varas ha hecho siempre, valga señalar- sino en sus circunstancias. Se le baja algo el humo al inflado suflé del heroísmo, el romanticismo y la politiquería nerudianos, lo que hoy se agradece, y si ese ejercicio se da mediante la prosa sobria y seria de José Miguel Varas, tanto mejor. Así las cosas, igual no sería malo que la corten un ratito con Neruda.

José Miguel Varas
“Tal vez nunca. Crónicas nerudianas”
Ed. Universitaria, Santiago, 2008, 259 págs.


*Publicado originalmente en El Periodista N° 168, 9 de abril de 2009

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