viernes, 15 de agosto de 2014

Embriagados por el mar



La jugada que hace el poeta magallánico Óscar Barrientos en El barco de los esqueletos es tan ambiciosa como total: meter el océano y sus historias en un librito de poco más de sesenta páginas. Dejando de lado las exageraciones, lo que Barrientos emprende en  su última entrega no está tan alejado de ese marítimo objetivo. De corta duración como ocurre con los libros de la colección Efímera de editorial Pehuén, el poeta crea una narración que tiene como hilo conductor al navío mercante escocés Marlborough, un barco que zarpó cargado de ovejas desde costas neozelandesas en 1890 para evaporarse del mapa. Veintitrés años más tarde, el perdido navío fue avistado en el mar de Punta Arenas, cubierto de moho y algas verdes. La leyenda cuenta que su tripulación son esqueletos.
            De este hecho fantasmagórico se hace cargo Barrientos, quien no solamente revive la espeluznante leyenda, sino que también aprovecha de disparar en varias direcciones, siempre teniendo al mar como premisa. De esta forma, las páginas describen a la viril cofradía de la Hermandad de la Costa, de la cual el autor es miembro, un grupo de marinos aficionados que se reúnen a hablar del mar, a cantar, más bien, y evocar “la dureza del océano y la proeza de gobernar los navíos”. Antes el autor habló de ballenas blancas y más allá habla en detalle de cartas de navegación, de cómo las más antiguas son una suerte de matrimonio entre la cartografía y el arte.
            El lenguaje que utiliza el autor en este libro es ampuloso y henchido de recovecos, por eso no es desacertado apuntar que este libro en vez de leerse está incluso apto para ser declamado. Barrientos se rebusca en el lenguaje de poeta de provincias y empapa a este breve volumen de un ceremonioso barroquismo que transforma en volutas un tanto siuticonas hasta las expresiones más simples, como cuando el escritor y sus cofrades de la Hermandad de la Costa comparten unos tragos “A esta hora estamos todos insuflados por los jubilosos alcoholes de la noche náutica”. Estas salidas de bucanero cantarín abundan en el libro, quitándole velocidad. Tal como si un velero que lleva firme rumbo se quedara sin viento. A fin de cuentas, Barrientos no puede -ni tendría por qué- traicionar su vena de poeta, por lo que El barco de los esqueletos está compuesto en su mayoría con la intensidad propia de la poesía, y también con poesía hecha y derecha, “Pero, entonces, ¿qué es ahora el Marlborough?/ Es el dialecto de lo cadavérico./ Es el diccionario de las palabras olvidadas./ Es el silencio de la noche que lacera./ Es la tentación de la conjetura./ Es el diseño del naufragio previsto desde antes que nacieras./ Es el camino de la sombra que se funde en la marea./ Es El triunfo de la muerte, de Peter Brueghel el Viejo, que hace muchos años contemplé con veneración en el Museo del Prado”.
            El libro remata con la reconstrucción del avistamiento del Marlborough por parte de un barco inglés. Con un lenguaje menos pasado de revoluciones, es la parte más lograda del libro. Acá Barrientos habla del velero británico Johnson (en otros lugares consta como Johnston) que se acercó al Marlborough en 1913 en aguas chilenas. Al abordar el navío vagabundo, quienes se posaron en la cubierta se horrorizaron al ver que la tripulación del Marlborough estaba en los huesos, literalmente. Envenenados, muertos de hambre o de frío, Barrientos revisa las posibles causas de tan funesto y mítico destino, y cierra estas páginas que rescatan del olvido a un barco que fue tragado por el mar.

Óscar Barrientos
El barco de los esqueletos
Pehuén, Santiago, 2014, 62 págs.

*Reseña publicada: http://bit.ly/esqueletosLUN

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