martes, 14 de julio de 2009

Memorias de un soldado

Por regla general, recordado lector, todo lo que hace un Premio Nobel de Literatura es noticia, o al menos digno de ser revisado en algún articulillo o columna (parecida a esta que está leyendo), y en el caso del escritor alemán Günter Grass, coronado nobelesco en 1999 esa regla se mantiene. “Pelando la cebolla” (Punto de lectura, 2008) es una de las últimas novedades editoriales que ha llegado a nuestro país, mediante el sello Punto de lectura, la editorial de bolsillo del Grupo Santillana.
El libro (que cubre 20 años de la vida de Grass, entre 1939 y 1959), en una movida predecible, ya sacó más de alguna roncha, ya hizo correr la indignación, rasgar vestiduras y poner gritos en cielos alemanes, por el simple hecho de que en este volumen el autor de “El tambor de hojalata” (de cuyo proceso de incubación trata este libro) se revela como miembro de las nefastas SS, lo que, en todo caso, fue un secreto a voces, enarbolado durante décadas por los rivales de Günter Grass. Material suficiente para el escándalo global, y asimismo para las ventas. Es que tras leer “Pelando la cebolla”, y considerar la forma y momento en que se presenta la gran bombita del volumen, no se puede dejar de pensar en que esta revelación llega de forma sospechosamente retrasada. En Alemania se alegó, se vociferó que Grass, dadas estas yayitas en su hoja de servicio, debería haber rechazado el Nobel. Pelos de la cola a estas alturas.
La revelación de la filiación de Grass a las SS se instala con bombos y platillos, en medio de una biografía más bien tibia, y donde la capacidad nemotécnica de Grass curiosamente no es tan clara y diáfana como en su “período oscuro”. Curioso, la memoria de Grass tiene como un switch de encendido y apagado en este libro. Más curioso todavía, cuando Grass obtuvo el Nobel por sus “traviesas fabulas negras, que revelan la cara oculta de la historia”. El propio Grass lo reconoce hacia el final: “debo admitir que tengo un problema con el tiempo, muchas cosas que tienen un comienzo y un fin precisos, no las registré hasta que pasó mucho tiempo desde que ocurrieron”. Trate de notar eso, querido lector.
Y claro, es bastante más decidor, harto más atrapador haber formado parte del escuadrón militar más terrorífico del que tenga memoria la historiografía moderna, que las no muy sabrosas listas de libros, las repetidas referencias a la cebolla como materialización de una memoria con un poco de Alzheimer, y las demasiadas preguntas retóricas. Hay que decirlo, el nazismo tira más que una yunta de bueyes. Y si el nazismo es el ingrediente principal de la purga, del exorcismo biográfico de un escritor ganador del Nobel, tantísimo más.
Pero también uno se pregunta si es que en realidad este ejercicio libresco de Grass, antes que “pelar la cebolla” no será pasarle una “manito de gato” o derechamente “correr un tupido velo” a su tan bullada membresía en las SS. El libro es bastante grueso, y aunque el Tercer Reich haya pretendido quedarse mil años en el poder, llenar más de 400 páginas requiere más que eso. A su vez, centrarse en la llamada “vergüenza de los sobrevivientes” es leer mal el libro. Encararlo desde los dimes y diretes también. Pedirle a Grass que devuelva su medallita, peor, pues sólo por “El tambor de hojalata” el autor ganó con merecimientos fama mundial y respeto total como escritor. Quizás sea mejor que usted, amigo lector, juzgue usted mismo, tras leer el libro. A ver qué tanta alharaca.


Günter Grass
“Pelando la cebolla”

Ed. Punto de lectura, Madrid, 528 págs.

*Publicado originalmente en 60 Watts N°4, julio de 2009

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