viernes, 21 de septiembre de 2007

Malú superstar

Malú Urriola (Santiago, 1967) actualmente vive momentos felices. Su cuarto libro, “Nada” (LOM, 2003) se llevó hace poco el Premio Municipal de Literatura 2004, en su modalidad poética. “Superstar sorprendente y deliberada”, como la califica Diamela Eltit en la generosa y algo enrevesada contraportada del poemario, no deja entrever mayor goce o jolgorio en su más reciente volumen de poemas.
En la página 94 del mismo, la autora resume de qué va (o iba a esas alturas) todo el resto de la obra: “Escribo a escondidas y me avergüenzo./ Lo que para otros es gloria, para mí es nada./ Nací para acaecer en medio de las noches./ Para contemplar la magnitud de los días./ El de hoy es amarillo, ni una nube cruza la tarde,/ no hay viento ni hace frío./ Nada soy y no tengo nada que ofrecerte,/ salvo estas insulsas palabras que bien podrían no importar./ Que son la luz y el ocaso de mis días”. Cosa poco frecuente en la crítica, la autora del libro le hace gran parte de la tarea a quien escribe estas líneas.
Vamos por parte. Partamos descartando lo que no es efectivo. “Nada soy y nada tengo que ofrecerte”. Ello es falso, Malú Urriola se consagró, a punta de verso rocanrrolero -cuyo retintín, ya algo obsoleto, sigue presente en esta obra-, dentro de la poesía chilena (no diré “femenina” u otra categoría antojadiza y efímera), y ciertamente que ha ofrecido algo, y que hoy también ofrece algo, una reflexión no grave, no densa de lo que vive una poeta, de la vida de una poeta particular de Santiago de Chile. No da para juicio acerca de la poesía, pues acá hay retazos, impresiones, pinceladas íntimas sobre la palabra, sazonadas con sendos oh, my god, Paradise, Ocean Pacific, etcétera.
“Escribo a escondidas y me avergüenzo./ Lo que para otros es gloria, para mí es nada./ Nací para acaecer en medio de las noches./ Para contemplar la magnitud de los días”. Efectivamente, Malú Urriola da la impresión de adoptar una postura estilo “yo la peor de todas”, poniendo en duda, o por lo menos en perspectiva, su escritura poética. Recalco el “su”, porque Urriola no ha dado señas de salir de un intimismo que permita tildar de “universales” -aunque quede grande el vocablo-, o al menos de “amplio espectro” estas reflexiones acerca del oficio del poeta.
Incluso más, vienen de perillas las palabras de Enrique Lihn (que ciertamente Malú Urriola ha de tener entre sus lecturas de cabecera, porque se nota): “Si se ha de escribir correctamente poesía/ no basta con sentirse desfallecer en el jardín/ bajo el peso concertado del alma o lo que fuere/ y del célebre crepúsculo o lo que fuere”. La autora no aloja ni roza la lucidez genial de Lihn (en realidad ¿quién lo hace o puede hacerlo hoy?), “envidiándole el no a este ejercicio” a Rimbaud. En buenas cuentas, Malú Urriola no es una Bartleby, está condenada a escribir, aunque le pese, aunque lo único que rescate sea la perspectiva de levantarse por la mañana y contemplar el día hasta su ocaso.
“(…)estas insulsas palabras que bien podrían no importar”. Quedó claro que a alguien le importaron estas palabras. Tanto como para premiarlas. Pero hay que señalar que, a la luz de la lectura de “Nada”, este verso de Malú Urriola no es del todo desacertado. La repetitiva variedad de menciones a lo que sería la palabra, le da vaguedad al conjunto, mucho abarcar para poco apretar. Poco se puede sacar en limpio. Retomando la contraportada de Diamela Eltit: “la escritura es interrogada acuciosamente”, pero, ¿qué resulta de esta pesquisa? ¿que la autora solamente valora los días y sus noches?
Entonces, hay que hacer distinciones. La primera es que lo interrogado o lo señalado con el dedo por la Urriola no es la palabra, la poesía, la literatura, o cómo ella nace, sino la vida misma del ser humano en esta vida “posmo”. Malú Urriola logra eso con una buena dosis de imágenes notables y con más de algún pensamiento bien hilado, bien articulado, que da cuenta de que la autora no es una mera “posmoderna muchacha”, que se le pasa todo delante de las narices sin pensar. Luego, su valor será aquél, el ser una mirada, un testimonio de vida, no pesado, no viscoso, desprovisto de pretensiones de inmortalidad, bronces o laureles, lo que, por cierto, siempre se agradece. Sin embargo, este “alivianamiento” del discurso no viene por recursos o técnicas que la autora haya usado deliberadamente, sino del hecho mismo de entregar una visión personal, con buen número de aciertos, y otro tanto de caídas.
En “Nada” hay algo, una superstar que, esperemos, siga avanzando y continúe en la siempre encomiable senda de la vigorosa poesía.


Malú Urriola
“Nada”
LOM, Santiago, 2003, 101 págs.



*Publicado originalmente en El Periodista N° 137, 21 de septiembre de 2007

viernes, 7 de septiembre de 2007

El octogenario entusiasta

El poeta David Rosenmann-Taub celebra este año su cumpleaños número 80 en su ostracismo norteamericano, lejanía que no es en ningún caso inactividad, pues, como lo demuestra la editorial LOM, Rosenmann-Taub sigue trabajando. En esta ocasión, es “Auge” (LOM, 2007), el último libro de poemas de este multifacético y octogenario creador.
En este volumen (con un título que por estos días ha hecho levantar más de una ceja a la Contraloría General de la República), se mantienen prístinas las características que han hecho de la poesía de David Rosenmann-Taub, una de las más elogiadas de la actualidad; a saber, el uso exquisito, pero no arbitrario del lenguaje, y la profundidad que adquiere el poema por este rasgo. Hay “palabras raras”, añejas, desconocidas muchas de ellas, pero no porque el autor busque sumir al lector en una cortina de humo con vocablos en desuso, sino por un deseo genuino (aventuramos) de forzar la palabra al límite de lo posible y de lo tenue, con el ritmo y el sonido nunca descuidados.
Ahora Rosenmann-Taub da una vuelta de tuerca a su ajustadísima poesía, pues abre más su interioridad, incorporando una franqueza, que es expresada con la lucidez y el oficio de un maestro artesano. Un botón de muestra; “Yo podría haber sido otra persona,/ y otra persona, yo, que se codeara/ con el que yo sería:/ ¿fastidio?, ¿desconfianza?,/ o, peor todavía,/ ¿dudosa simpatía?”; o bien, “Yo rezo: ­­Poesía,/ aproxímate a mí:/ sé poesía.”
En el pasado, quien suscribe describió a David Rosenmann-Taub como “un poeta que domina a cabalidad la materia prima de la poesía, el lenguaje, y lo hace de tal forma que es capaz de construir estructuras mínimas y cuasi perfectas, propias de un trabajo que se ha ido destilando casi por medio siglo”. Pues bien, la nueva entrega de este vate, lejano y misterioso (hasta mítico, por la ayuda de sus amigos), no hace más que refrendar lo anterior, y confirmar que Rosenmann-Taub, a sus 80 años, sigue entregando su poesía única, rarísima, casi quirúrgica, esmerada y fina por sobre todas las cosas.



David Rosenmann-Taub
“Auge”
LOM, Santiago, 2007, 261 págs.



*Publicado originalmente en El Periodista N° 136, 7 de septiembre de 2007