viernes, 22 de octubre de 2010

El poema de Chile

Ya zanjada esa carrera de caballos llamada Premio Nacional de Literatura 2010 (ganó, al final, la yegua favorita), y aún con la resaca pantagruélica de los festejos del Bicentenario de nuestra curiosa república, es hora de volver a nuestro comentario libresco con un volumen del todo ad hoc para los tiempos que corren, nos referimos a la última entrega de Diamela Eltit (Santiago, 1949). A pesar de que la ex CADA dijo que “no estaba disponible para ningún premio”, haciendo referencia al Premio Nacional de Literatura, esto no impidió que la Universidad de Talca le entregara el Premio José Donoso 2010, ni que la editorial Seix Barral aprovechara la ocasión y publicara “Impuesto a la carne”, la última obra de la autora de “Lumpérica”, y que, para estar a tono con el año que corre, funge también como una metáfora nacional, como una representación, descarnada y sangrienta, de este simpático país que festejó 200 años de que hubiera en él un conciliábulo para determinar cómo autogobernarse.
“Impuesto a la carne” narra la historia de una madre y una hija que tienen 200 años de edad, comparten un cuerpo, y están en un hospital, esperando, y en el que en reiteradas ocasiones se les extrae sangre, se les opera, y se les practica una serie de procedimientos médicos sin mayor sentido, todo como aderezo de la espera de la atención que estas dos personas recibirán del gran médico director del hospital, ausente. Mientras tanto, se trafican sangre y órganos, y las mujeres que comparten sala común con la madre y la hija van muriendo, dejando abierto el final en el que se desprende que la muerte de las protagonistas es también, inevitable.
Como sucede en las demás obras de Diamela Eltit el lirismo está trabajado de forma minuciosa, tanto así que este libro podría perfectamente funcionar como un poema largo. Es la figura poética, el símbolo y el signo los expedientes que Diamela Eltit prefiere en sus obras, y que en este caso se agradece, pues es más efectivo que la digresión pretenciosa y tediosa, el discurso ramplón y bizantino, o el episodio anexo que dispara la trama a la mismísima porra.
Eltit instala su arsenal de símbolos terribles y contundentes, que quizás hacen un poco de ruido presentados en un modo narrativo, y que en un poema de largo aliento habrían estado libres del desacomodo que implica el recurso poético en un medio prosaico, pero ello no resta fuerza a la representación nacional que Eltit nos echa en cara en pleno 2010, el de una patria que se desangra tras el maquillaje, y que puede morir en cualquier momento.


Diamela Eltit
“Impuesto a la carne”
Ed. Seix Barral, Santiago, 2010, 187 págs.

*Publicado originalmente en El Periodista N° 198, 22 de octubre de 2010