domingo, 21 de julio de 2013

Levántate papito



 
Silencioso había estado el periodista, editor y escritor Patricio Jara (Antofagasta, 1974), al menos en el plano de la ficción, desde el año 2009, cuando se hace notar con sus novelas Prat y Quemar un pueblo. Ahora el antofagastino vuelve con Geología de un planeta desierto (Alfaguara, 2013). Están de moda las novelas de padres e hijos, y esta es otra que sigue esos derroteros. La historia la protagoniza Rodrigo, geólogo de profesión, quien un día recibe la visita de su padre muerto. El libro arranca con esa premisa para relatar la biografía familiar del protagonista, cuyo trabajo lo llevó a recorrer el mundo y alejarse de los suyos, hasta que vuelve a afincarse en Antofagasta.
El grueso de la novela se centra en la historia del padre, un alcohólico trabajador portuario, y que muere en las circunstancias trágicas que genera su vicio y en la precariedad de atenderse en el sistema de salud público chileno. Paralelamente Rodrigo, en la perspectiva del recuerdo, se prepara para ser él mismo padre con Magaly, la chica con la que lleva sólo unos meses conviviendo.
La narración tiene dos dimensiones entrelazadas. La mencionada del padre y el hijo, y otra, la del propio protagonista. Tan sólo por la primera, ya se puede afirmar que Jara logra una narración potente, imponente y honesta. Confirmado: cuando los narradores chilenos dejan de tontear con zombies, vampiros, marcianos, utilería pop, cantantes y bandas de rock y un millar de variados voladores de luces, y se ponen serios, los resultados suelen ser fértiles. Éste es el caso, al punto de que es posible considerar este libro como la mejor entrega que ha hecho Jara hasta ahora. La narración de la decadencia del padre está lograda, contada fluidamente, sin lloriqueos ni excesos, y con pureza desgarradora. Tanto así que cuando el texto se enfoca en la otra línea narrativa, los avatares del protagonista, no se puede evitar sentir que hay material de relleno, páginas que sobran y que se cierran con la feliz paternidad de Rodrigo.
Con todo, es difícil deducir de qué va el centro de la novela, ¿ajustar cuentas con el pasado?, ¿entender a nuestros padres?, ¿hacer un tracking de nuestra identidad?, ¿saber quiénes somos, y hacia dónde vamos, a partir de conocer a quienes nos engendraron y cómo crecimos bajo su ala?, nada queda del todo resuelto, y he ahí otra gracia de este libro: abre posibilidades, genera preguntas, haciéndole una finta propicia al melodrama paternofilial.
Geología de un planeta desierto (un libro con título algo houellebecquiano y con una portada de color amarillo flojera) es, con todo, una novela estimable, promisoria y muy bien lograda en una buena porción. Si en el futuro el autor logra resolver mejor ciertos callejones sin salida que hay en su narrativa, indudablemente mantendrá el buen nivel mostrado. Tras la lectura de este libro no quedan dudas de que en Patricio Jara hay capacidad y pasta suficientes para lograr narraciones más que aceptables, que le permitan sacar la cabeza por sobre el océano ni fu ni fa que es la narrativa local, como lo ha hecho en esta ocasión. Veremos si así sucede.



Patricio Jara

“Geología de un planeta desierto”

Alfaguara, Santiago, 2013, 129 págs.

domingo, 7 de julio de 2013

American idiot



Hace una década, el poeta chileno Marcelo Rioseco (Concepción, 1967) hizo una contribución mayúscula al fomento del conocimiento de la poesía en lengua inglesa, al editar junto con  Armando Roa, la antología This be the verse. 26 poetas en lengua inglesa (Beuvedráis, 2003). Por sí solo este libro significa un aporte incuestionable y valioso que Rioseco ha hecho a la comprensión de la poesía anglo, un terreno en el que todavía falta mucho que abarcar. Además, la poesía del autor fue reconocida en 1994, con el premio que otorga la Revista de Libros de El Mercurio. Sin embargo, hoy Marcelo Rioseco optó por la novela.
            El otrora compañero de travesuras de Warnken, Elordi y compañía en el desaparecido periódico poético Noreste realiza una nueva entrega narrativa (en 1998 Rioseco publicó el libro El cazador y otros relatos), con la novela American visa (Mondadori, 2013). Empezaremos diciendo que el título del volumen tiene un timing fatal, puesto que, contra todo pronóstico, Sebastián Piñera, además de calentarle el asiento a Barack Obama, logró un acuerdo para que los chilenos ingresen a Estados Unidos sin necesidad de visa. Esto, de todas formas, no pasa de ser anécdota, dado que los problemas de este libro son de otra índole.
            La novela cuenta la historia de Marcelo, un chileno que viaja con su pareja estadounidense a California, desde donde emprenderán un viaje por tierra hasta Pensilvania, donde el protagonista emprenderá estudios de posgrado, no sin antes ser dejado por su novia, sin motivo claro. Con todo, Marce realiza sus estudios en literatura, sufre una estafa por Internet por parte de un colombiano compañero de clases y se dedica a viajar por Estados Unidos.
            Según palabras del propio autor en una entrevista a propósito de esta novela, se propuso ser lúdico y “hacerle guiños” a sus amigos. Pues bien, la lectura de este libro pronto enseña que el autor trabaja los lugares comunes del chileno en EE.UU., deviniendo en el viaje final por la anchura estadounidense, lo que ya ha sido visto en otros libros, como Missing de Alberto Fuguet, que, a estas alturas, debe ser uno de las novelas más saqueadas de los últimos años. Rioseco repite el desabrido chiste de poner por escrito una road movie.
            La lectura de American visa es lenta y latosa, y el héroe no demora mucho en convertirse en un tipo infumable. Regodeón, listillo, petulante y con opinión para todo, Marce protagoniza una historia sin historia, un libro con un argumento mínimo, pero del todo hipertrofiado por las chabacanas introspecciones este chileno en USA. Reflexiones que dan cuenta de un provincianismo rampante, y que, según van pasando las páginas, suben de tono y ya derechamente podemos ver tufillos de antisemitismo (del cual es blanco la suegra judía del protagonista), racismo (la raza negra es mentada como “morenos” o “morochos” durante buena parte del libro), clasismo (encarnado en los latinos), homofobia y xenofobia que terremotean cualquier chance de identificación o cercanía con quien narra, quien termina por dibujarse como una vieja histérica de paupérrimo espíritu a la que le molesta todo lo que la rodea, y que se despacha sentencias de esta laya: “Chile es un país gobernado por mujeres, para desgracia de los hombres. Porque en Chile, ya se sabe, el padre no existe, por eso a Pinochet le fue tan bien”, “Más raro es Puerto Rico, que es un país que no existe”, “A mí me basta con que Kimberly no me hable para que me ponga a pensar en la política exterior de la Casa Blanca”, “Apenas terminé de pensar esto me sentí exótico, que es lo que uno siente cuando es chileno y está en Estados Unidos”, “No es lo mismo haber sobrevivido más de dos mil años [sobre la raza judía] entre persecuciones y genocidios, cruzando el desierto, huyendo de plagas malditas, metiéndose en el mar sin salvavidas, que los trescientos años de la guerra de La Araucanía, de la cual me sentía tan orgulloso”, “Después de todo, no hay publicista que no se crea artista”, “Había en el salón tres estudiantes afroamericanos. Cuando los vi recé un padrenuestro a Nuestro Señor Jesucristo para que  no fueran egresados de la escuela del crimen”, “La señora Riega Sanabria me producía la misma alegría que produce masturbarse con una Playboy de los años sesenta”.
Molestamente sobreadjetivada (no por mucho adjetivar se inventa una forma nueva ni se maquilla una trama pobre) y atestada de arbitrariedades, reflexiones que no vienen a cuento y callejones sin salida, a esta novela le sobran páginas e información inútil y le faltan enjundia y oficio. La contraportada incluye la palabra “ironía”. Asunto delicado, dado que la línea entre la ironía y la pelotudez es tan delgada que se requiere de una descomunal dosis de talento narrativo para emprender exitosamente una empresa de estas características y no morir en la intentona. Es casi como cruzar un puente colgante sobre un abismo, pero con las tablas podridas. Si no se tiene extremo cuidado, la caída es inevitable. En esta pasada el autor falla de forma ostensible, pergeñando un cretino de campeonato como es Marce y apilando casi 250 páginas apelotonadas con expresiones vacías y descripciones de todo lo que el protagonista ve, siente y opina.
Las novelas chilenas que han destacado en el último tiempo, han descollado por cultivar la duración breve, producto de un lenguaje contenido y económico, pero revestido de significado y sentido, galvanizado de posibilidades. Las escrituras de Alejandro Zambra y Diego Zúñiga son ejemplos de ello. Con esta novela, Rioseco va en el sentido contrario, demostrando una falta de sutileza, oficio y precisión que lo alejan de las tendencias narrativas a las que vale la pena poner atención hoy en día. Y esto no lo decimos acá, sino el propio autor, que califica a su libro -en el libro mismo- como algo que no es “más que digresiones y aventuras que nunca se desarrollan”. Nunca mejor dicho.
            Ése es el resultado cuando se pretende hacer literatura desde la histeria, el turismo o para ganarse los aplausos de la hinchada VIP. Y es un resultado peligroso, sobre todo cuando circula la idea de que este libro tiene visos autobiográficos. Aún cuando apuntar ese vínculo no lleva a mucho, no deja de ser para nada simpático calzar en el molde de un personaje despectivo y que mira el mundo que lo rodea con insufrible suficiencia, y que evacúa una verborrea esnob que puede sonar muy chistosa en la tertulia con los amigotes, pero que en un libro por el cual hay que pagar no es ninguna gracia. Sí hay que conceder algo al autor, ha creado un identikit de lo peor del provincianismo nacional, donde se suele hablar “sin filtro” y por encima del hombro, además de padecer una neurastenia propia del pollo en corral ajeno.
            Mucho más no se puede sacar en limpio sobre American visa, salvo que su autor necesita con urgencia volver a la poesía, y en lo posible no salir de ahí.

Marcelo Rioseco
“American visa”
Ed. Mondadari, Santiago, 2013, 247 págs.