viernes, 9 de agosto de 2013

Alegremente confrontacional



Germán Carrasco (Santiago, 1971) es, sin discusión, uno de los poetas chilenos más relevantes de la actualidad. Ya se ha dicho antes, sus libros se cuentan entre la mejor poesía que se ha escrito en Chile en las últimas décadas. Una destreza similar demuestra en el arte de la opinión, así se puede ver en A mano alzada (Cuarto Propio, 2013), un compendio de textos que el autor ha publicado principalmente en el semanario The Clinic, así como prólogos de libros.
Sin fechas, introducciones, prefacios ni ninguna seña que permita situar estos escritos salvo el propio contenido, el conjunto se erige como un despliegue soberbio de nervio y lucidez, un tono único, una rabia respirada, bien trabajada. Como en sus poemas, el estilo de Carrasco sobresale por su acabada definición, y la incontrastable fuerza de su mano suelta.  
En un país conservador e insólito como Chile, donde el disenso es pecado mortal, es tremendamente sana la existencia de Germán Carrasco, o al menos de esta dimensión opinológica. Es sana su desobediencia, desde la que emergerá lo nuevo. Es sano también que su escritura tenga como punto de fuga lo que maneja al dedillo, la poesía, a diferencia del columnista chanta de ocasión web, que mete cuchara en cualquier cosa y, peor, cree hacerlo espectacular. Como poeta, Carrasco tiene todos los sentidos afinados y logra trasladar eso a estas páginas, que hablan del silencio, de cine, de los grafitis en los baños, su paternidad lejana y otros temas de hoy. Entre otras razones, la prosa de Carrasco funciona porque carece de los frenos que dicta la corrección política. No hay miedo ni la cautela ridícula de pisar cáscaras de huevo. Con todo, hay que separar paja de trigo, el autor tiene tics y los repite (el verbo “samplear”, los poetas como karatecas, el desprecio a la métrica), pero de todas formas, el saldo deja sacos llenos de provechoso candeal, que operan como un antídoto ante la complacencia, como una bandera de sospecha, de deslenguada hilaridad, que fluyen con el ritmo y la velocidad que sólo un poeta de excelencia puede brindar a un texto.
Con todo, y sorprendentemente, el libro está plagado de faltas de ortografía (¿Qué pasó ahí, Cuarto Propio?); tal vez la mano alzada fue mucha y provocó tantos fallos, o bien fue una decisión deliberada de dejar los textos desarreglados. A pesar de todo, no opacan casi nada el vigor directo y la potencia de la prosa de Germán Carrasco, un escritor necesario y conspicuo en el mar del columnismo listillo y la opinología light que campea en Chile y hunde el discurso de verdad crítico. Un triunfo, un aporte no a la prosa, a la literatura o a otras instituciones de esa especie, sino un aporte completo, una alternativa a una sociedad para que pueda pensar distinto.


Germán Carrasco

“A mano alzada”

Cuarto Propio, Santiago, 2013, 315 págs.

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