viernes, 18 de diciembre de 2009

Un tesoro para leer

Desde hace algunos meses, querido lector, nuestro particular y acotado universo editorial experimentó una novedad llegada desde la costa de la Región de Valparaíso. Esa novedad es el sello Quilombo Ediciones, que hizo su estreno en sociedad en septiembre pasado con la publicación de “Piernal de cueca chora”, un simpático dispositivo con instrucciones para bailar el ritmo nacional, un libro objeto (a cargo de Araucaria Rojas, hija del gran mandamás guachaca Dióscoro Rojas) que incluye pañuelo e ilustraciones del conocido artista Alberto Montt. Un libro singularísimo en su especie y propuesta, que engalana los anaqueles librescos criollos a un año del Bicentenario.
La segunda entrega de esta vigorosa editorial es “La Negra Ester, décimas ilustradas”, libro que reivindica, en una cuidada edición de lujo, la labor poética de Roberto Parra (1921-1995), poesía que está engalanada por el trabajo de la ilustradora Sole Poirot, cuyas imágenes dan nueva vida a un texto que le llevó a su autor diez años para producirlo, y que tuvo su gran esplendor representado en las tablas por el desaparecido director Andrés Pérez, en una adaptación que este último realizó con el propio Roberto Parra.
La celebérrima obra teatral eclipsó (involuntariamente, por cierto) el texto escrito, las décimas, forma poética que no es extraña para el clan Parra. Baste sólo mencionar el proverbial uso que le dio Violeta Parra a esta métrica. Por lo tanto, uno de los primeros valores de esta nueva edición es poner a disposición del lector un texto renovado, vivificado por el pulcro trabajo de edición e ilustración que realizaron las personas de Quilombo, situando a este libro a la delantera de los volúmenes antecedentes, concentrados casi en sólo reproducir La Negra Ester, y mayormente en su dimensión dramática, relegando a la décima a un injusto olvido que, aun inconsciente, es olvido que merece ser reparado, satisfacción que, como se sabe, rara vez se hace con el tiempo y la oportunidad requeridos.
La historia es conocida. En San Antonio se da la relación amorosa entre Roberto Parra y una prostituta del puerto, La Negra Ester. Una relación que osciló entre la picardía y la zozobra, entre el deslumbramiento de Parra ante la hermosura superior de la princesa popular, y la amarga certeza de que su amor no es correspondido por la meretriz, bañando la idílica visión de La Negra de una pátina de desconsuelo, irremisiblemente resignada, pero a todas luces admirable, agraciada en su inmortalidad, en su permanencia, a pesar del sinsentido que pueda entrañar un amor que no se materializará jamás pero que vive en el lenguaje y adquiere todo el valor y el sentido posibles al ser escrito, nombrado y leído.
En nuestra anterior revisión de libros para regalar en Navidad, incluimos a esta versión de La Negra Ester, y en este comentario confirmamos a este libro como uno de los aciertos del año editorial 2009, un acierto que no sólo se erige como un primoroso rescate de una obra que está instalada con firmeza en nuestro imaginario popular, sino por constituir la prueba palmaria de que el trabajo editorial de calidad es factible y merecedor de todo destaque, sobre todo cuando el esfuerzo viene de firmas pequeñas, donde los recursos, siempre escasos, se suplen con una cuota grande y notoria de corazón y empeño en poner frente a los ojos del desatendido lector un texto que hoy es parte del patrimonio cultural chileno, en una edición que traspasará el tiempo con durabilidad y gracia.
Poco más queda salvo recomendarle a usted, buen lector, que se agencie un ejemplar de “La Negra Ester, décimas ilustradas”, y que atesore el libro en un lugar lucido en su biblioteca. Un libro como este no merece menos, y con certeza podemos decir que bien merece mucho, pero mucho más.


Roberto Parra
“La Negra Ester, décimas ilustradas”

Quilombo Ediciones, Concón, 2009.


*Publicado originalmente en El Periodista N° 184, 18 de diciembre de 2009

viernes, 4 de diciembre de 2009

Carlito’s way (o el arte de mandarse cambiar)

El momento literario nacional pone a “Missing, una investigación” (Alfaguara, 2009), última entrega del escritor y cineasta Alberto Fuguet (Santiago, 1964), en el centro del escenario. Ya antes el autor de “Mala onda” había estado en el choque de las placas tectónicas, había sufrido los vilipendios del respetable, chanzas que corrían casi paralelas a la formación del núcleo de adeptos que acogieron de entrada a Fuguet y su spanglish nervioso, sus correrías piscoleadas por el deep Vitacura o por las carreteras tierrosas del tierroso oeste gringo, su desencaje -geográfico e idiomático- en un país como Chile, al que parece todavía no acostumbrarse del todo, que le causa cierta urticaria por momentos, pero al que igual se vuelve con cierto regocijo, con cierta mirada de esperanza, de que algo se puede hacer.

Recientemente asistimos al ejercicio de ciertos autores que se meten con todo en sus libros, a saber el estadounidense Bret Easton Ellis y el argentino Juan Forn, que se instalaron en sus textos, perdiendo cierto pudor, o más bien tomando en propia mano el asunto siempre urgente de saldar cuentas pendientes con el pasado. En el caso de Fuguet (que ya antes había metido un pie en la piscina autobiográfica) el resultado es “Missing”, un texto que se resiste –saludablemente- al encasillamiento genérico, y que entre sus virtudes destaca por tener una vitalidad patente. La historia trata sobre la pesquisa que emprende Alberto Fuguet de su tío Carlos Fuguet (“la oveja negra que toda familia parece o necesita tener”), quien un buen día decide cortar lazos con todo conocido, divorciándose del hogar como cobijo, renunciar a su sangre, y mandarse cambiar sin más, con el horizonte por toda perspectiva.

La pérdida se transforma en obsesión para Fuguet, y en “Missing” esa fijación es la propulsión que lleva a que el autor no solamente a embarcarse en la búsqueda de ese tío que se fue 30 años antes, sino también de paso revisar, sin chapas ni personajes, toda una biografía familiar que tiene más miserias que episodios felices. En un gesto de arrojo, Fuguet arremete con una familia que tiene más deméritos que generosidades, diluyendo una institución que sólo sobrevive intacta en los sermones dominicales o en las series de televisión. Valiente Fuguet porque tiene cojones para poner en el banquillo a su clan, y de paso mirarse él mismo en el negro espejo que implica ser parte de un grupo humano donde la malquerencia (rasgo triste del que el abuelo de Fuguet, padre de Carlos, es el exponente más tremebundo) le gana terreno a la fraternidad. La herida más profunda de la familia es Carlos, quien tras discutir con su agrio padre, decide irse, no para probar fortuna con una sonrisa de beatífica ilusión en el rostro, sino para simplemente no estar, para dejar de estar ahí, borrarse de ese vórtice de dolor puertas adentro que fue el hogar paterno.

Aún cuando este libro mantiene uno de los rasgos distintivos de la prosa fuguetiana, este es, la tendencia a generar frases para el bronce -“cuñero”, más simplemente-, es del todo posible señalar que Alberto Fuguet gana su apuesta literaria más grande (que no tiene “nada de arte, nada de metáforas”). Fuguet se la jugó en un libro que también es recorrido por la duda (de hecho el germen es una crónica para la revista Etiqueta Negra, que el autor fue renuente en confeccionar; y el mismo libro es una empresa que puede capotar en cualquier momento), por la inseguridad, por un poner todo sobre la mesa y esperar ver cómo caen los dados. Alberto Fuguet sale de este túnel del tiempo galvanizado por la confección de un libro macizo, vital, inquieto, y que sin duda se alza como una de las cumbres de su obra.

Alberto Fuguet
“Missing (una investigación)”
Ed. Alfaguara, Santiago, 2009, 386 págs.

*Publicado originalmente en El Periodista N° 183, 4 de diciembre de 2009