domingo, 27 de agosto de 2006

Gumucio trepa por Chile... y el mundo


Rafael Gumucio (Santiago, 1970) es un personaje que en sus más de tres décadas de vida ha recorrido mucho. Geográficamente erró en varios de los cinco continentes del orbe, animó las pantallas del desaparecido –pero evocado- canal de televisión Rock & Pop, con espacios como “Plan Z” y “Gato por Liebre”; y hoy ofrece a Chile y el mundo su mejor arma, su escritura.
“Páginas Coloniales” (Ed. Random House Mondadori, 2006), un conjunto de crónicas de viaje, es la nueva entrega de este adulto joven, medio nervioso y tartamudo, que también las ofició por un buen tiempo como columnista de LUN (uno entre los varios medios en los que ha colaborado). En sus “Memorias Prematuras” (2000), Gumucio dice “Quiero ser un genio o no ser nada”, pues bien, luego de repasar las muy bien escritas páginas coloniales, es posible decir que la genialidad no está muy lejos, y que con libros de esta calidad, va a estar cada vez más cerca.
Gumucio demuestra no solamente que es un autor de fuste, sino que también domina la crónica como la dominaron los grandes cronistas chilenos de antaño. Si bien aún es temprano para comparar a Gumucio con Edwards Bello o Pérez Rosales, sí es posible decir que tiene dedos para el piano, y que le saca a este piano prosístico minuetos más que plácidos. Una línea que sigue el más que correcto desempeño de libros como “Monstruos Cardinales” (2002).
Desde la primera hasta la última carilla, este libro está bien escrito, con un balance ajustado entre información, destreza escritural y vivencias personales. Cualquier desequilibrio entre estos ingredientes puede hacer naufragar la crónica, pero Gumucio demuestra el talento para que no se le suba la leche, ni se le desinfle el soufflé, ni le quede desabrida la sopa. Valga la analogía culinaria, pues este libro de Gumucio es quizás eso, un plato distinguido y muy bien preparado, una escritura fina, consistente sin ser densa, provista de relatos sabrosamente ilustrados, con una dosis apropiadamente manejada de autorreferencia (un elemento ineludible en el mejor Gumucio) y también proveyendo un periodismo de estimable nivel, pues estos relatos perfectamente pueden calzar en ese subgénero conocido como “nuevo periodismo”. Pero no viene al caso reflotar ese debate (académico más que nada) del roce entre periodismo y literatura. Para estos efectos, el libro funciona.
La escritura de Rafael Gumucio ha progresado con los años. Quizás la edición de Germán Marín ha sido parte apreciable del prodigio, pero el hecho es que hoy nos encontramos con un cronista sólido, que ha superado al chico nervioso que hacía sketchs en televisión, y al opinólogo, y que nos ha ilustrado con una bitácora atractiva y bien escrita. Puede que el desafío de repetir la misma calidad en novela o cuento (sin Gumucio como voz y protagonista) sea una asignatura pendiente, pero esa es harina de otro costal.
Rafael Gumucio no será genio, pero por lo menos en crónica está dando en el clavo.


Rafael Gumucio
“Páginas Coloniales”
Ed. Random House Mondadori, Barcelona, 2006, 149 págs.



*Publicado originalmente en El Periodista N° 112, 25 de agosto de 2006

domingo, 13 de agosto de 2006

Rozándole la nariz a la poesía


David Bustos (Santiago,1972) no es una voz nueva en la poesía joven chilena. Desde hace un buen tiempo sus poemas han circulado en varias revistas, figurado en unas cuantas antologías, y principalmente, ha sacado a la luz dos libros de poemas, Nadie lee del otro lado (2001) y Zen para peatones (2004). Ahora ha llegado a las librerías el tercer volumen este poeta, becario de la Fundación Neruda y guionista de telenovelas, llamado Peces de colores (LOM, 2006).
Hay unas cuantas cosas que se pueden desprender de la lectura de este libro. La primera de ellas es que se nota que este libro es una suerte de continuación de Zen para peatones, en el sentido de que aquí nuevamente nos habla una voz continuada, una voz singular que mantiene un tono que busca mantener una suerte de escepticismo, una suerte de juego introspectivo, que regala imágenes interesantes que sirven para retratar una agradable lucidez que reluce no pocas veces en estos versos. Bustos ya tiene un sello, una voz clara, una crónica que tiene cuerda para rato.
Otro aspecto interesante es que se nota que Bustos no hace oídos sordos a la tradición poética chilena (como la gran mayoría de los poetas jóvenes de la actualidad); así nos encontramos con guiños a Huidobro, Neruda y Lihn, pero también hay referencias a sus compañeros de generación, como Andrés Andwandter y sus “Especies intencionales”. Más que apostillas y gestos oportunos, queda claro que David Bustos es un poeta que está atento a lo que sucede a su alrededor, y que tiene la habilidad para traducirlo en versos e imágenes, usando sus propios medios, sin recurrir a citas literatosas, ni echando en cara que es un lector atento. Eso siempre lo agradecerán quienes saben apreciar la buena poesía
Ya sea un pez que estrella su nariz contra su prisión de vidrio, babosas, o Jesucristo sangrante (imágenes que no tienen que relacionarse entre sí necesariamente), Bustos nos transmite acertadamente, entre otras cosas, una precariedad, una sentimiento que se retrata con un verso elocuente, “Pero sólo logramos rozarle la nariz a la poesía”, quizás un melancólico leitmotiv, que unido a la feliz habilidad de Bustos de articular este sentimiento (que existe a raudales en nuestra sociedad) con gracia y sagacidad, da como resultado un conjunto de retazos, consistentes y profundos. Una crónica de un hombre particular y su tiempo particular y circunstancias particulares, y, por fortuna, un buen libro de poemas.


David Bustos
“Peces de colores”
LOM, Santiago, 2006, 79 págs.



*Publicado originalmente en El Periodista N° 111, 11 de agosto de 2006