domingo, 26 de marzo de 2006

El desafío de renovarse


Ha llegado hasta las manos de este crítico el libro Palimpsesto (LOM, 2006), del poeta Juan Paulo Huirmilla (Calbuco, 1973), y ya una lectura rápida genera varias impresiones. La primera de ellas es que la poesía mapuche tiene en sus exponentes (Los Huenún, Colipán, Lienlaf, entre otros) una suerte de cofradía, donde los integrantes no solamente comparten orígenes similares, sino también poesías casi calcadas. El cotejo de, por ejemplo, Arco de Interrogaciones, de Bernardo Colipán con el presente Palimpsesto de Huirimilla (o Wirimilla, como quiera el lector) entrega dos libros casi idénticos. Se repiten temas, imágenes, palabras –tanto castellanas como mapuches-, incluso versos, pues en la página 9 del libro de Huirimilla, está el título del Libro de Bernardo Colipán, Arco de interrogaciones.
No es que digamos que los poetas mapuches escriben todos lo mismo, pero lejos de eso no estamos. Sí es dable decir que los poetas mapuches están escribiendo todos un mismo gran libro, del cual los títulos de los trabajos individuales son como títulos de capítulos. Cierto es que los poetas mapuches han debido aliarse en bloque para dar a conocer su poesía, pero también es cierto que urge también renovar temas cuando estos están ya algo gastados. Esta uniformidad en los libros de los poetas mapuches, puede a simple vista ser sospechosa, pero también plantea a nuestros poetas originarios un desafío importante: la renovación de sus temas, la búsqueda de nueva poesía.
La poesía mapuche corría hasta hace un tiempo con la ventaja de que nosotros, vulgares huincas, teníamos una noción de lo mapuche oscurecida por el prejuicio y la ignorancia. Pero ya, con los tiempos que corren, donde no solamente no saber de los pueblos originarios no solamente es mal visto, sino que es casi demodé, ya no es novedad la propuesta poética mapuche. Pruebas al canto, las imágenes familiares de viejas costumbres familiares, las de cosmogonías, las de esas nostalgias teillerianas, el sincretismo, la mitología, el mundo rural de la Araucanía y Los Lagos, salpimentado del acervo docente del autor, que nos entrega Huirimilla, ya las agotaron los Colipán, los Huenún, los Chihuailaf, et al.
Entonces la aparición de Palimpsesto, con toda su corrección y la calidad de su autor (que existe en buena medida), es varias cosas, la primera, el comienzo del fin para esta propuesta poética ya agotada, y segundo, la clarinada de alerta de que es urgentemente necesaria una renovación completa de la poesía mapuche, una expansión de fronteras, pues ya sus temas, imágenes y recursos han sido sobreexplotados al nivel de una forestal que fagocita un bosque nativo y planta en su lugar uniformes –y por ende poco atractivos-, pinares. Y sin ir más lejos, la solución la plantea el mismo Huirimilla en el libro con buenos poemas -ubicados en el apartado titulado como el libro-, tales como “La página en blanco” y “Kafka el confabulador”, donde sale a la superficie, y respira otros aires, oxigenando el conjunto. Precisamente cuando se aleja de lo étnico y se acerca a lo literario (léase Lihn y Parra) su poesía gana en soltura y calidad.
Urge una buena dosis de originalidad en la poesía mapuche, para así prevenir la nociva noción de que cada vez que abrimos un poemario, sea cual sea el nombre en la portada, estemos leyendo el mismo libro, una y otra vez.



Juan Paulo Huirimilla
“Palimpsesto”
LOM, Santiago, 2006, 113 págs.



*Publicado originalmente en El Periodista N° 101, 24 de marzo de 2006

sábado, 11 de marzo de 2006

Por todos los dioses


Chile y el mundo conocen a Julio Carrasco (Santiago, 1969) por las incansables aventuras que protagoniza en el colectivo Casagrande, las que lo han llevado a departir en el cenáculo televisado de Cristián Warnken hasta irrumpir con poesía en los espacios aéreos de La Moneda, Dubrovnik (Croacia) y Gernika (España), animar fiestas y eventos culturales con la no poco esforzada banda musical “Los Muebles” y entre todo aquel jaleo, editar un libro de poesía. A la vista de tan variopinto currículum (bombardear primero y publicar después) da la impresión de que Carrasco hace las cosas al revés, pero como no hay un derecho en estos temas, mucho no importa.
Lo que sí importa es su segundo libro Sumatra (Ed. Tácitas, 2005), un libro que ya de entrada agrada por su correcta, ordenada y atractiva edición, corrección a la que nos tiene bien acostumbrados la gente de Ediciones Tácitas. Un botón de muestra es que libro tiene índice, algo hoy es un lujo, cuando debería ser una obligación.
Yendo a lo realmente importante, los poemas, se observa cómo Carrasco es un heredero claro de las grandes líneas de nuestra poesía, especialmente aquella más presente, la de Enrique Lihn, con guiños a Parra y su víbora. La poesía de Julio Carrasco está macerada por ésta y otras fuentes, la paciencia cruza a este volumen, la poesía que contiene se nota que posee el don de la paciencia, la reflexión y la mesura de lenguaje, que felizmente, no hace pálidas a las imágenes, sino que, muy por contrario, las dota de un aplomo que se aplaude.
Carrasco invoca a todos los dioses, prende velas en todos los altares, dialoga con lo absoluto, pero se las arregla para incluir su libro poemas de singular ternura, como el que abre el libro, y otros totalmente desprovistos de ella. Pero también salpimienta con versos propios de las crónicas coloniales, y según la mayoría de los títulos, nos hace relación de su forma de ver el mundo, recordando el Siglo de Oro, pero también a Bertoni.
Carrasco nos pasea por su vida hecha poesía, con sus ocasionales ataques de neurastenia, con sus consultas a las bellas maldiciones del Deuteronomio, replicando asquerosas postales navideñas, recibiendo de buen grado la bendición de los mendigos, y de no tan bueno las del dios cristiano, rebosando de júbilo en prostíbulos de barrio alto, quedándose inmóvil con la vista en el infinito. En fin, diciéndonos que los bombardeos y performances valen, claro, pero que los libros sólidos, bien escritos y bien editados, valen también y harto.


Julio Carrasco
“Sumatra”
Ediciones Tácitas, Santiago, 2005, 63 págs.




*Publicado originalmente en El Periodista N° 100, 10 de marzo de 2006