viernes, 5 de agosto de 2011

Nunca me abandones

A primera vista, la actualidad de Alejandro Zambra (Santiago, 1975) pareciera ser miel sobre hojuelas. El año pasado, la revista Granta lo nominó como uno de los 22 narradores jóvenes hispanoamericanos más destacados. Además, la película Bonsái, basada en su primera novela, dirigida por Cristián Jiménez, se exhibió en el empingorotado Festival de Cannes, y si bien no sacó premio, sí atrajo miradas y elogios. A esto hay que agregar la aparición de su tercera novela, Formas de volver a casa, tercer volumen que publica con el sello Anagrama.
Del texto de Zambra se pueden decir muchas cosas, pero, de elegir alguna, está el hecho de que Formas de volver a casa constituye una vuelta de tuerca en la literatura golpista en Chile. Si en alguna etapa primigenia, la escritura del golpe estuvo centrada en el reporte del trauma del 11 de septiembre de 1973 (en tono de novela de espías o de suspense, incluso), pasando luego a la escritura testimonial del horror dictatorial y del exilio, tanto desde el punto de vista de las víctimas, así como de los victimarios (descollando ahí, cómo no, Roberto Bolaño), la novela de Alejandro Zambra hace el corte de cinta de una nueva atalaya para observar la escara oscura que dejó el aniquilamiento de la democracia por parte de las FF.AA.
Esta fresca mirada es a la vez la reconstrucción de un discurso callado, que se germinó a medida que la generación que creció en los ochenta y que vio la dictadura desde una galería más bien lejana (los “personajes secundarios” como señala Zambra), se fue desarrollando con los años de esta transición que pareciera inconclusa, y que desemboca en la democracia imperfecta que signa al Chile de hoy. La historia es sencilla, un niño crece en una villa del Maipú de mediados de los ochenta, donde traba amistad con una vecina mayor, Claudia, a quien conoció luego del terremoto de 1985, y que, a vuelta de calendario, el protagonista vuelve a encontrar años después para involucrarse amorosamente, mientras revisitan ese pasado común, que aporta más preguntas que certezas respecto de esos años lóbregos. En paralelo, el relato se enfoca sobre un escritor separado -el propio Alejandro Zambra- que da cuenta de la recreación en la escritura de aquellos días.
El relato, desde luego político, abre senderos, desde luego muy literarios (sobre todo de lecturas), pero también muy íntimos del autor. Esto último opera como un perfecto antídoto ante el maniqueísmo que puede surgir al escribir una novela propulsada por el hito que partió a Chile en dos mitades irreconciliables. Morigerada a punta de una cálida intimidad, que surge de la exploración sentimental que el autor brinda, con una prosa medida, ordenada, sin recurrir a recursos equívocos como la puntuación telegráfica.
Haciendo todo sin querer, como parece decir el autor a la hora de referirse a esta novela, Zambra propone una batería de historias posibles, una política, una generacional, otra paternofilial, otra literaria, otra (des)amorosa. Todas latentes, amarradas con el tenue decir exacto que caracteriza la escritura de Alejandro Zambra.

Alejandro Zambra
“Formas de volver a casa”

Ed. Anagrama, Barcelona, 2011, 164 págs.

*Publicado originalmente en El Periodista N° 206, 5 de agosto de 2011