domingo, 4 de mayo de 2014

El idioma de la inocencia



El nombre de Leonardo Sanhueza está proliferando en las librerías chilenas. En años recientes este geólogo produjo dos de los mejores poemarios de la plaza en los últimos años, La ley de Snell y Colonos, mientras que en el año en curso se reeditó su excepcional libro de poemas Tres bóvedas, a lo que hay que sumar la crónica El hijo del presidente y la primera incursión del columnista de LUN (donde también Sanhueza supo sacar ronchas, especialmente a los bibliotecarios) en la novela, con La edad del perro.
            La impecable hoja de ruta de Sanhueza en poesía y crónica creó expectativas ante la aparición de La edad del perro, y la lectura de este libro las satisface del todo. Sanhueza sigue las pautas que algunos narradores nacionales han puesto en boga, el relato íntimo y nostálgico sobre la infancia en dictadura, donde la tristeza y la violencia del contexto se conjugan. En el caso de Sanhueza el escenario es la ciudad de Temuco durante 1983 y 84, lo que emparenta esta novela con libros como El Sur, de Daniel Villalobos, donde la humedad, la lluvia, la parentela capechana y otros componentes de la provincia profunda relucen a partir de la mirada de un narrador conspicuo e inocente.
            Sin embargo, la lectura de La edad del perro, morigera una mirada nostálgica o que tire a la tristeza. Por el contrario, hay un vigor propio de una escritura probada como la de Sanhueza. “El sur había sido el lugar de todos durante numerosas generaciones. A nuestra casa nomás llegábamos”, apunta el autor, que ha creado un libro narrado en primera persona, donde un niño arregla un techo junto con su abuelo, punto desde el cual el relato transita hacia diversos lugares en el recuerdo del pequeño, que, de todas formas, expresa un miedo y un ansia porque el fin de los tiempos (con el año 2000 como horizonte fatal) lo pille a cierta edad, para no padecer la pobreza en la adultez. Mientras tanto el pequeño narrador hace la minuta de los ratones que abundan en la casa, el revólver del abuelo, el lenguaje y los libros, que son un tesoro que encuentra mientras intrusea en la casa.
            Si bien puede que esta novela debut de Leonardo Sanhueza se emparente con cierta tendencia en la narrativa reciente, justo es señalar que se desmarca de libros similares, y de los que no se parecen tanto, gracias a su joven narrador, el que le da un carácter distintivo a La edad del perro, un volumen que, si bien contiene una historia que ocurre en medio del horror, no se traduce en un pirotécnico reporte de lo terrible.
La memoria selectiva y sensible de un niño temuquense de nueve años, sin un padre, que crece en un hogar multiconfesional, que se sorprende con las ratas, los orates del pueblo, el estoicismo de una familia, una prístina biblioteca contenida en una maleta y la belleza de ciertas palabras. Tal como en su poesía, Sanhueza logra la elocuencia de lo bello y crea un lenguaje y un tono incontestables e irresistibles, todo contenido en La edad del perro. Es junio, pero no es descabellado decir que estamos ante uno de los mejores libros del año.


Leonardo Sanhueza
La edad del perro
Random House, Santiago, 2014, 204 págs.

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