viernes, 20 de noviembre de 2009

Gran hermano, gran cronista

La vida del novelista, ensayista y reportero inglés Eric Blair, más conocido por su nom de plume, George Orwell (1903-1950), fue harto productiva, a pesar de solamente haber vivido 46 años, y de haber pasado muchos de ellos viviendo pobre y esforzadamente. Usted, buen lector, quizás lo tiene más en mente por ser el autor de dos de las novelas más importantes antitotalitarias del siglo pasado en la lengua inglesa, a saber, “La granja de los animales” y “1984” (cuna del “Gran hermano”, ese concepto que hoy se usa como salvoconducto para sustentar el dudoso fenómeno de los realities), pero también Orwell se las arregló para escribir una considerable cantidad de artículos periodísticos, diarios y otras obras en las cuales fue consignando el desarrollo de la centuria pasada. Una buena parte de ese trabajo de no ficción está contenido en “Matar a un elefante y otros escritos”, libro editado por el sello mexicano Fondo de Cultura Económica, en conjunto con la editorial española Turner, en una de las colecciones más elegantes que se pueden encontrar en librerías hoy, la colección Noema.
El volumen, que contiene ensayo, diarios de guerra, crónicas y reseñas de libros, se divide en diez partes, y de esta división sobresalen dos, que son de suyo destacables. La primera de ellas comprende los diarios que Orwell escribió durante la Segunda Guerra Mundial y la segunda, sus reminiscencias de la Guerra Civil Española (conflicto en el que participó activamente). En ambas piezas podemos ver a Orwell en su dimensión intelectual más clara, haciendo frente al totalitarismo estalinista (siendo él un socialista) y el fascismo (ya antes en su juventud se había mostrado particularmente al colonialismo inglés, como se puede ver en el texto homónimo, en el que el autor describe su vida en la ex Birmania), pero a la vez desarrollando una mirada que no deja escapar detalle de una sociedad que sufre transformaciones tremendas, cómo no, mientras desde el cielo los obuses nazi recluían a los ingleses en el subsuelo.

En este libro (que es una selección de los cuatro tomos publicados en inglés de ensayos y cartas de George Orwell) encontramos a un Orwell observador del entorno, pero también un Orwell que lucha por sobrevivir dignamente, pero sin heroísmos. Dada su pobre salud fue rechazado por el ejército regular, alistándose en el Home Guard, grupos civiles para la defensa doméstica. Nada tremendamente gravitante en el escenario de la guerra. Luego Orwell obtendría un trabajo en la BBC, pero que tampoco realizó de muy buena gana, “Lo que más me asombra de la BBC no es tanto la miseria moral y definitiva futilidad de lo que hacemos, sino más bien la sensación de frustración, la imposibilidad de hacer nada en condiciones”. En 1943 Orwell renunció a la BBC y empezó a escribir y desempeñarse como editor en el semanario de izquierda Tribune; “A mi antojo” era el nombre de la columna que escribió, de las cuales también este libro incluye una selección.

Compromiso político, compromiso con la gente, compromiso con la información. Por muy proselitista que suene lo antedicho, eran los motores que movilizaban a Orwell, los chispazos que hacían trabajar su mente y luego su pluma. Esto queda meridianamente demostrado en los retrospectivos “Recuerdos de la Guerra Civil Española”, incluidos en este libro. Orwell tomó las armas para pelear contra Franco movido por la crueldad del imperialismo colonial inglés y por las precarias condiciones de vida en que sus compatriotas vivían, en los años 20 y 30 del siglo XX.

Teniendo en cuenta los días que corren en Chile –elección presidencial ad portas-, no viene nada de mal repasar el ensayo “La política y la lengua inglesa”, escrito en 1946, pero con marcada vigencia en nuestros días, aún cuando han pasado 63 años, aún cuando estamos en Chile, y aún cuando acá no hablamos inglés. Con todo, el fenómeno se repite, la deformación del idioma por parte de los políticos, la prostitución de la lengua por parte de quienes están en el poder. Orwell describe con detalle cómo las palabras, las frases y los dichos utilizados por gobernantes y parlamentarios se van vaciando –instrumentalmente- de sentido, condenando a la lengua a desfallecer en un mar de vaguedad, donde la dicción ampulosa de quienes están frente a los micrófonos (hoy agregaríamos las cámaras de TV) son verdaderas bombas de humo para nublar la visión y entorpecer la comprensión, una división, en apariencia torpe, para continuar reinando. “En nuestros tiempos –sentencia Orwell-, el discurso oral y el discurso escrito de la política son, en gran medida, la defensa de lo indefendible (…) por eso, el lenguaje de la política ha de consistir, sobre todo, en eufemismos, en interrogantes, en mera vaguedad neblinosa (…) si el pensamiento corrompe la lengua, también la lengua puede corromper el pensamiento”.

George Orwell, escritor impecable, incuestionable, rotundo en la autenticidad. Eso nos muestra “Matar a un elefante y otros escritos”.


George Orwell
“Matar a un elefante y otros escritos”
FCE/Turner, México, 2009, 389 págs.

*Publicado originalmente en El Periodista N° 182, 20 de noviembre de 2009

viernes, 6 de noviembre de 2009

Algo especial

Como no podría haber sido de otra forma, la artista y escritora estadounidense Miranda July (Berkeley, 1974) terminó irrumpiendo en el mercado editorial castellano con su volumen de cuentos “Nadie es más de aquí que tú” (Seix Barral, 2009), libro que en el mundo anglosajón (especialmente en la esfera indie local) generó una pequeña gran expectación, puesto que July, polifacética como ninguna, ya se había hecho un nombre como música, artista visual y especialmente como directora de cine, con la película “Tú, yo y todos los demás” (2005), que tuvo un paso fugaz por el cable nacional. Al menos la edición importada desde España de este libro nos atiborra de información, pues la portadilla, la segunda solapa y la contratapa del libro están repletas de citas de prensa (pasando por David Byrne y de ahí hacia abajo), como un exceso -algo torpe y feo- de credenciales que no son necesarias, si es que el libro puede defenderse por sí solo.

El carácter más notorio de este conjunto de cuentos de Miranda July (ambientados casi todos en California) es que lo central pasa por no perder el sentido de todas las cosas. Rescatar la lucidez de hasta el más nimio acto que emprendamos en nuestras cotidianas y pauteadas existencias, y la tensión que genera la imposibilidad de compatibilizar ese anhelo con la áspera realidad es la materia prima con la cual July modela sus relatos. Así las cosas, en los 16 cuentos del libro el carácter que predomina en los personajes es el ser personas solitarias aún cuando están rodeadas de gente (si se permite esta postal algo manoseada), seres que, aún cuando no son del todo miserables, poseen una pátina de derrota azucarada y naíf, rozando la rareza, coqueteando con la obsesión, pero todo con un sentido, un significado, de la índole que sea. A lo largo del libro el tono se mantiene, los escenarios y las suertes de los personajes también, conformando quizás la gran piedra de tope del libro, que puede ser vista como consistencia, o bien como monotonía, pues la voz cambia poco o nada. Daremos por descontado lo desagradable que es leer el castellano de España.

El choque directo entre el sueño y lo cotidiano (tratar de cuadrar el círculo, sin más) se ve en relatos como “La hermana” y “Algo que no necesita nada” (tal vez el mejor cuento del libro). En el primero, un obrero viejo fantasea con la hermana de un colega más joven, para terminar ambos drogados en un sofá, dado que la hermana nunca existió; en el segundo, dos jóvenes enamoradas huyen de casa para vivir juntas en la gran ciudad. Una abandona a la otra, y la abandonada debe trabajar en un sex shop, posando empelucada y empelotada ante cachondos parroquianos anónimos, pero la narradora señala: “Creía que era un ser frágil, pero no lo era. Era como alguien que de pronto descubre que se le dan bien los deportes”. July apela a la empatía del lector, la comunión con él, que no debe confundirse con suscitar compasión ni generar una ternura ramplona. Fácil es adscribir a Miranda July a la tradición estadounidense del cuento (dejaremos tranquilo a Raymond Carver en esta ocasión), que rezuma una simplicidad inteligente, y que suele articular la cuasi irremediable condición del ser humano moderno de soledad, de desajuste. Puede que acá esté el cuento ganador por KO del que hablaba Cortázar, aunque en el caso de Miranda July, recibiríamos un beso en la mejilla antes que un derechazo en el mentón.

A las claras, Miranda July no es de finales felices. Con todo lo simples que puedan ser estas historias, llenas de una lasitud sensible y sincera, la autora no opta por efectismos baratos para que sus relatos “se arreglen”. No hay wild cards ni free passes, en estos relatos. Si los personajes deben sufrir, van a sufrir; la vida es incómoda, y quienes viven en los cuentos de Miranda July lo saben.


Miranda July
“Nadie es más de aquí que tú”
Ed. Seix Barral, Barcelona, 2009, 223 págs.

*Publicado originalmente en El Periodista N° 181, 6 de noviembre de 2009