Hasta
hace poco el poeta Óscar Hahn (1938) hacía noticia principalmente por ser un
candidato eterno al Premio Nacional de Literatura, hasta que en 2012, cuando
obtuvo la medalla, dejó de serlo. Desde entonces, la atención estaría fijada en
sus siguientes entregas literarias. La más reciente es Pequeña biblioteca nocturna, un libro que recopila más de 60
textos, entre ensayos y artículos de prensa del autor de Arte de morir, y que publicó la editorial Fondo de Cultura Económica.
Esta antología de textos difundidos
entre 2008 y 2013 -la mayoría de ellos en el suplemento Artes y Letras de El Mercurio- delinea un canon de
pensamiento, con temas y autores que Hahn ha tratado en más de una ocasión, a
saber Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Jorge Luis Borges, la ninguneada
literatura fantástica y su reivindicación, la defensa de la poesía y de la
versificación, entre otros.
Dividido en tres “estantes” –un
juego que, claro, le sigue la corriente al mozartiano título del conjunto, pero
que finalmente resulta algo forzado- este volumen, además de ser algo así como
un mapa conceptual de Óscar Hahn, permite deducir una inclinación del poeta a
revisar autores que llevan, en su mayoría, medio siglo muertos. Veámoslo de este
modo: el lector no encontrará acá referencias a obras nuevas, el estado del
arte, o alguna opinión de compañeros de generación o libros de autores
recientes, los que, al parecer, no caben en la pequeña biblioteca del autor. Nada
de eso está dentro de las preocupaciones de Óscar Hahn, lo que se justificaría
a través del salvoconducto de la nota preliminar, donde se estipula que este
libro está dirigido a un lector no especializado. Es lo que hay. Son los
soberanos gustos del poeta, aún cuando tengan un tufillo a letra muerta.
De las tres secciones del libro, la
que corre con más ventaja es el “Estante II”. Mientras la primera parte
contiene columnas atoradas por la camisa de fuerza de la coyuntura y son propensas
a caer en lugares comunes y querellas ociosas (como la supuesta muerte de la
poesía, las críticas que recaían sobre la literatura fantástica hace 70 años,
la preponderancia del castellano traído por Cristóbal Colón, la postergada
sexualidad de Gabriela Mistral, entre otros), la tercera se reserva para una
ensayística árida y, derechamente, latera en más de un momento.
El mencionado segundo estante –el más
enérgico del libro- incluye crónicas de los encuentros de Óscar Hahn con
personalidades como Raymond Carver, Mircea Eliade o Borges, así como peripecias
cotidianas del propio Hahn. Estas crónicas están escritas desde una sugestiva óptica
testimonial, con una adecuada conjunción de recuerdo y emotividad. Éste es el
Hahn más rescatable, el íntimo, el que habla de lo que ve o experimenta de
primera mano, antes de lo que lee en libros. Un ejemplo esto es el relato que
hace el poeta del momento en el que a su clase en la Universidad de Iowa
llega una chica tetrapléjica, debido al balazo que le propinó un desequilibrado
y brillante alumno chino de posgrado, quien al ver que su tesis doctoral no era
premiada como la mejor de su generación, tuvo a bien repartir plomo a diestra y
siniestra. También destacan en esta parte las historias sobre Enrique Lihn, de
quien Hahn fue cercano. En “Enrique Lihn prevalece”, se nos presenta personaje
entrañable, que alberga deseos de ser padre y también sufre el desamor por
parte de una alumna joven, todo mientras escribía uno de los libros clave de la
poesía chilena de los últimos treinta años, El
Paseo Ahumada. Más allá se cuentan las vicisitudes de Lihn en dictadura.
Pequeña
biblioteca nocturna es un libro con altibajos, en el que conviven el paper aburrido y escasamente novedoso,
con pasajes de menos desperdicio, momentos más vitales en los que se vislumbra,
crónica mediante, a un Óscar Hahn capaz de imprimir a sus vivencias un carácter,
digamos, atractivo.
Óscar
Hahn
Pequeña biblioteca nocturna
FCE,
Santiago, 2013, 303 págs.
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