viernes, 16 de marzo de 2012

Mente enferma

Y así fue como un buen día, no se sabe muy bien por qué peregrina razón, una inadvertida organización llamada “Círculo de críticos de arte” (que, según se puede rastrear en Google, tiene más de medio siglo de existencia) dejó de ponerle atención a la marina con su crespo rompeolas o a la instalación que precede al coctelito, y decidieron, un día de enero en las apacibles dependencias de la Corporación Cultural de Las Condes, premiar libros. El favorecido en esta ocasión fue el volumen de cuentos No aceptes caramelos de extraños (Uqbar, 2011), última entrega de la escritora y académica chilena Andrea Jeftanovic (Santiago, 1970). Además muy honrado se ha de haber sentido Tomas Tranströmer, pues el Círculo de Críticos de Arte de Chile lo condecoró en el área de literatura internacional. El poeta sueco ya puede poner este noble galardón junto al diploma del Premio Nobel, para que luzca. Cuánto honor.
Volviendo a Andrea Jeftanovic, el plan de la autora en este libro es claro, mostrar el lado oscuro, la sensualidad sucia, el lado B, lo oculto, lo malévolo, lo abyecto, lo que se calla, lo que no se dice, lo innombrado, en fin, como se quiera motejar a la pulsión perversa que corre subrepticia y firme en todos los seres humanos, más allá de la correcta fachada pública (tal vez por eso llamó tanto la atención del psiquiatra Marco Antonio de la Parra este libro), y de paso cachetear cualquier idea preconcebida de núcleo familiar en Chile. Jeftanovic no es una escritora nueva en el medio nacional, hace años que viene animando, sin concesiones, la escena de la narración chilena, y en esta pasada, entrega un conjunto de once cuentos uniformes en tono (se prefiere la segunda persona) y temática.
Tal como sucede con los libros de poesía, los cuentos nunca son todos buenos, hay altibajos. La apertura del libro, “Árbol genealógico”, es débil, se pasa de rosca y roza el absurdo. Luego asciende hasta llegar a los relatos más logrados como “Marejadas”, “La necesidad de ser hijo” (donde se nota cierto buceo en la propia identidad de la autora) y “En la playa, los niños…”, a pesar de lo flojo del título de este último. El talento que más resalta en este volumen es la imaginería que su autora es capaz de construir, imaginería que se compendia en los colofones que se incluyen al final de cada cuento. Dentro del fárrago de la hiperconciencia (que cuando está en boca, por ejemplo, de conspicuos recién nacidos o niños chicos suena extraña) surgen perlas interesantes, postales bien acabadas, que incluso podrían disponerse en vertical y transformar en libro en un solo largo y crudo poema a las bajas pasiones.
La lectura del libro no es fácil, la segunda persona tiene ese riesgo, con facilidad puede transformarse en un sordo sonsonete plano, cansador, con una espesura que puede caer algo pesada, sobre todo en un libro que deliberadamente deja de lado toda chance de benevolencia, suavidad o inocencia. Andrea Jeftanovic visita un mundo oscuro que no es primera vez que se devela, pero que no deja de instalar desesperanza.


Andrea Jeftanovic
“No aceptes caramelos de extraños”
Ed. Uqbar, Santiago, 2011, 139 págs.


*Publicado originalmente en El Periodista N° 212, marzo de 2012

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