viernes, 28 de enero de 2011

Poesía a mil

Un libro que parece un juego, o que al menos lo plantea, esa es la impresión que queda tras revisar Mil versos chilenos (Ediciones B, 2010), compilación poética a cargo de los académicos Marcela Labraña y Felipe Cussen. El prólogo de esta particular antología, a compuesto por Marcela Labraña, transmite optimismo, un entusiasmo a veces ingenuo, casi adolescente, pero desde luego envidiable. Este prístino fervor se basa fundamentalmente en el hecho de que Labraña, a pesar de las cartas credenciales que se detallan en la solapa de este libro, habla desde su experiencia como lectora de poesía y como manipuladora de versos chilenos.
La honestidad de la propuesta se evidencia en la candor de Labraña, quien junto a Cussen han armado este epigramático manual de versos a punta de memoria y recurrencia, “aquellos versos de poetas chilenos que, aunque alteremos su forma, no conseguimos olvidar”, justificando la selección apelando a la archimanoseada metáfora boxeril de Cortázar y los cuentos, o a propósito de un romanticismo que parece deslavado a estas alturas, como el poner la poesía en todas las mesas, o que la escribimos entre todos.
Esta simpleza, lejos ser algo objetable, es la saludable antesala a un trabajo riguroso de selección emprendido por Labraña y Cussen, pero que por su naturaleza y propósitos no tiene mayores pretensiones, cosa bastante rara en resúmenes, conjuntos, colecciones, revisiones, panoramas o antologías poéticas locales, la inmensa mayoría de ellas creadas con el peregrino propósito de clavar las banderas en el territorio de la poesía chilena, o establecer los límites de la comarca poética, y casi siempre con la intención dudosa de erigir al antologador en cartógrafo último y principal de un terreno que no termina de expandirse, y que nunca deja de contar con regiones olvidadas.
Este libro, cuyos contenidos están acertadamente ordenados de forma temática, opera más como un catálogo de poesía chilena, antes que ser antología –con todo lo sano que es eso-; es un muestrario, un compendio de la potencia que han alcanzado en pocas palabras los poetas chilenos a lo largo de la historia, pero sin hacerse la zancadilla inherente a toda selección: el enredo en motivos del porqué están unos o faltan otros. Una cortapisa salvada de forma gloriosa, que resalta un corpus poético que da cuenta de una tradición que dialoga consigo misma
La absoluta falta de pretensión y la amena propuesta de este conjunto, lo hacen totalmente recomendable para diversos usos, entre otros, servir de entrada al universo que encarna la poesía chilena, un universo que hoy se usa como eslogan para vender mejor a Chile como marca en el extranjero, pero que representa, en esencia, un reservorio de nuestro valor cultural más fuerte, la poesía.


“Mil versos chilenos”
Marcela Labraña & Felipe Cussen (compiladores)
Ediciones B, Santiago, 2010, 188 págs.


*Publicado originalmente en El Periodista N° 201, 28 de enero de 2011