Es muy probable que la gran fuente del
estilo que distingue a Marcelo Mellado (Concepción, 1955) en la narrativa
chilena se la tirria que destilan sus libros. Como nadie antes, Mellado ha
sabido arremeter contra esa maquinaria pedestre que es la institucionalidad político-cultural
de provincia, poniendo al descubierto, mediante la parodia, sus apariencias,
sus falsedades y sus miserias. Ese malestar que este autor ha sabido instalar
con destreza en los últimos años en sí mismo constituye un gran mérito, sobre
todo en un país donde la narrativa es complaciente y, salvo contadas
excepciones, arrellanada a las necesidades del circuito literario comercial.
Tal
como lo hizo en novelas como Informe
Tapia, la última entrega de Mellado, La
batalla de Placilla (Ed. Hueders, 2012), se centra en la actividad cultural
de provincias, en este caso, de la zona de Valparaíso. El protagonista de la
novela, Cancino, es un muy amargo funcionario de una universidad porteña, que
tiene por delante el proyecto de recrear la batalla de Placilla, que puso punto
final a ese obliterado período histórico chileno: la guerra civil de 1891.
Cancino, un personaje sobrecargado de un resentimiento que rezuma en el texto
(y que, según palabras del propio Mellado, sería una suerte de alter ego), busca
recrear la historia de este hito bélico, pero al mismo tiempo se va metiendo en
un contubernio político. Incluso es posible abrir el camino a la hora de hablar
de La batalla de Placilla. La primera
vía posible a transitar es la de la corrección política, y fruncir el ceño ante
un relato donde campean el odio y la homofobia, encarnados en Cancino. O bien
podemos anteponer a todo el que estamos ante una obra de ficción y ver todo a
través de ese cristal. Lo deja difícil Mellado.
Cancino
es un amargado proverbial, cuya función en el libro es, en el fondo, tensar al
máximo el relato, forzar la historia y, de pasada, la capacidad de un escritor
de reflejar el mundo con todos sus dobleces y magulladuras. Una tensión
riesgosa y potencialmente lesiva para el autor, en caunto al nivel de
reprobación de Cancino y su forma de ser. Pero también es cierto que la
literatura y los libros no son concursos de popularidad, así es que podemos
también ver en La batalla de Placilla una
historia de amor y desamor, de soledad, que pueden ser los resultantes de la
vida infeliz que Cancino ha debido masticar a través de los años. Acá Mellado
demuestra su destreza retratista, su habilidad para configurar el tipo humano
macerado en sinsabor.
Una
nota aparte, respecto de la edición de este libro. Al revisar esta batalla, así como otros libros
publicados por estos días, como Háblame
de amores, de Pedro Lemebel, lo que la lectura deja en evidencia es que el
gremio de los correctores de prueba anda muy flojo. No son pocas las faltas de
lógica en la redacción, y la ausencia notoria de ciertos tildes, pero ahora ya
hay gazapos más bien groseros. En el caso del libro de Lemebel, editado por
Seix Barral, el sinónimo de suturar se escribe en algún momento con “c”. Mientras
que en el caso de Mellado hay tropezones feos, como escribir el verbo “hallar”
con “y”. Es una l ástima que Hueders, una editorial que ha puesto en
circulación libros hechos de forma primorosa, tanto en apariencia como en
contenido, haya publicado un libro tan descuidado. Tal vez estas situaciones no
sean de mucha importancia para el desocupado lector, sin embargo, ocurren justo
en un momento en el que el librismo y el editorialismo chileno vienen saliendo
orondos y ufanos de la Feria de Guadalajara. A ver cómo “hayan” los mexicanos
que se les vaya a entregar a domicilio libros llenos de pifias y ripios. Y que
más encima se les cobre por ello.
Volviendo
a La batalla de Placilla, tal vez una
de las grandes gracias de Marcelo Mellado sea no la tirria que destilan sus
personajes hacia el establishment cultural de cartulina que existe en regiones,
sino las preguntas certeras que plantea entre las líneas del odio: “¿Qué otra
cosa puede ser la historia de este territorio, si no la crónica de las familias
dueñas de este suelo que pisamos todos?”. Son esas preguntas, unidas a la
descarnadamente franca crítica social, desde el microcosmos cultural
provinciano, lo que articula esta novela y la literatura de Mellado. No será
nada nuevo tildarla de “resistencia”, pero tampoco es algo inexacto.
Marcelo
Mellado
“La
batalla de Placilla”
Ed.
Hueders, Santiago, 2012, 252 págs.