miércoles, 18 de julio de 2012

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La literatura de la escritora chilena Lina Meruane (Santiago, 1970) descuella por su lenguaje cuidado. Pero esto no es solamente un rasgo de redacción ordenada o bien acotada, sino que, muy por el contrario, es el lenguaje la piedra angular que articula la obra. A ello hay que, de las nuevas generaciones de narradores, pocos han desplegado un sentido político amalgamado a un discurso literario y estético complejo, lo que, desde luego la aleja años luz del panfleto, o de la consigna fácil para la galería, ingredientes habituales de la mayormente convencional novela chilena. Esto se puede ver en libros tan relevantes de la década de los 90 como Las infantas (1998), su primera novela, instalación firme de esta autora en un panorama n narrativo chileno habitualmente poco exigente.

            La última entrega de esta autora Sangre en el ojo (Mondadori, 2012, aunque fue publicada antes en la editorial argentina Eterna Cadencia) confirma, más que un estilo o una forma, un programa escritural, aunque con diferencias. Si en Las infantas el experimento se centró en el juego de la reescritura de personajes de cuentos de hadas, entrelazados con el maltrato y el crimen; o Cercada se acerca a lo político desde la brevedad, en Sangre en el ojo, centrada en la historia de Lucina, una chilena que vive en Nueva York y que pierde la visión, Meruane balancea una ficción sobre sí misma, y la enfermedad, emulando al Impuesto a la carne, de Diamela Eltit.

Tributaria del barroquismo de Severo Sarduy, la novela es espesa en lenguaje, y lenta de leer. El entrelazado de angustias y alegorías, de viajes e íntimos desastres, del cuerpo -siempre del cuerpo- exige atención, y por momentos confunden las marcas que deja, como el separar ciertas palabras con un guión, sobredecorando un argumento engañosamente pastoso en más de una ocasión. Con todo, basta un texto como éste para sobresalir en un medio más bien chato: el de la narrativa chilena de estos días que, sin tener necesariamente sangre en los ojos, rara vez suele ver más de su nariz o el propio ombligo.





Lina Meruane

“Sangre en el ojo”

Ed. Mondadori, Santiago, 2012, 177 págs.