La
fobia que le tiene una persona a la celebración de Halloween se denomina chamainofobia;
la aversión al viernes 13 se llama parascevedecatriafobia. En Cuba se cuentan
46 formas reconocidas para llamar al pene. Está bien decir “actora” –por
espantoso que suene-, siempre que se refiera a una mujer que participa en un
hecho y no a una integrante de un reparto de una obra dramática. También se
puede decir “obispa”, pero no en el ámbito católico, desde luego. Los porte ños
no son bonaerenses y los bonaerenses no son porteños. La palabra “reconocer” se
lee igual al derecho y al revés. Oía es una palabra de tres vocales y de tres
sílabas. A un originario de Nuevo Hampshire se le dice neohampshireño, a uno de
Nueva Jersey neojerseíta. La pedofilia no es delito –en cuestiones
idiomáticas-, pero la pederastia sí.
Estas
y otras tantas curiosidades y lindezas léxicas es posible encontrar en Compendio ilustrado y azaroso de todo lo que
siempre quiso saber sobre la lengua castellana, un libro que existe desde
hace un par de años en España y que ahora llega a Chile. Este compendio se
nutre del trabajo de la Fundación del Español Urgente -o Fundéu-, una institución
hispana nacida de la labor combinada de una agencia de noticias, la RAE y de un
banco, y que se ha posicionado como un referente cada vez más válido para
dirimir incógnitas del idioma castellano. El trabajo de la Fundéu se distingue
por emplear internet y la prensa (de ahí la urgencia, se entiende) como fuentes
principales para recoger deslices, e impulsar el correcto uso del idioma sobre
todo en los medios de comunicación, una de las plazas más vilipendiadas en
cuestiones de lengua, y además divulgar la corrección idiomática a través de
plataformas como las redes sociales.
Tal
como lo sugiere el título, este libro carece de los criterios de ordenación de
un diccionario, así como de severidad académica. En este mismo sentido, este no
es ciento por un libro de consulta de tomo y lomo, sino más bien un anecdotario
que intenta dar cuenta de la versatilidad de la lengua explicando términos recién
acuñados que aún no llegan al diccionario como mileurista, bloguero y copago,
amén de hacerse cargo de dudas recurrentes como el uso de mayúsculas, comas,
puntos o tildes, lo que se condimenta con píldoras simpáticas como esta: “Tomás García
pidió públicamente perdón, después muchísimo más íntimamente”, una oración con
todas sus palabras tildadas, o “aristocráticos” palabra donde todas sus letras
se repiten.
Eso
sí, la distancia con España se nota, en especial en la parcela futbolera de
estos pagos; según este Compendio los
hinchas de Colo-Colo se llaman “caciques” y los de Unión Española se
denominarían “pepes”. También hay expresiones que difícilmente peguen en el
habla cotidiana, por muy correctas que sean, ¿se le podrá pedir al ciudadano de
a pie que diga “programa de telerrealidad” en vez de reality show, o simplemente reality?,
¿qué escriba “zum” en vez de zoom?,
¿qué diga Catalina en vez de Kate Middleton?, ¿o bien que nuestro empresariado
siútico y aspiracional diga, simplemente, “director de cuentas” en vez de account manager?
Esperanzas
aparte, el libro entretiene más allá de su declarado afán lectivo, también la
porción ilustrada del volumen, que logra explicar, por ejemplo, cómo se forman
las palabras nuevas en nuestro idioma. Al cierre otra píldora, dedicada a los
que chaquetean al diccionario de la RAE por añejo: éste ya define el matrimonio
como unión entre personas del mismo sexo. ¿Y Chile? Bien, gracias.
Compendio
ilustrado y azaroso de todo lo que siempre quiso saber sobre la lengua
castellana
Fundación del
español urgente
Debate, Barcelona,
2012, 181 págs.
*Reseña publicada: http://bit.ly/FundeuLUN
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