viernes, 11 de septiembre de 2009

Fomento a la lectura, pero en serio

Si usted ha caminado por ciertas calles de nuestra capital, o bien visto con atención el flanco de nuestras albiverdes orugas del Transantiago, recordado lector, probablemente habrá notado los carteles que son parte de la nueva (y enésima) campaña gubernamental de fomento a la lectura, impulsada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, como parte de su Plan Nacional de Fomento a la Lectura (PNFL). Si usted es un lector más conectado con el mundo virtual, podrá haber visto los spots publicitarios en YouTube. La campaña, titulada “Yo leo”, pretende (tal como las decenas de iniciativas similares que en el pasado intentaron acercar al público los libros, fracasando miserable e inapelablemente), según palabras de la propia ministra de Cultura, Paulina Urrutia, animar al público a leer, a “la formación del hábito lector, (que) requiere de una primera etapa de animación a la lectura, de profunda motivación que convoca a la participación de todos como ‘proyecto país’ (las comillas son nuestras) y que debe incluir a todos los actores involucrados: autores, editores, medios de comunicación, organizaciones sociales, profesores, colegios, estudiantes, bibliotecas, universidades, ministerios, municipalidades, entidades privadas, entre muchos otros”. Un tremendo, optimista y altisonante objetivo, que, sin embargo, se acomete mediante equívocas y torpes frases tales como “yo leo en el baño” (como si la idea fuese glorificar la lectura escatológica), o “yo leo cantando” (¿?). Así las cosas, se podría seguir inventando lemas como “yo leo mientras amaso pan” o “yo leo mientras manejo maquinaria pesada”, etc.
Más allá del mayor o menor entendimiento que tengan las autoridades, de que fomentar la lectura implica un cambio cultural mayúsculo, y que debe ser acometido con políticas públicas de sólida base y de acción intensiva y extensiva, antes que con tristes y precarios voladores de luces publicitarios, existen iniciativas concretas en el sector editorial, productos palpables y a la mano del público, para obtener luces y claves respecto de cómo lograr formar niños que lean. Es el caso de la editorial Fondo de Cultura Económica, tal vez el único sello editorial en lengua castellana que dedica colecciones completas a temas como la edición de libros y la reflexión sobre cómo insertar con éxito a los niños en el universo de la lectura. El ejemplo lo establece la colección “Espacios para la lectura”, una serie de tomos bella y elegantemente editados, que reúne obras dedicadas en exclusiva a la reflexión sobre la enseñanza e impulso del hábito lector en edades tempranas.
Así, hace poco el FCE puso en los estantes de nuestras librerías uno de los trabajos más destacados de uno de los actores más relevantes a nivel mundial en lo que se refiere a literatura infantil y juvenil, hablamos del libro “Conversaciones. Escritos sobre la literatura y los niños” obra del crítico, profesor, ex bibliotecario y ensayista inglés Aidan Chambers (1934), autor de libros como “Dime” y “El ambiente de la lectura”, obras donde se subraya el valor de la lectura desde la juventud, y se aconseja a los padres sobre cómo transformar a los niños en voluntariosos y felices lectores. Publicado originalmente en 1985, Chambers revisa en este conjunto de ensayos y conferencias (en el que se incluyen piezas como “El lector en el libro”, escrito que le granjeó a Chambers el premio de excelencia crítica otorgado por la Children’s Literature Association), la literatura, los primeros escarceos que los niños pueden tener con ella, y el importante rol mediador de los adultos en el éxito de ese proceso, de suyo exigente por estos días. Volviendo al tema del fomento lector y sus dudosas campañas, “Conversaciones” es particularmente útil para los profesores de castellano (o como se les diga ahora), pues incluye ejemplos prácticos de cómo interesar a un niño en un libro.
La lectura de este volumen nos deja algunas pistas útiles, que debieran ser aprovechadas sobre todo por quienes ejercen la docencia. Por ejemplo, el compartir la lectura como experiencia donde el profesor (o los padres) y los niños logren identificarse en la actividad de leer, mediante la conversación y la discusión de lecturas. Lo medular es conversar (no olvidar este verbo) sobre libros, poner en un espacio común la experiencia y el contexto lector, lo que sirve para reforzar un libro recién leído, o bien para tentar a un lector potencial de ese libro. La conversación es la estrategia, la invitación, la carnada, si se quiere, para enredar al niño en la virtuosa red de la lectura.
“Conversaciones” tiene una secuela llamada “Dime”, publicada por el mismo FCE, y que figura en la colección del libro acá reseñado (donde también se incluye un apreciable trabajo de Teresa Colomer, especialista española en libros infantiles). No vendría nada de mal acercarse a estos materiales de calidad probada, antes de poner oreja a blandengues campañas improvisadas, donde se intenta inyectar amenidad y factores de acercamiento con eslóganes y jingles de mal gusto y peor estofa. Mejor es prestar atención y amplificar el mensaje de quienes, como Aidan Chambers, ya desde hace décadas tienen la película bastante clara.


Aidan Chambers

“Conversaciones. Escritos sobre la literatura y los niños”
Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 2009, 268 págs.

*Publicado originalmente en El Periodista N° 177, 11 de septiembre de 2009

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