miércoles, 2 de noviembre de 2011

De cara al Bicentenario

Una de las sensaciones que queda al leer los poemas de Sumario (Ediciones Tácitas, 2011), cuarta entrega del poeta nacional Cristóbal Joannon (Santiago, 1974) es que llega con un atraso de casi un año. Esto porque, tal vez, cuando mejor efecto podrían haber causado este conjunto de poemas que le dan duro a lo nacional, era cuando el país completo estaba embriagado por la fiesta interminable del Bicentenario de esta república, de democracia imperfecta. Pero no es más que un detalle este error en el timing, puesto que los vicios propios de una sociedad llena de parches, mentiras y cojeras siguen siendo parte de nuestra idiosincrasia, aún cuando todos los días se intente maquillar o falsear un país que no es copia feliz de ningún edén.
La poesía de Joannon se caracteriza por su franqueza, pero en esta ocasión, se hace del discurso oficial que pulula y ha fijado residencia en las oficinas, en los templos de la burocracia, en los pasillos, no necesariamente del poder, sino que en los recintos donde el lenguaje de la organización es el idioma de lo falso, de lo oficial falsario. Adoptando el tono del discurso oficial, del comunicado, del bando militar, Joannon recrea y revive en su libro el relato que es la columna dolorosa del Chile de las últimas tres décadas. El autor no es el primero ni tampoco será el último en hacerse cargo de la dinámica vital del Chile posdictadura, ni tampoco de sus actores secundarios, como los “Chicago boys” u otros actores de reparto de nuestra terrorífica historia pinochetista, que dejó huella en el imaginario post 1990.
Joannon logra tomar el ritmo e imponer la cascada de imágenes, apelando mediante una voz omnipresente, intmidantemente omnipresente. De entrada lo que hay es la apelación a un tú, un sonsonete que es el reto al sometido, la lección al esclavo: “Debería avergonzarte tu actitud: participas/ de nuestra pax americana y al mismo tiempo/ la desprecias. Tú sabes cuánto valoramos las tareas que has ejecutado; hay en ti energía y dedicación. No cometas el error de ofender/ a quienes velan por tu salud y bienestar”. Es la reproducción del correctivo que puede dar un jefe, pero calzado en la matriz intimidante del torturador que interroga. Joannon quiere reproducir esos circuitos del terror, esos discursos del apriete y de la amenaza, tal vez queriendo galvanizar este tipo de lenguaje como algo nacional, idea espeluznante, y no alejada del todo de las vivencias cotidianas de miles de chilenos actuales: “Esperábamos otra cosa de ti; bastante rápido/ se te fueron los humos a la cabeza, incluyendo ése./ Con qué velocidad dejaste de responder el correo./ ¿Qué clase de culpa inquieta tu vigilia? ¿Otro galvano/ aún por conseguir en el podio de las grandes causas?”
La queja de Joannon es clara, es prístina su querella ante el Chile globalizado y dependiente de forma directa de los dictados de papá EE.UU., pero nunca olvidando la grosera y chocante precariedad de un país que suele invertir denodados y eufemísticos esfuerzos en mostrar afuera una imagen que simplemente no se tiene: “Hemos optado por una tristeza menos evidente; se nos describe/ como un retén de pacos apolillándose al final de Cono/ asolado por marejadas y monstruos cartográficos. Carne de perro por dentro, cuero de chancho por fuera”.
Joannon diversifica sus recursos en este volumen, proponiendo un justo contrapunto entre la época clásica y nuestros días, entre la estabilidad implantada con sangre en un imperio militar, y una dictadura sudamericana que siguió esos designios dos mil años después. Así no es raro que haya una referencia al retórico griego Protágoras, pues es el discurso el instrumento de poder, la expresión verbal de una nación inmersa en la mentira: “Ya que en esto de las contradicciones/ recordemos aquí a unos cuantos dignatarios/ que saben ex cathedra cómo debiésemos vivir:/ becarios diligentes, paladines del buen sentido,/ liberales que juraron en Cerro Chacarillas/ y decidieron no contradecir a sus empleadores”. O que haya referencias latinas: “Si allá arriba, donde Roma gobernó, el terrorismo escampa/ y ya no saben qué hacer con moros y cristianos, pues bien,/ quizás deban mirarnos a nosotros esta vez”.
Parriano en sus expedientes, Joannon instala un discurso de alerta, propone la idiomática del eufemismo y de lo ornado. El suyo es el esfuerzo por denunciar la dorada guirnalda del discurso oficial, de la advertencia, del mandato. Desempolvando y sacándole brillo a la retórica de las oficinas del centro o de los diversos departamentos del aparato público, el poeta pone delante del lector el idioma del mundo, desprovisto de arte –aún cuando su vehículo sea un libro de poemas-, de belleza. Está en los propósitos de Joannon reproducir la rigidez de la nota, el reporte y el sumario, reproducir con un imaginario nutrido un esquema social, el talante gris y amargo de las instituciones que funcionan. Si en otras ocasiones, Joannon propuso un discurso poético sin ambages, ahora hace exactamente lo contrario, poetiza los ambages que han caracterizado el discurso, la lengua amarga y ficticia del Chile actual.

Cristóbal Joannon

"Sumario"
Ediciones Tácitas, Santiago, 2011, 55 págs.

*Publicado originalmente en Revista Intemperie, 2 de noviembre de 2011

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