viernes, 2 de mayo de 2014

Épica balcánica



Hace doce años, el colectivo Casagrande descargó desde el cielo toneladas de marcalibros con poemas de autores chilenos y croatas, poemas que cayeron sobre los habitantes de la ciudad croata de Dubrovnik. La acción se enmarcó en el proyecto que por esos días llevaba adelante el colectivo: bombardear con poesía ciudades que habían sido arrasadas con bombas. Antes habían sido bombardeadas con poemas La Moneda, en Santiago, y Guernica, en España. El libro Fuimos a bombardear Croacia, del poeta y músico chileno Julio Carrasco (1969), uno de los integrantes de Casagrande se centra, se puede anticipar, en la acción ocurrida en Dubrovnik.
            El libro no se deja encasillar fácilmente, no del todo es ficción ni no ficción, y aunque la contratapa anuncia, algo manidamente, que es “una ficción delirante”, tal vez lo más correcto sea ubicarla en la órbita de la crónica. La narración está compuesta con diversos elementos como entradas de diario de vida, correos electrónicos, listas, y otros ingredientes que contribuyen al reporte del viaje de Carrasco desde Chile, su llegada a Dubrovnik con escala en Roma y el recuento, ya en terreno, de todos los detalles del proceso que llevó a esta agrupación a dejar caer una lluvia de poemas sobre los habitantes de esta ciudad, castigada durante la guerra de los Balcanes, a principios de los 90. Fuimos a bombardear Croacia comienza con un autor dubitativo, que duda hasta de la propia operación de lanzar poemas desde el cielo. Sin embargo, el relato cobra fuerza y su narrador también gana, digamos, carácter. Incluso llega a ser algo fanfarrón: “¿Sabrá él que detrás de mi fachada cultural de artista frágil hay un pendenciero listo para saltar a la calle a discutir el trasero de su hija?”.
            La historia de este bombardeo poético es conocida y el libro transcurre con un desenlace divulgado; no obstante, en el intertanto, quien narra vio peligrar toda la operación por vicisitudes como las desinteligencias aeronáuticas que retrasaron la llegada de los poemas a destino, hasta el mal clima que retrasó el vuelo en un par de ocasiones. Estos avatares interesantes alternan con reflexiones algo menos llamativas que Carrasco lanza en primera persona, seguramente inspirado por las pasmosas circunstancias que vivió en la soledad croata, aunque son algo arbitrarias, como aquellos pasajes en los que el autor y músico se enfrasca en reflexiones sobre las sociólogas, las antropólogas y las actrices.
            Finalmente, el libro se deja leer y los poemas caen desde el cielo. Tras la exitosa acción poética, Carrasco encuentra algo muy cercano al sentido de la existencia y no es para menos, porque aún en un libro que es una suerte de épica con altibajos, Fuimos a bombardear Croacia describe una operación que pocos poetas emprenden, pues, como dice el propio Julio Carrasco “En Chile los poetas cultivan una muy buena opinión de sí mismos y tienen tan a nuestra literatura en tan alta estima que dirían que Shakespeare era chileno, si se los permitieran”.
            Como un equipo de andinistas que conquista una cumbre en los Himalayas, Carrasco derrocha estremecimientos de victoria y hermandad, “Ha sido un privilegio tocar con ustedes esta noche”, cierra Carrasco, reflotando con este libro, una historia que, como muchas que se pierden en la cotidianidad, se estaba hundiendo como el Titanic.


Julio Carrasco
Fuimos a bombardear Croacia
Alfaguara, Santiago, 2014, 130 págs.

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