El
de los 40 años ha sido, por lejos, el más impactante de los aniversarios
redondos del golpe de estado chileno. Como nunca antes una nueva efeméride del
quiebre de la democracia ha remecido a buena parte de los chilenos. Como nunca
se han hecho exhortos de perdón y justicia. Las redes sociales dieron cuenta,
como nunca, de su utilidad, puesto que a través de ellas se visibilizaron
millares de pequeñas intensas historias del golpe y la dictadura, cosa
imposible hace algunos años. Todo lo anterior reafirma que lo más importante en
la vida no es sonreírle al mundo con optimismo y fe, sino buscar la justicia.
Los medios de comunicación, por su parte, tuvieron un rendimiento dispar.
Mientras Chilevisión descolló con producciones como “Chile, las imágenes
prohibidas” y “Ecos del desierto”, Canal 13 se limitó a hacer un aséptico y
timorato “corre video”, recalentando un charquicán de imágenes que ya se vieron
un millón de veces en muchas otras partes y en muchos otros momentos.
Y
están los libros. Era esperable que el mercado editorial aprovechara este
aniversario del putsch, y lo hizo con
la no ficción como estandarte principal. Entre los vol úmenes aparecidos
para conmemorar las cuatro décadas del desastre de 1973, está Volver a los 17. Recuerdos de una generación
en dictadura (Planeta, 2013), una compilación de textos de escritores y
periodistas chilenos que crecieron durante el régimen pinochetista. A cargo del
conjunto está el periodista y escritor curicano Óscar Contardo (1974).
Hace
algunas semanas me tocó presentar a Contardo a propósito de una nueva edición
de su superventas Siútico. El
escenario era el foyer del Teatro Municipal de Viña del Mar, posiblemente una
de las ciudades que cuenta con una de las mayores tasas de ancianos
pinochetistas en Chile. Algo así como Providencia con acceso al Océano
Pacífico. Aprovechando la ocasión, Contardo informó a la concurrencia de qué
iba este libro. Su propósito es fijar los recuerdos de los miembros de una
generación nacida en dictadura, o que hayan tenido muy poca edad al momento en
que Allende fue derrocado. Ante esto un senior viñamarino pidió la palabra y le
censuró con amargura al antologador el no contar “la otra mirada”, “la historia
completa”, “lo que pasó antes del 11 de septiembre” y “las causas de por qué
pasó lo que pasó”. Contardo esquivó con desenvoltura y serenidad el rocket,
subrayando que el asunto del libro es el recuerdo y no la historiografía. Esto
lo confirma uno de los escritores que componen el conjunto, Álvaro Bisama,
cuando apunta en su intervención en el libro que escribe del pasado acumulando
retazos.
Las
ventajas de un libro compuesto casi en su totalidad por sandías caladas no
requieren de mucha explicación. Sí vale señalar que al ser éste un libro de
memorias, en el que los autores deben bucear en sus recuerdos sobre el período
más nefasto de la historia reciente de Chile, están obligados a ser honestos,
sin dejar un centímetro a las cuchufletas y a la pirotecnia narrativa. De esta
forma, Volver a los 17 se muestra
como una combinación balanceada de intimidad y contingencia, con el relieve
propio de cada una de las 15 plumas calificadas que conforman el libro,
memorias que muestran marcas comunes como el terremoto de 1985, el caso
degollados (otro golpe devastador) o las protestas estudiantiles de fines de
los ochenta.
Como
conjunto, Volver a los 17 es una
sinfonía, posee distintos tonos, distintos colores. La llaneza infantil ante lo
terrible de Contardo, Alejandra Costamagna o Nona Fernández contrasta con la
ópera ligera de Patricio Fernández Chadwick, quien habla de un tío Andrés que
era revolucionario hasta el golpe además de aportar una anécdota de su pasado
como nieto de patrón de fundo. Luego se pasa a Rafael Gumucio, desmedido y sentencioso,
dando paso a un reverso absoluto, al de Pablo Illanes, quien hace un repaso más
liviano, cinéfilo y televisivo de la época. Luego, la periodista Andrea Insunza
marca otro giro en el libro, pues se pasa del relato de alguien arrojado al
período a un testimonio de alguien que sufrió en más de un flanco el pisotón de
la bota militar. Nieta del ex secretario general del PC Luis Corvalán, entre
otros parientes comunistas, su relato la pone, tal vez, más cerca del horror
que las otras plumas del libro. Es el aria más trágica de esta obra, sin dudas.
Libro
eminentemente político, Volver a los 17
es también un libro de padres e hijos. De paternidades incomprendidas, de
candores perdidos, de rebeldías y lecciones. De distancias y rebeldías
adolescentes que el tiempo supo desvanecer. Lo expone con claridad Andrea
Insunza: “De algún modo, nosotros, los niños, competíamos con la dictadura por
la atención de nuestros padres. Y en la medida en que crecíamos empezábamos a
notar nuestras derrotas”.