lunes, 29 de noviembre de 2010

Cariño malo

Pasó con Álvaro Bisama (Valparaíso, 1975) lo que pasa cuando los escritores deciden descansar un poquito de los apocalipsis reiterativos, de los platillos voladores salpimentados de pop, de las manadas de mutantes o zombies famélicos que se toman la ciudad, y empiezan a escribir libros en serio: lo hacen bien. Esto pasó con “Estrellas muertas” (Alfaguara, 2010), el último libro de este profesor, columnista y escritor porteño.
La historia es esta: una pareja de Valparaíso vive una turbulenta historia de amor (contada por un “él” y una “ella” anónimos que están en trámite de separarse) en los años 90. Ella, llamada Javiera, perteneciente a las Juventudes Comunistas, se une a un muchacho –Donoso- de 18 años. Se van a vivir juntos. Ahí empieza su declive y el desdibujo de todo lo que en algún momento prometió ser el retrato ideal del futuro, pero que termina siendo el plano de una relación condenada a un final atroz. Estilísticamente, la novela es muy propia de su autor, que se ha destacado por forjar un modo escritural suelto y vital, donde trucos como el capítulo corto (al punto que se pierde la numeración de las páginas), la telegrafía del punto seguido (todo un rasgo de la generación de narradores en que el autor se inscribe), la arbitrariedad y la exageración delimitan una identidad que ya es marca registrada. En “Cien libros chilenos” el canon personal de lecturas nacionales que Bisama publicó en 2008, estas maniobras se elevaron a la categoría de arte.
La lectura de esta novela (que mereció una portada mejor) revela que no porque deje de hablar del fin de los tiempos Bisama pierde fuerza. Por el contrario, gana en potencia narrativa al zambullirse en los cataclismos íntimos, que pueden ser tan devastadores como si el universo tuviese a bien estallar en miles de trocitos. El propio autor señaló en una entrevista, a propósito de este libro, que le sale fácil escribir de mutantes, inventarse películas de terror o enumerar decenas de formas en que se acabe el mundo, por tanto se deduce que estas “Estrellas muertas” no fueron bolitas de dulce para el ex Comelibros mercurial. Se nota que así fue, que hubo un trabajo y un atrevimiento de no volar por esos inocuos paraísos artificiales, y en cambio tornar la mirada a un pasado negro, difícil, desencajado y contrahecho. Destruir el mundo de una vez y para siempre es fácil, recordarlo en sus dobleces más escabrosos e interminables puede ser agotador. Acabar, en el texto, con mil vidas de un bombazo puede ser tarea rápida y sencilla, mientras que la descripción de cómo dos personas se van desarmando lentamente requiere de cirugía y coraje. Hacer una apuesta y esperar, sin más.
Bisama gana la apuesta, esto es lo importante. Viendo las entrevistas y testimonios que la prensa recogió del autor, pareciera que pasará un buen tiempo antes de que éste se lance en una aventura literaria de esta estirpe. Ojalá que no sea así, porque sobran en el mercado libros de zombies, marcianos y espectros, pero le faltan novelas recias, corajudas, contundentes y con sustancia, como “Estrellas muertas”.


Álvaro Bisama
“Estrellas muertas”
Ed. Alfaguara, Santiago, 2010, 187 págs.

*Publicado originalmente en El Periodista N° 199, 29 de noviembre de 2010