viernes, 7 de noviembre de 2014

Artísticos lamentos



El guitarrista Claudio Narea informa en las primeras páginas de Los Prisioneros. Biografía de una amistad, que su intención al escribir este libro es continuar Mi vida como prisionero, su autobiografía que, por una decisión editorial, fue descatalogada en 2012. “Agregué también acontecimientos posteriores a 2008 y reflexiones sobre nuestra extraña historia de música y amistad”. El músico quedó disconforme con el proceso de edición de ese volumen, por lo que este nuevo libro serviría como un desquite ante lo que en alguna entrevista Narea calificó derechamente de “censura”.
            Así nace este libro, en el que se nota a un autor decidido a dar noticia de todo lo que tenga que ver con él, comenzando por hitos tan remotos como el primer Narea que pisó suelo americano (cierto vasco llamado Martín de Narea), hasta nuestros días. El arranque es, desde luego, San Miguel, la infancia y escolaridad del guitarrista, época en la que traba contacto con quienes serían sus compañeros musicales, Jorge González y Miguel Tapia. El libro transita por caminos ya sabidos, la amistad con Tapia y González y los primeros pasos con bandas como Los Pseudopillos y Los Vinchukas, donde primaba la chacota y la improvisación antes que una propuesta musical seria. Sin embargo, los que más ha hecho ruido de este libro poco tiene que ver con el rock, y sí mucho con Jorge González, a saber, la revelación del triángulo amoroso que protagonizaron con Narea y su esposa, así como la muy ripiosa relación que tuvieron ambos amigos desde fines de los 80. En este sentido, se puede apuntar que el subtítulo del libro es engañoso, pues antes que la biografía de una amistad, el libro se centra en las peloteras con González, su locura y obsesiones.
            El recurso estilístico predominante en el libro es la descripción. Por lo tanto, no cabe pedirle artesanía, oficio o un estilo narrativo, digamos, artístico. Como en un abultado reporte judicial el autor no se guarda nada. He ahí el gran problema de este libro. Si en algunos pasajes, Narea denuncia cómo Los Prisioneros eran postergados por motivos políticos y también por cierto clasismo, también relata episodios bien anodinos, como cuando lo detienen por error mientras conducía un Charade en La Dehesa.
            En esta incontinente narración, Narea también expone a varias personas, empezando por su círculo cercano, además de revelar un misterioso intercambio de correos electrónicos con un personaje llamado Karolina Jolie (supuestamente Jorge González), dirigidos a su segunda pareja, Nadia Stambuk, y aprovecha de repasar “Sudamerican Rockers” la serie de TV que relata la historia del grupo. En un momento el autor cae en lo insólito, como cuando ajusta cuentas con quienes comentaron Mi vida como prisionero, como el escritor Alejandro Zambra -sindicado como fan de Jorge González por el autor-, y la periodista Marisol García.
            Los Prisioneros. Biografía de una amistad está lejos de libros como Corazones rojos, del periodista Freddy Stock, y se emparenta más con Exijo ser un héroe, la perspectiva fan del crítico Julio Osses, donde se incorporan relatos en primera persona del escabroso quiebre de Los Prisioneros. Por su parte, esta entrega, antes que ser una biografía acabada o definitiva de la banda de San Miguel, instala un muestrario de desencuentros, rifirrafes, callejones sin salida, aseveraciones sin comprobar y episodios sin mucho asunto, conformando el cuadro fatídico de confusiones que sepultan este libro: biografía con dimes y diretes, verborragia con veracidad y libertad de expresión, y, tal vez la peor, trabajo editorial con censura.


Claudio Narea
Los Prisioneros. Biografía de una amistad
Thabang Ediciones, Santiago, 2014, 320 págs.

*Reseña publicada: http://bit.ly/NareaLUN

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