Hace doce años, el
colectivo Casagrande descargó desde el cielo toneladas de marcalibros con
poemas de autores chilenos y croatas, poemas que cayeron sobre los habitantes
de la ciudad croata de Dubrovnik. La acción se enmarcó en el proyecto que por
esos días llevaba adelante el colectivo: bombardear con poesía ciudades que
habían sido arrasadas con bombas. Antes habían sido bombardeadas con poemas La
Moneda, en Santiago, y Guernica, en España. El libro Fuimos a bombardear Croacia, del poeta y músico chileno Julio
Carrasco (1969), uno de los integrantes de Casagrande se centra, se puede
anticipar, en la acción ocurrida en Dubrovnik.
El libro no se deja encasillar
fácilmente, no del todo es ficción ni no ficción, y aunque la contratapa
anuncia, algo manidamente, que es “una ficción delirante”, tal vez lo más
correcto sea ubicarla en la órbita de la crónica. La narración está compuesta
con diversos elementos como entradas de diario de vida, correos electrónicos,
listas, y otros ingredientes que contribuyen al reporte del viaje de Carrasco
desde Chile, su llegada a Dubrovnik con escala en Roma y el recuento, ya en
terreno, de todos los detalles del proceso que llevó a esta agrupación a dejar
caer una lluvia de poemas sobre los habitantes de esta ciudad, castigada
durante la guerra de los Balcanes, a principios de los 90. Fuimos a bombardear Croacia comienza con un autor dubitativo, que
duda hasta de la propia operación de lanzar poemas desde el cielo. Sin embargo,
el relato cobra fuerza y su narrador también gana, digamos, carácter. Incluso
llega a ser algo fanfarrón: “¿Sabrá él que detrás de mi fachada cultural de
artista frágil hay un pendenciero listo para saltar a la calle a discutir el
trasero de su hija?”.
La historia de este bombardeo
poético es conocida y el libro transcurre con un desenlace divulgado; no
obstante, en el intertanto, quien narra vio peligrar toda la operación por vicisitudes
como las desinteligencias aeronáuticas que retrasaron la llegada de los poemas
a destino, hasta el mal clima que retrasó el vuelo en un par de ocasiones. Estos
avatares interesantes alternan con reflexiones algo menos llamativas que
Carrasco lanza en primera persona, seguramente inspirado por las pasmosas
circunstancias que vivió en la soledad croata, aunque son algo arbitrarias,
como aquellos pasajes en los que el autor y músico se enfrasca en reflexiones
sobre las sociólogas, las antropólogas y las actrices.
Finalmente, el libro se deja leer y
los poemas caen desde el cielo. Tras la exitosa acción poética, Carrasco
encuentra algo muy cercano al sentido de la existencia y no es para menos,
porque aún en un libro que es una suerte de épica con altibajos, Fuimos a bombardear Croacia describe una
operación que pocos poetas emprenden, pues, como dice el propio Julio Carrasco
“En Chile los poetas cultivan una muy buena opinión de sí mismos y tienen tan a
nuestra literatura en tan alta estima que dirían que Shakespeare era chileno,
si se los permitieran”.
Como un equipo de andinistas que
conquista una cumbre en los Himalayas, Carrasco derrocha estremecimientos de
victoria y hermandad, “Ha sido un privilegio tocar con ustedes esta noche”,
cierra Carrasco, reflotando con este libro, una historia que, como muchas que
se pierden en la cotidianidad, se estaba hundiendo como el Titanic.
Julio Carrasco
Fuimos a bombardear
Croacia
Alfaguara, Santiago,
2014, 130 págs.
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