En noviembre de 2012
Ramón Castillo Gaete, líder de una secta y autodenominado Antares de la Luz,
echaba a las llamas de una hoguera a su hijo de un par de días de vida, con el
pretexto de que el lactante era el anticristo, perpetrando uno de los
infanticidios más espantosos que recuerde Chile. El caso de Antares de la Luz y
la secta de Colliguay excitó el morbo de los chilenos desde que el crimen
cometido por Castillo Gaete se hizo conocido por la opinión pública, el 25 de
abril del año pasado. ¿Qué llevó a este clarinetista, sanador astral, conectado
con la espiritualidad a transformarse en un asesino despiadado?, ¿por qué un
grupo de jóvenes siguieron ciegamente a este personaje, acataron sus órdenes,
por locas que fueran, y seguían creyendo en él aún después de matar a una
guagua?
La
respuesta a estas y otras interrogantes quiso encontrar la periodista Verónica
Foxley, quien durante cinco meses se sumergió en esta tenebrosa historia,
desentrañó sus detalles, muchas veces trastornados y horripilantes, y redactó
esta investigación periodística novelada, que abarca desde los años de
crecimiento y formación de Ramón Castillo Gaete, su currículum musical
(compartió escenario con el ex Inti Illimani Max Berrú), su adicción a la
ayahuasca, el régimen sexual que Antares sometió a las mujeres del grupo, hasta
su suicidio en Perú. Verónica Foxley es exhaustiva al construir el relato de
quienes componían la secta de Colliguay,
a partir de entrevistas con más de 60 fuentes, incluyendo miembros de la propia
secta.
El
libro arranca con el escape de “Ana”, una joven miembro del séquito de Antares,
decide, en septiembre del 2012, ir a una comisaría y estampar la primera
denuncia en contra de Castillo Gaete, buscando con desesperación alertar a las
autoridades de las posibles atrocidades que el gurú podría cometer. Todo en
vano, lamentablemente, puesto que nada frenó los acontecimientos que ocurrirían
en el seno de un grupo que se preparaba para el fin del mundo, que ocurriría el
21 de diciembre de 2012.
A
medida que la crónica de Verónica Foxley se desenvuelve, a las naturales
preguntas de por qué Castillo Gaete hizo lo que hizo, también quien lee se
puede cuestionar cómo jóvenes educados, profesionales, en apariencia difíciles
de embaucar, se dejaron engatusar por Antares de la Luz “el paralelo de Obama,
de Shakira (en su lado femenino), de Luis Alberto Spinetta, de Maradona”, quien
construyó su verdad revelada a partir de referencias tan chabacanas como la
película Matrix, las series de
televisión 24, Dr. House, Dragon Ball Z, además de ser el paralelo
astral de seres tan conectados con las estrellas como Chayanne y Bruce Lee.
Una
de las virtudes de Cinco gotas de sangre (título
basado en la cantidad de sangre que le extrajeron al malogrado lactante Jesús
Guerra en un examen médico) la autora
configura una crónica que hace foco en el lado humano y sufrido de sus
participantes, las historias de tribulación de los miembros de este grupo, su casi
invariablemente insólito aguante ante un líder que no dudaba en explotarlos
para obtener dinero mientras él dormía o veía televisión, violar a las mujeres
de la secta porque le venía en gana, o agarrarlos a palos si desobedecían
alguna orden. El trabajo periodístico de Verónica Foxley salva todos estos
detalles, otorgándole densidad a una de los más siniestros crímenes que hayan
sacudido a la opinión pública nacional.
Verónica Foxley
Cinco
gotas de sangre. La historia íntima de Antares de la Luz y la secta de
Colliguay
Catalonia, Santiago,
2013, 229 págs.
*Reseña publicada: http://bit.ly/LUNAntares