Si
bien aún está muy fresco el reinado de la escritora canadiense Alice Munro como
premio Nobel de literatura, no es desacertado señalar que, al menos del 2000 en
adelante, uno de los laureados más imbatibles e incuestionables es el
sudafricano John Maxwell Coetzee (1940). Esto se refuerza tras revisar Escenas de una vida de provincias
(Mondadori, 2013), una de las últimas publicaciones del autor, que compendia
tres libros autobiográficos Infancia,
Juventud y Verano.
Como
un todo, Escenas de una vida de
provincias es un tour de force autobiogr áfico singularísimo.
En estas páginas Coetzee va mucho más allá de la descripción aderezada de su
crecimiento y su hechura como hombre, sino que no tiene el más mínimo temor de
revelar trizaduras, obsesiones y debilidades propias, amén de dar cuenta del
desacomodo insoluble que significó crecer en la Sudáfrica de la segunda mitad
del siglo XX, tal vez el rincón más segregado del mundo entonces, donde los
tipos de ciudadanía no solamente estaban dictaminados por la ley, sino también
por factores culturales como la lengua afrikaans, retratada por Coetzee como el
idioma de la opresión y la zafiedad.
El
recorrido comienza con Infancia, que
relata en tercera persona los primeros años de vida del autor en un pequeño
pueblo sudafricano, crecimiento delimitado por la alienación y la tensión entre
la herencia afrikáner y la adopción de lo inglés, al mismo tiempo que la
mayoritaria raza negra era silenciada. Luego, en Juventud, vemos a un joven Coetzee feliz de escapar de su país, el
cual, de todas formas, le deja una mácula vergonzosa e indeleble: son los años
duros del apartheid. A estas alturas el relato es conducido por la frustración
y la soledad, que se nota hasta en los escrutinios literarios que realiza el protagonista.
La frustración de no poder convertirse en poeta, y la soledad de vivir en un
país extranjero, sobreviviendo como programador de computadores. La trilogía se
cierra con Verano, donde cambia el
tono, pues se pasa del relato directo al uso de recursos como el diario o las
entrevistas ficticias a parientes, colegas y amantes para una supuesta biografía
del autor, que cubren el lapso inmediatamente anterior a la publicación de la
primera novela de Coetzee, Tierras de
poniente. Todo visto por otros, dejando más cabos sueltos que en las dos
partes previas.
Escenas
de una vida de provincias puede
ser leído como la preparación de un escritor de calibre mayor. No obstante,
esta trilogía no resuelve dudas respecto de cómo un hombre inseguro,
aparentemente misógino, impenetrable y poco arriesgado pudo convertirse en un
autor de fama mundial. Dudas que tampoco necesitan ser resueltas, en todo caso,
sólo instaladas, mientras el conjunto opera como retrato poco confortable pero
efectivo y honesto de un hombre que, hoy por hoy, es uno de los escritores
vivos más importantes del mundo.
J. M. Coetzee
“Escenas de una vida
de provincias”
Mondadori, Buenos
Aires, 2013, 579 págs.
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