El
desastre que expone Diamela Eltit (Santiago, 1949) en su último libro Fuerzas especiales (Seix Barral, 2013)
no está en Nueva York, Barcelona, Rosario o en algún rincón extravagante del
orbe, sino que está acá, en el Chile urgente de todos los días, pero no de
todos los ciudadanos. Un Chile sitiado por los cuatro costados, sin distinguir
lo físico de lo mental. Los personajes de esta novela están recluidos en una
población, que es planteado como el territorio donde la acción transcurre. El
libro mantiene la tónica que Eltit ha mostrado en libros anteriores como Mano de obra, sobre todo en lo que
podemos percibir de la boca de los personajes, de su lenguaje. Son personajes
que no tienen escapatoria, viven en una opresión permanente que los ha invadido
a tal punto que lo único que conservan es el anhelo –lejano- de salir de los
blocs, de salvarse, de alejarse de ese lugar donde “tiras y pacos” subyugan sin
contrapeso a punta de miedo a quienes viven en el lugar, “Tenemos más vida
todavía porque los carros policiales no se detuvieron hoy en el frente de
nuestro bloque”.
La principal herramienta de trabajo
de Diamela Eltit es el lenguaje. Esto puede parecer una perogrullada, pero en
el caso de la autora de Lumpérica es
un pilar mayor que sostiene este libro, puesto que es mediante el lenguaje (culto
y popular) usado con habilidad como Eltit construye el día a día infernal y
perturbado de estos personajes, contado a través un permanente monólogo emitido
por una voz femenina.
De este libro ya se ha señalado que
es contingente. Claro, no es desacertado aseverarlo cuando la autora aprovecha
efemérides para intervenir con una nueva entrega (como pasó con el Bicentenario
e Impuesto a la carne), y en los
últimos tres años el gobierno de Sebastián Piñera ha instalado un estado
policial, convirtiendo a zorrillos, guanacos y policías con armadura en parte
del paisaje nacional. Con todo, esta propuesta es una parte más de un proyecto en
desarrollo de Diamela Eltit, donde se distinguen vasos comunicantes tales como
la violencia, la avasallamiento, la imposibilidad de optimismo, la crueldad, el
desamparo, la alienación, y el cuerpo como receptor y difusor del terror.
Como ya es costumbre (antes fue
rupturismo) de la autora en cada nueva publicación, lo que Fuerzas especiales constituye es una representación directa, quizás
menos alegórica que en otras obras, de un nuevo rincón rancio de la infinita y
omnipotente miseria chilena (antes fueron un supermercado y un hospital
público), y cómo un grupo de compatriotas la padece, en alma, mente y cuerpo.
Diamela
Eltit
“Fuerzas
especiales”
Seix
Barral, Santiago, 2013, 165 págs.
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