viernes, 23 de mayo de 2014

Preguntas en la oscuridad


El brutal crimen del joven Daniel Zamudio Vera, ocurrido en marzo del año 2012 estremeció a un país. La sanguinaria golpiza que recibió de parte de sus asesinos, cuatro supuestos neonazis, en el Parque San Borja de Santiago le causó lesiones que terminaron por ser la causa de su muerte, el 27 de marzo en la Posta Central. Las pocas semanas que transcurrieron entre el ataque al muchacho homosexual de San Bernardo y su deceso bastaron para transformar a Daniel Zamudio en un ícono de la violencia homofóbica. Los vivarachos políticos usaron el hombre de Zamudio para bautizar la Ley antidiscriminación, que entonces llevaba seis años durmiendo en el Congreso, rebotando de comisión en comisión.
Solos en la noche. Zamudio y sus asesinos, obra del periodista Rodrigo Fluxá, tiene como propósito echar luces, aportar más antecedentes sobre la tragedia. Sin embargo, la lectura del libro no es tan claro en ese sentido, aunque sí ha llamado la atención, ha hecho bastante ruido, y ha generado un montón de preguntas, pero muchas veces las incorrectas. La investigación que hace Fluxá es, sin duda, acuciosa. Las pesquisas se prolongaron por cerca de dos años, se realizó el volumen de entrevistas que exige cualquier investigación periodística que precie de tal, se revisaron expedientes judiciales y peritajes psicológicos.ñ´﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽n de entrevistas que exige cualquier investigacin buen ejemplo de ello.
 Así, el autor delinea con lujo de detalles el dibujo de cada uno de los protagonistas de esta lamentable historia, al mismo tiempo que despliega una pluma no solamente fluida, sino que con más de algn﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽uida, sino que con mñáuna pluma no solamente fluida, sino que con mñda uno de los protagonistas de esta lamentable hisún recurso. El capítulo que perfila la vida de Alejandro Angulo Tapia es un buen ejemplo de ello.
Rodrigo Fluxá aspira a desacralizar la figura de Daniel Zamudio y para ello se hundió hasta los codos en esta la historia para contarla desde todos los ángulos. El autor señala que el crimen pudo haberse evitado, pero para el periodista la muerte de Zamudio se explica más en la marginalidad y las carencias del sistema antes que el odio. De esta manera, el autor descarta que el asesinato de Zamudio sea un crimen homofóbico o de odio “en el sentido clásico y preciso del concepto”. Lamentablemente Fluxá no se detiene a explicar cuál es ese sentido “clásico y preciso” en el que este caso no encaja, y se allega más al determinismo social.
Fluxá ha tenido más de un problema luego del lanzamiento de este volumen. Ha sido fustigado –sin leer este libro- por el Movimiento de Liberación Homosexual, Movilh, por declarar que Daniel Zamudio no murió por ser gay y por apuntar que su estilo de vida lo predestinó fatalmente. Pues bien, la lectura de Solos en la noche descarga una camionada de preguntas antes que respuestas, ¿para qué escribir y publicar un libro sobre un crimen resuelto, que tuvo aspectos positivos como la promulgación Ley antidiscriminación?, ¿es más o menos terrible la muerte de Daniel Zamudio ahora que el libro nos enseña, por ejemplo, que Alejandro Angulo Tapia era un promisorio bailarín de flamenco?, ¿o que Daniel Zamudio era un sietemesino fanático del programa Mekano, que estaba obsesionado con Britney Spears y que en un momento le dio por rotear gente en fiestas pitucas?
            De todas formas, Fluxá sí cumple al desdoblar un abanico de vicios sociales no desconocidos. Alcoholismo, drogas, violencia, matrimonios mal avenidos, paternidades enfermas, discriminación, arribismo, ausentismo escolar y otros males abundan en Solos en la noche. En su afán de “dotar de carne al monumento” Fluxá destapó todas las ollas en las que, según él, se cocinó el asesinato de Daniel Zamudio, muchas de ellas bullentes ollas a presión, otras que simplemente están llenas de agua que sólo echa humo.


Rodrigo Fluxá
Solos en la noche. Zamudio y sus asesinos
Catalonia, Santiago, 2014, 152 págs.

*Reseña publicada:  http://bit.ly/ZamudioLUN

viernes, 9 de mayo de 2014

El héroe de la película



La leyenda del escritor estadounidense Jerome David Salinger en la literatura moderna es grande como una casa y vieja como un cerro. Y aún, esa interrumpida carrera literaria que prometía como ninguna, tras un la creación de un clásico como es El guardián entre el centeno, fascina a millones de personas en todo el mundo. Salinger se hizo famoso precisamente por hacerle el quite a la fama y esa gambeta a la celebridad ha levantado la fábula de un narrador esencial del siglo XX. Con tan sugestivo prolegómeno, el gruesísimo libro Salinger, obra de David Shields y Shane Salerno, viene como anillo al dedo a los hechizados por este autor.
Técnicamente, este voluminoso libro de más de 700 páginas no es una biografía, aunque cuenta muchísimo de la vida de Salinger, sino que es un contundente compilado de fotografías y más de 150 entrevistas a diversos personajes, que funciona como el “libro oficial” del documental Salinger, dirigido por el propio Shane Salerno (guionista de gemas cinéfilas como Armageddon y Alien v/s Depredador), y que se estrenó el año pasado en EE.UU. Por eso se incluyen intervenciones de actores como Jake Gyllenhaal, Edward Norton y John Cusack, no precisamente dechados en análisis literario.
Además de volver a contar los episodios ya sabidos que se relacionan con Salinger, como el que El guardián entre el centeno se transformó en el libro de bolsillo de zafados y asesinos como Mark David Chapman, el volumen revela aspectos ignorados de la vida del escritor, como su amor imposible por Oona O’Neill, una de las mujeres de Chaplin, su devoción por el budismo zen y las alumnas mechonas, y también su participación en la Segunda Guerra Mundial.
Un gancho irresistible que esta entrega -muy alejada de la academia- le regala a los fans de Salinger, es que el escritor se mantuvo trabajando en su impenetrable retiro, y que el futuro traería no uno sino varios libros póstumos, incluso una novela. Promesas aparte, Salinger entretiene, aún cuando pareciera ser el guión o el storyboard del documental hollywoodense homónimo. Tal vez por eso el libro atrae desde el arranque, que describe el desembarco en Normandía sin escatimar dramatismo ni detalle, día en el que Salinger hizo, literalmente, sus primeras armas a los 25 años. El relato bélico ocupa bastante más que, por ejemplo, la niñez acomodada del escritor, pero todo pareciera justificarse por el hecho de que, según postulan los autores, las atrocidades que J.D. Salinger conoció en la guerra (tanto combates como campos de concentración como Dachau) perturbaron su psique, al punto que en más de un momento se insinúa que El guardián entre el centeno sería una novela de guerra.
La otra fuente del desasosiego mental del narrador serían las mujeres. El libro describe los romances de Salinger, que de sexual tienen menos que de obsesivos. Los autores le cargan harto la mano a Oona O’Neill, dejándola casi como una femme fatale que habría estrujado para siempre el corazón del sensible autor.
Aún cuando los autores trabajaron más de una década en Salinger, el libro infla con un compresor el mito ya harto grande sobre la vida de J.D. Salinger, con más 700 páginas que emperifollan una biografía y son un epifenómeno de una carrera literaria. 700 páginas que no resuelven ningún acertijo vital, sino que se dedican a agrandarlo con una avalancha de cahuines por confirmar. Un libro no del todo inútil, atrapante en más de una ocasión, pero que es, finalmente, el libro de una película, no de un escritor.


David Shields y Shane Salerno
Salinger
Seix Barral, Buenos Aires, 2014, 736 págs. 

*Reseña publicada: http://bit.ly/SalingerLUN

domingo, 4 de mayo de 2014

El idioma de la inocencia



El nombre de Leonardo Sanhueza está proliferando en las librerías chilenas. En años recientes este geólogo produjo dos de los mejores poemarios de la plaza en los últimos años, La ley de Snell y Colonos, mientras que en el año en curso se reeditó su excepcional libro de poemas Tres bóvedas, a lo que hay que sumar la crónica El hijo del presidente y la primera incursión del columnista de LUN (donde también Sanhueza supo sacar ronchas, especialmente a los bibliotecarios) en la novela, con La edad del perro.
            La impecable hoja de ruta de Sanhueza en poesía y crónica creó expectativas ante la aparición de La edad del perro, y la lectura de este libro las satisface del todo. Sanhueza sigue las pautas que algunos narradores nacionales han puesto en boga, el relato íntimo y nostálgico sobre la infancia en dictadura, donde la tristeza y la violencia del contexto se conjugan. En el caso de Sanhueza el escenario es la ciudad de Temuco durante 1983 y 84, lo que emparenta esta novela con libros como El Sur, de Daniel Villalobos, donde la humedad, la lluvia, la parentela capechana y otros componentes de la provincia profunda relucen a partir de la mirada de un narrador conspicuo e inocente.
            Sin embargo, la lectura de La edad del perro, morigera una mirada nostálgica o que tire a la tristeza. Por el contrario, hay un vigor propio de una escritura probada como la de Sanhueza. “El sur había sido el lugar de todos durante numerosas generaciones. A nuestra casa nomás llegábamos”, apunta el autor, que ha creado un libro narrado en primera persona, donde un niño arregla un techo junto con su abuelo, punto desde el cual el relato transita hacia diversos lugares en el recuerdo del pequeño, que, de todas formas, expresa un miedo y un ansia porque el fin de los tiempos (con el año 2000 como horizonte fatal) lo pille a cierta edad, para no padecer la pobreza en la adultez. Mientras tanto el pequeño narrador hace la minuta de los ratones que abundan en la casa, el revólver del abuelo, el lenguaje y los libros, que son un tesoro que encuentra mientras intrusea en la casa.
            Si bien puede que esta novela debut de Leonardo Sanhueza se emparente con cierta tendencia en la narrativa reciente, justo es señalar que se desmarca de libros similares, y de los que no se parecen tanto, gracias a su joven narrador, el que le da un carácter distintivo a La edad del perro, un volumen que, si bien contiene una historia que ocurre en medio del horror, no se traduce en un pirotécnico reporte de lo terrible.
La memoria selectiva y sensible de un niño temuquense de nueve años, sin un padre, que crece en un hogar multiconfesional, que se sorprende con las ratas, los orates del pueblo, el estoicismo de una familia, una prístina biblioteca contenida en una maleta y la belleza de ciertas palabras. Tal como en su poesía, Sanhueza logra la elocuencia de lo bello y crea un lenguaje y un tono incontestables e irresistibles, todo contenido en La edad del perro. Es junio, pero no es descabellado decir que estamos ante uno de los mejores libros del año.


Leonardo Sanhueza
La edad del perro
Random House, Santiago, 2014, 204 págs.

viernes, 2 de mayo de 2014

Épica balcánica



Hace doce años, el colectivo Casagrande descargó desde el cielo toneladas de marcalibros con poemas de autores chilenos y croatas, poemas que cayeron sobre los habitantes de la ciudad croata de Dubrovnik. La acción se enmarcó en el proyecto que por esos días llevaba adelante el colectivo: bombardear con poesía ciudades que habían sido arrasadas con bombas. Antes habían sido bombardeadas con poemas La Moneda, en Santiago, y Guernica, en España. El libro Fuimos a bombardear Croacia, del poeta y músico chileno Julio Carrasco (1969), uno de los integrantes de Casagrande se centra, se puede anticipar, en la acción ocurrida en Dubrovnik.
            El libro no se deja encasillar fácilmente, no del todo es ficción ni no ficción, y aunque la contratapa anuncia, algo manidamente, que es “una ficción delirante”, tal vez lo más correcto sea ubicarla en la órbita de la crónica. La narración está compuesta con diversos elementos como entradas de diario de vida, correos electrónicos, listas, y otros ingredientes que contribuyen al reporte del viaje de Carrasco desde Chile, su llegada a Dubrovnik con escala en Roma y el recuento, ya en terreno, de todos los detalles del proceso que llevó a esta agrupación a dejar caer una lluvia de poemas sobre los habitantes de esta ciudad, castigada durante la guerra de los Balcanes, a principios de los 90. Fuimos a bombardear Croacia comienza con un autor dubitativo, que duda hasta de la propia operación de lanzar poemas desde el cielo. Sin embargo, el relato cobra fuerza y su narrador también gana, digamos, carácter. Incluso llega a ser algo fanfarrón: “¿Sabrá él que detrás de mi fachada cultural de artista frágil hay un pendenciero listo para saltar a la calle a discutir el trasero de su hija?”.
            La historia de este bombardeo poético es conocida y el libro transcurre con un desenlace divulgado; no obstante, en el intertanto, quien narra vio peligrar toda la operación por vicisitudes como las desinteligencias aeronáuticas que retrasaron la llegada de los poemas a destino, hasta el mal clima que retrasó el vuelo en un par de ocasiones. Estos avatares interesantes alternan con reflexiones algo menos llamativas que Carrasco lanza en primera persona, seguramente inspirado por las pasmosas circunstancias que vivió en la soledad croata, aunque son algo arbitrarias, como aquellos pasajes en los que el autor y músico se enfrasca en reflexiones sobre las sociólogas, las antropólogas y las actrices.
            Finalmente, el libro se deja leer y los poemas caen desde el cielo. Tras la exitosa acción poética, Carrasco encuentra algo muy cercano al sentido de la existencia y no es para menos, porque aún en un libro que es una suerte de épica con altibajos, Fuimos a bombardear Croacia describe una operación que pocos poetas emprenden, pues, como dice el propio Julio Carrasco “En Chile los poetas cultivan una muy buena opinión de sí mismos y tienen tan a nuestra literatura en tan alta estima que dirían que Shakespeare era chileno, si se los permitieran”.
            Como un equipo de andinistas que conquista una cumbre en los Himalayas, Carrasco derrocha estremecimientos de victoria y hermandad, “Ha sido un privilegio tocar con ustedes esta noche”, cierra Carrasco, reflotando con este libro, una historia que, como muchas que se pierden en la cotidianidad, se estaba hundiendo como el Titanic.


Julio Carrasco
Fuimos a bombardear Croacia
Alfaguara, Santiago, 2014, 130 págs.