viernes, 29 de abril de 2011

Lo máximo

Llegará un día en que la literatura nacional, o al menos sus formas, navegarán y circundarán nuevos océanos, ignotos fiordos, sorpresivos y estimulantes estuarios, etcétera. Pero mientras sigan apareciendo obras como Los sinsabores del verdadero policía (Ed. Anagrama, 2011), la última obra publicada del escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003), seguiremos chapoteando felices y asombrados en la tina tibia –aunque infestada de tiburones- de la literatura del autor de Los detectives salvajes.
Mientras los otros libros póstumos de Bolaño se servían de prólogos para avanzar a un paso razonablemente firme, Los sinsabores del verdadero policía, aunque premunido de prefacio y nota editorial a cargo de la viuda del autor, tiene una autonomía (y por autonomía queremos decir calidad) suficiente para integrar la primera línea de la obra bolañiana, a medio camino, o en medio del camino entre Los detectives salvajes y ese obelisco que es 2666, aún cuando la nota literaria (perfectamente prescindible) nos informa que este libro se gestó a largo de dos décadas, desde los 80, hasta el 2003, año de la muerte del autor.
La historia versa sobre un exiliado profesor de literatura, chileno, Amalfitano, quien con su deliciosa hija Rosa se van a vivir al pueblo mexicano de Santa Teresa, donde tomará un trabajo de profesor, el único disponible luego de perder un empleo en Barcelona, tras un escándalo generado por su relación homosexual con su joven alumno Joan Padilla (memorable es el catálogo, tributario de Los detectives salvajes, de poetas que hace este personaje en la apertura del libro).
Los ingredientes son los mismos, literatura -con la vuelta de Arcimboldi como plato principal-, sexo, violencia, amor, política, la lírica maldita. Y las sensaciones frente al texto son las mismas, una rotundidad incuestionable de encontrarse ante ese mismo Bolaño que a fines de los noventa tomó por el cuello a la novela en castellano, la saludable y modernísima incompletitud de un libro (y que las malas lecturas le cuelgan el sonoro apodo de work in progress) que trata sobre perdedores, sobre derrotados políticos, escritores que pierden su batalla contra las novelas que no pueden terminar de escribir. Esta novela adquiere sus credenciales bolañianas con la introducción del juego, estructura, tiempos distintos, superpuestos y traslapados, más digresiones que sí vienen a cuento, no como las de los copiones de Bolaño, lateros infames. Están aquí también los cabos sueltos que son vasos comunicantes, y que se leen como se podría leer Wikipedia, donde cada historia lleva a otra, encadenada por un pasadizo, con un rastro para que los verdaderos policías puedan seguirlo sin perderse.
Volvemos a ver lo máximo de Roberto Bolaño, buen cierre si es lo último de un escritor que tiene la posteridad por delante, la posteridad de ser considerado como lo mejor que le ha pasado a la narrativa en Chile desde la segunda mitad del siglo XX.


Roberto Bolaño
“Los sinsabores del verdadero policía”
Ed. Anagrama, Barcelona, 2011, 323 págs.

*Publicado originalmente en El Periodista N° 204, 29 de abril de 2011

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