La
moda no incomoda, reza el refrán, y la lectura de Linda, regia, estupenda. Historia de la moda y la mujer en Chile,
no hace variar mucho el panorama. La voluminosa crónica, obra del periodista
Juan Luis Salinas, cubre un período que va desde los años 50, donde para
apreciar el último alarido de la alta costura había que acudir a Los Gobelinos
o Gath & Chaves, hasta nuestros días, donde un montón de tribus urbanas
hacen de sus pintas alaridos provenientes del núcleo de su interioridad. Con un
estilo liviano, cercano, prêt-à-porter si se quiere,
Salinas conforma, a través de un reporteo profundo y una pluma afanosa, un
anecdotario que no se centra puramente en el tema de la moda, sino que logra no
caer en la frivolidad total. Esto porque el autor integra a su relato ingredientes
como la televisión, tendencias, vistazos a personajes de época y sucesos que
jalonaron la historia de un país. De esta forma el libro también se hace cargo
de temas como el voto femenino, la escasez de telas durante la Unidad Popular
–donde la moda, como casi todo entonces, se transformó en propaganda- o la
vorágine ochentera del consumo, donde los desfiles de moda estaban provistos de
onerosos refrigerios como canapés de erizo y centolla, algo impensable en la
década previa, cuando se le aconsejaba a la dueña de casa hacer durar sus
vestidos de temporada.
A
medida que avanzan las décadas, el autor devela episodios que van armando el
terno nacional con razonable precisión, en especial cuando se trata de traer al
último rincón del mundo aquello que estaba a la vanguardia en los epicentros internacionales,
casi siempre llegando tarde, con caídas en la improvisación y las malas copias.
Un ejemplo de esto es el relato que hace Salinas del mítico festival de Piedra
Roja, esa muy artesanal intentona chilena de allegarse al fenómeno hippie. O también cómo el país se subió
tarde y mal al carro de la música disco, cuando la noche chilena era un páramo
a punta de metralletas y toque de queda, tiempos en que Lucía Hiriart se tomó
muy a pecho la labor de reconstruir moral y espiritualmente a las chilenas, premunida
con el estandarte de CEMA Chile.
Con
todo, el subtítulo del libro es algo pretencioso. Un par de tallas muy grande,
tal vez. Antes que la historia de la mujer en Chile, Linda, regia, estupenda es un anecdotario protagonizado por la
mujer, más relacionada con el tema de la moda, y donde el repaso de época que
hace Juan Luis Salinas carece de riesgo. Hablar de la segunda mitad de la
década de los setenta y toda la de los ochenta casi sin usar las palabras
“dictadura” o “dictador” es jugar a la segura, bien arropado. A pesar de su
subtítulo engañador, pedirle otra cosa a este libro no corresponde, menos a ún
cuando el autor entrega una crónica suculenta y entretenida, muy en la línea de
autores como Óscar Contardo y Macarena García, cuyo libro La era ochentera combina bastante bien con este volumen.
Situado
en su apropiada dimensión, Linda, regia,
estupenda divierte bastante. Salinas pespuntea un anecdotario festivo,
lleno de datos para alimentar la trivia y desnudar historias indocumentadas,
como la prohibición que se decretó en 1969 en la Escuela de Derecho de la PUC,
donde las mujeres no podían ir a clases con pantalones, o los entretelones de
la realización de Palomita blanca.
El
autor cierra su crónica citando a la diseñadora francesa, Coco Chanel, “La moda
reivindica el derecho individual de valorizar lo efímero”. Nunca mejor dicho en
el caso de este libro.
Juan
Luis Salinas
Linda, regia, estupenda. Historia
de la moda y la mujer en Chile
El
Mercurio Aguilar, Santiago, 2014, 340 págs.
*Reseña publicada: http://bit.ly/LindaRegia