viernes, 24 de agosto de 2007

Diamantes de Marín

El fraseo musical es, según señala la RAE “Cantar o ejecutar una pieza musical, deslindando bien las frases y expresándolas con nitidez y arte”. Lo mismo sucede al leer al escritor y editor Germán Marín (Santiago, 1934), especialmente su último libro “Basuras de Shanghai”, editado por Random House Mondadori, donde el propio Marín es editor, un conjunto de escritos que condensan muchas de las facetas literarias del autor de “La ola muerta”, pero que sobresalen por la industriosa combinación de un uso encomiable del lenguaje, y el fraseo antes mencionado, que hace que el libro no caiga nunca.
Fiel al estilo que lo ha distinguido con merecimientos en la literatura chilena, Marín no deja de lado la memoria, pero sin caer de lleno en la bitácora ni la autobiografía, borroneando la estrictez académica de los géneros literarios y también extraviando felizmente –tal como se aprecia en su última trilogía novelada-, los límites de lo real y lo ficticio, mezcla, que si bien está muy bien hecha, es sólo una de las cualidades de la escritura de Marín.
Así, surge este conjunto de relatos, que nos llevan a recorrer con una atrapante y divertida dialéctica la historia de Chile reciente, narrada (o hecha crónica, mejor) por el autor-personaje, que departe con Lihn, relata su encuentro con Augusto Pinochet, su ex instructor en la Escuela Militar, recrea su periplo chino (de ahí el título seguramente), o se va de putas en Cartagena, siempre ilustrando al lector, el proceso de creación de, quizás, las mismas líneas que repasa, y respondiendo siempre a esa sentencia que el propio Marín expresó en una entrevista hace una década, “no se escribe para el público, sino para saber por qué se escribe”.
Estas piezas literarias, que unidas forjan un sólido fraseo del mejor jazz, combinando estilos, humores oscuros, miradas, que se mantienen todas amarradas, siempre arriba. Es Germán Marín, indudablemente una de las plumas que se ubican muy por sobre quienes hoy en Chile escriben, un inexorable Premio Nacional de Literatura, un tutor de autores que lo admiran justa y a veces desmesuradamente (e.g. Rafael Gumucio); simplemente un gran escritor, que faltó a su promesa de dejar de escribir… afortunadamente.



Germán Marín
“Basuras de Shanghai”
Ed. Random House Mondadori, Santiago, 2007, 186 págs.



*Publicado originalmente en El Periodista N° 135, 24 de agosto de 2007

viernes, 10 de agosto de 2007

Adiós a las armas

Diamela Eltit (Santiago, 1949) ha sacado un nuevo libro, ¿qué implica esto? Ruido, interferencias, comentarios al paso, correveidiles, dimes y diretes; pues tal como sucede con Raúl Zurita, su ex pareja y compañero de andanzas artísticas, cada vez que Eltit edita un nuevo volumen, es como la voz de “a la carga”, tanto de quienes arremeten con todo contra la autora de “Lumpérica”, y en contrapartida quienes la defienden a brazo partido. Escaramuza repetida en nuestro liliputiense mundo literario criollo.
En esta ocasión es “Jamás el fuego nunca” (Seix Barral, 2007) la última entrega de esta autora, cuya lectura, digámoslo, no puede acometerse de buenas a primeras. La literatura de Diamela Eltit está rodeada por varios factores que la hacen riquísima y esencial, para algunos, y complicada y hasta pretenciosa en extremo, para otros. La razón de esta densidad (pongámoslo así) es la constante e irrenunciable apuesta que Diamela Eltit ha hecho por la integración de arte, literatura, vida y política. Así, es imposible quedar bien con Dios y con el diablo, y tampoco está en la autora la intención de hacerlo. Es más, la contratapa del libro contiene una invitación bastante poco atractiva para el lector de a pie, que vive apurado y no tolera platos demasiado fuertes. Claramente un volumen que no sería recomendable incluir en el peloteado “maletín literario” del Gobierno.
Pero lo que sí sucede con Diamela Eltit es que su presencia (con “textos duros, hermosamente crípticos” como certeramente describió el crítico Javier Edwards Renard) en las letras nacionales es a todas luces útil. Su escritura, si bien dista harto de tener la dulzura y accesibilidad de una educación sentimental, es un recorrido por ese lado de nuestra biografía social que poco nos gusta, pero que está ahí. En este caso es el repaso, mediante la óptica de una mujer mustia, agobiada por el espacio aplastante de una pieza, donde la derrota se respira como un miasma que es como el despertar de una pesadilla, de una realidad utópica, de sueños sociales y pasiones en zozobra constante. Diamela Eltit logra traspasar con éxito estas sensaciones de desastre, y el relato funciona. Como siempre, la autora no trepida en transferirle al lector una plétora de signos, símbolos y mensajes agudos, que son mucho más de lo que encierran las páginas de este volumen, difícil, pero ineludible; críptico, pero oportuno.



Diamela Eltit
“Jamás el fuego nunca”
Ed. Seix Barral, Santiago, 2007, 166 págs.


*Publicado originalmente en El Periodista N° 134, 10 de agosto de 2007